Los penitentes

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Para Molly Weasley la noticia de Arthur fue devastadora, por más que quiso disimular, su cuerpo y mente cayeron en una especie de sopor que evitó que diera alguna respuesta al hombre frente a ella.

Se levantó con dificultad, pidió permiso con la excusa de necesitar aire, y salió del lugar para tan pronto llegar al punto de "aparición" dentro del Ministerio, marcharse a qué fue su casa.

Frente a la destruida Madriguera sintió que el mundo se paralizaba. Desde que sucedió lo Ronald y Hugo, no había regresado, prácticamente vivía con Ginny, y la última discusión con Arthur en la que le echó en cara lo de los hechizos, prefirió volver sólo si percibía que su núcleo estaba débil.

Caminó por entre los maderos podridos que explican un fuerte olor a rancio propio de la mafia oscura, Hermione se lo advirtió cuando supo cuál era el real interés en Hugo, un niño que le brindará lo que perdió tras la batalla con Bellatrix, una consecuencia de la estupidez de Ginevra por defender a su prometido.

Subió con lentitud por las escaleras que a duras penas soportaban su peso, el cuarto que alguna vez ocuparon Billy Charlie, al igual que el de Ron y Harry estaba enmohecido, los ojos rojos de los Bogart la miraban con deseo, tratando de entender su peor miedo, pero eran tantos, que difícilmente podrían atacar al tiempo sin equivocarse.

Continuó el recorrido hasta la habitación de Ginny, en el suelo se veía la quemadura provocada por el rompimiento del maleficio hecho por Granger, por lo visto Malfoy fue rápido en identificar la magia oscura, igual como mortífago no podía esperarse menos. Ahora lo que importaba era mantenerse con vida, como una squib o cambiar el vínculo a alguien más, y la opción más viable era Albus.

—¿Esa es la forma como pretendes sostener tu patética existencia? ¿Qué te hace pensar que Harry o Ginevra te lo permitirán?

Molly reconoció la voz de Draco Malfoy en medio de la penumbra, el cabello platinado se dejó ver brillando junto a los grises ojos que avanzaron hacia ella.

La señora Weasley sacó su varita, él no era real, un Bogart cómo tantos de los que había en la casa.

¡Ridikulus!

Draco se burló del intento de ataque, la habitación comenzó a helarse, los muebles y demás objetos se congelaban con cada paso de Malfoy.

—No soy lo que crees Molly, si escuchaste los rumores de mi estadía en Azkaban, te aseguro que se quedaron cortos.

La fría y blanca mano del menor de quien meses atrás se presentó como novio de Ronald, se aferró al cuello de la pelirroja que sintió como su cuerpo se helaba, la imagen de Ginny en la Cámara de los Secretos apareció en su memoria, la guardaba como recordatorio de la oportunidad que Aramazd le dio cuando no supo cuidar a su pequeña.

Trató de levantar la varita e invocar el Patronus que le permitiría salir de ese lugar, y dirigirse a la mansión Prewett para acabar con el maldito rubio que la sostenía clavando las uñas en su garganta, al punto de creer que pronto la desgarraría.

—Ni lo intentes Molly, necesito tus recuerdos y estoy seguro que mis amigos estarán felices de que se los compartas.

Las figuras espectrales aparecieron detrás del ojigris que la liberó dejándola caer en el polvoriento suelo de madera, Molly cerró los ojos mientras su alma se perdía en la visión de lo que consideró el mejor regalo que la vida pudo darle...

Arthur movía la cabeza desesperado, Molly acababa de darle la noticia del nuevo embarazo, estaban en la mitad de una guerra, él no podía con más gastos, el salario de la Orden no alcanzaba para sostener tres bocas, y con el que venía en camino el conteo iba en seis, seis hijos en tan poco tiempo. Se levantó de la silla en la que se hallaba buscando las palabras para no herirla, tampoco quería que la magia del bebé diera por hecho que lo rechazaba.

ANGRA MAINYUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora