La luna llena llegó y se fue, y en la víspera del primer día de otoño, Rhaenyra muy a su pesar, sangró.
Su padre estaba complacido con la noticia de sus sábanas manchadas, así el Rey podía mantener la fachada de que su hija y heredera era casta y pura. Pero Rhaenyra estaba afligida por la pérdida de un hijo que nunca existió, lo había llegado a ver como una manera que la impulsaría a estar a salvo en los brazos del único hombre que realmente deseaba, su tío.
Una mañana mientras desayunaban Viserys habló jovialmente comiendo una tajada de tocino crujiente. — Querida hija, tengo buenas noticias. —
Con poco apetito, Rhaenyra agarró su tenedor con los nudillos, estirando los labios tensa y forzadamente, para fingir una sonrisa. Había estado recordando un sueño bastante placentero donde Daemon la hacía suya en el Septo, bajo la mirada de los Siete. Su entrepierna estaba caliente hasta que su padre habló. Su cuerpo se puso rígido, la inquietud se revolvía en su estómago.
— ¿Qué noticia sería, padre? —
Ella ya lo sabía, había asistido a muchas reuniones del Consejo Privado como copera. Sabía que su mano sería vendida por un alto precio. Sabía el valor que tenían su coño y útero reales.
— ¡Ahora que toda esa tontería de la Danza del Dragón ha quedado atrás, he obtenido a tu nombre un gran partido! —
¿Tontería? Podría haberse espantado de indignación. Daemon y ella habían salvado a la Casa Targaryen de una caída que rivalizaba con la Maldición de Valyria.
No pudo evitarlo. — No soy ganado para ser vendida, Su Alteza. Soy la heredera al Trono de Hierro. —
— No estás siendo vendida. — El tono de Viserys se endureció.
Rhaenyra soltó un resoplido de desprecio y dejó el tenedor sobre la mesa. Deseaba desesperadamente una copa de vino en ese momento, algo brumoso y cálido para aliviar ese trago amargo.
— Laenor Velaryon es tu pretendiente elegido. — Declaró el Rey. — Es un buen muchacho, con el tiempo estoy seguro de que será tan querido para ti, como lo fue tu madre para mí. —
Laenor Velaryon... no era la peor pareja que podía imaginar. Lo había conocido durante su infancia compartida, y él era de sangre Valyria, al igual que ella. Incluso estaba vinculado a un dragón, Seasmoke. Un dragón joven, pero ágil en el aire. En general, estaba bien preparado para servir como Rey Consorte de los Siete Reinos.
Pero él no era Daemon Targaryen.
No era astuto como Daemon. Tampoco era tan alto. Era más joven que Rhaenyra, no mayor. Y su dragón no era nada comparado con la majestuosidad del Guiverno Sangriento, Caraxes.
— Padre. — Comenzó Rhaenyra con seriedad, cruzando los brazos firmemente sobre su pecho y sentándose con la espalda recta en la silla. — ¿Has considerado la posibilidad de que el apareamiento de Syrax y Caraxes fuera una señal de los Siete, o incluso de los Dioses de Valyria? —
Viserys frunció el ceño. — ¿Qué quieres decir? —
Ella sabía que él había entendido a que se refería, pero quería que lo dijera en voz alta de todos modos, tal vez fuese algún tipo de trampa verbal, o tal vez simplemente quería confirmar algo que encontró particularmente desagradable.
— Quiero decir... padre, ¿y si Daemon y yo estamos destinados a casarnos según la tradición de nuestra Casa? Fuego y Sangre, padre. La 'Danza del Dragón', el presagio, todo fue una señal. —
— No escucharé esas tonterías. — El Rey dejó caer sus cubiertos ruidosamente. — No te casarás con ese depravado. Viene lo suficientemente a menudo para ganar mi perdón, solo para abandonarlo nuevamente por sus propios deseos, Rhaenyra, no es apto para ser Rey Consorte, no está equipado para proteger el Reino. ¡Lo qué sea que haya ocurrido entre ustedes dos debe quedarse en el pasado, y no escucharé más de esas estupideces! —
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Danza de Dragón
FanfictionCuando Syrax y Caraxes ponen un huevo juntos, presagia malos augurios para la Casa Targaryen, a menos que sus jinetes puedan simular con éxito su baile. "Syrax ha puesto un huevo, engendrado por Caraxes, el Guiverno Sangriento. Es un presagio de los...