Capítulo XII: "El peso de la lealtad"

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La regla de la que tanto insistían se había roto. Victoriosos teníamos la orden de seguir a Micaela. Veía a Eckor, Neyaru, dos niños y la mujer que me había atacado. Todos íbamos atrás de la creadora que nos guiaba a caminos que tenían la bandera de los Caballeros del infinito. Lugar que me traía algo de nostalgia, no porque yo estuviese antes aquí, sino por sus historias.
"Hemos venido a ver a la realeza" afirmaba Micaela a los guardias para que nos dejasen pasar, realmente no tenía un buen motivo y razón. Hasta pensarán que somos espías que buscamos infiltrarnos, pero el momento que mostraba la máscara reluciente del muerto dios Devraj y diciendo que éramos los nuevos dioses los guardias ya comenzaron a dudar si no dejarnos pasar. La orden de arriba bajó y estábamos dentro. La gente corrió rápido los rumores y salían a ver si era cierto. Eckor hacía relucir su mazo con el fuego, al igual que la mujer con su cuerpo cambiando su tono. Sólo los niños y Neyaru se mantenían caminando igual. Muchos ojos nos veían y juzgaban "¿De verdad son dioses?" "¿Acaso está desnuda?" "Mira cómo le brilla su pelo" "Su pelo es de otro color" "Ese cuerno parece de un dragón" "Ellos dos se parecen mucho" comentarios que se escuchaban mientras nos dirigíamos a los aposentos de la realeza. Al abrirse paso de los guardias para el lugar ya no había más gente. Estábamos en la casa de las coronas. A los lados se veían guardias de alto mando y gente que seguramente fuese de la nobleza.

—Devraj... ¿Ha muerto?
Preguntaba con una dudosa voz lo que parecía ser el Rey.
—Su debilidad nos puso a prueba a cada uno de mis elegidos, ningún dios resistió.
Aclaraba la diosa mientras se ponía a un lado para que la coronas nos vea. El rey se levantó de su trono y bajó a vernos mejor.
—¿Cómo sé que son dioses y no mortales?
—Porque un mortal no puede hacer esto.
Micaela sacó de sus marcas su gran mandoble, se alzó a levitar y comenzó a sobrecalentar su arma a tal temperatura que se tornaba al rojo vivo, se acercó a Eckor y se lo dio, lo tomó con sus manos que se tornaban del mismo color sin hacer ninguna expresión, con la misma cara seria que tenía su rostro. El monarca asentía mientras caminaba a un lado.
—¿Y por qué unos dioses vendrían aquí?
—Vinimos a demostrarles que somos más fuertes que sus dioses, y que nosotros si haremos algo para acabar con la guerra de La nueva Era.
Con una mano en su mentón pensante nos dio la espalda mientras asentía levemente.
—Está bien. ¿Qué podemos hacer nosotros para que lo lleven acabo?
—Con que los adoren como sus nuevos dioses será suficiente. No hay que hacer sacrificios, no es lo que pide un verdadero dios.
Seguramente hacía referencia a las cosas que hacían los otros dioses, que pedían cosas inhumanas y ni siquiera daban respuesta, o bueno, eso parece.
El rey nos aceptó, ordenó a sus súbditos que nos llevaran a los mejores servicios para descansar y recuperarnos de asesinar a los dioses para que estemos listos para terminar con la guerra, así lo pidió Micaela.

Seguimos a los serviciales hombres que nos llevaban a cada uno a una habitación distinta, pero juntas. Entré al pequeño lugar tenía una cama grande que atrás tenía vistas hermosas con muebles lujosos de maderas que parecían que brillaban. Me acerqué a acostarme y mi espalda se relajó tanto que no pude evitar soltar el aire y estirarme, parecía ser más suave que cualquier cosa en el mundo.

Sentí que alguien tocaba a la puerta asique me levanté y abrí la misma para ver que era Neyaru. Que se alegraba de poder verme bien después de la última vez.
—¿Por qué no sales a estar con nosotros?
—Estoy bien aquí, gracias.
Le respondí al parecer todos estaban reunidos hablando entre sí y demás, no tenía mucho interés en eso.
—Ruizuki quiere hablar contigo.
—... ¿Q-Quién?
—A-Ah, lo siento, no sabías su nombre, la chica que nos atacó antes, se llama Ruizuki... ella también heredó parte del nombre de... bueno, ya sabes.
Explicaba algo nerviosa entonces pensé en el por qué quisiera hablar conmigo. Y más en que no fui el primero en heredar su nombre.
—Está ahí, por si quieres hablarle.
Y me señaló a una de las mesas que también estaba Eckor y un hombre con pelo naranja, se parecía mucho a los hermanos. Y la dragona volvió a su asiento, asique suspiré y cerré la puerta saliendo de mi habitación para acercarme a la mesa.

Ruisu Volkov: Rising Storm.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora