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El corazón casi dejó de latirle. Habían transcurrido doce años desde que oyó por última vez aquella voz grave, profunda, pero sintió que le fallaban las fuerzas al oírla de nuevo, la emoción mezclada con el miedo. Él lo había herido más gravemente que ninguna otra persona en su vida, pero todavía tenía el poder de electrizar cada célula de su cuerpo con nada más que su voz. El solo hecho de oírlo otra vez lo hizo sentirse como el niño que era a los catorce años, tembloroso y agitado por su proximidad. Y siempre, siempre, estaba aquel desagradable contrapeso que tiraba de el en la dirección contraria: el vivo recuerdo de YoonGi diciendo: «Eres basura» jamás había conseguido encontrar el equilibrio en lo que a YoonGi se refería, jamás había conseguido olvidarlo, mezcla de sueño y pesadilla.

Lo oportuno de su llegada le puso la carne de gallina. ¿Lo habría convocado el con sus pensamientos? Llevaba allí de pie tanto tiempo que la puerta sonó de nuevo bajo el impacto del puño de YoonGi.

—Abre. —En su tono se percibía la implacable autoridad de alguien que esperaba ser obedecido de inmediato, y que tenía la intención de encargarse de que así fuera.

Con cautela, Jimin soltó la cadena de la puerta y abrió. Alzó la vista hacia el hombre al que no había visto en una docena de años. No importó; no importaba cuánto tiempo hubiera pasado, Jimin lo habría reconocido de todas formas. Él permaneció en el pasillo, sin dignarse a entrar, y el impacto de su presencia física dejó a Jimin sin aliento.

Era más grande de lo que recordaba. Seguía teniendo delgadas la cintura y las caderas, pero se había ensanchado de pecho y hombros, había adquirido la dura solidez de un hombre adulto. Y era sin ningún género de dudas un hombre, hacía mucho que había perdido todo rasgo juvenil. Su rostro era más magro, más fuerte, más duro, con surcos que enmarcaban su boca y arrugas de madurez en los ojos. Estaba contemplando la cara de un pirata, y comprendió por qué Greta DuBois temblaba ante la sola mención de su nombre. Cuando tenía veintidós años era impresionante; a los treinta y cuatro era peligroso, un pirata de carácter y de aspecto. El hecho de mirarlo le provocó calor y temblor a un tiempo, el corazón de repente empezó a latirle con tal fuerza que se preguntó si él llegaría a oírlo. Reconocía los síntomas, y odió encontrarse en aquel estado. Dios, ¿es que estaba condenado a pasarse la vida entera desfalleciendo al ver u oír a Min YoonGi? ¿Por qué no podía superar aquel residuo de reacción infantil?

Por encima de la fina línea de la nariz, los pecaminosos ojos de YoonGi seguían siendo fríos e implacables.

El sensual contorno de su boca se curvó al bajar la vista para mirarlo.

—Park Jimin —dijo—. Lucas tenía razón; sorprendentemente eres exacto a tu madre.

Pero si YoonGi había cambiado, Jimin también. Jimin había adquirido seguridad en sí mismo a base de esfuerzo. Le obsequió una sonrisa fría y ligera y respondió: —Gracias.

—No es un cumplido. No sé por qué estás aquí, y no importa. Este motel es propiedad mía, y tú no eres bienvenido, de modo que tienes media hora para recoger tus cosas y marcharte. —Esbozó una sonrisa lobuna que en realidad no era una sonrisa—. ¿O tengo que llamar al sheriff de nuevo para librarme de ti?

El recuerdo de aquella noche flotó entre ambos, con tal fuerza que casi era tangible. Por un instante Jimin vio otra vez los faros, experimentó la confusión y el terror de entonces, pero se negó a permitir que él le provocara el pánico. En vez de eso, se encogió de hombros con gesto elegante, le dio la espalda y fue hasta la zona del baño, donde recogió eficientemente sus artículos de tocador, los metió en su bolso de viaje y descolgó la única muda de ropa de la percha. Plenamente consciente de aquellos ojos que le taladraban la espalda, dobló la ropa sobre el brazo, se deslizó en sus zapatos, cogió su bolso y pasó presuroso al lado de YoonGi sin alterar en ningún momento la expresión serena de su rostro.

Secretos en la noche | Yoonmin [Adaptación]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora