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Illumi se peinaba calmadamente frente al espejo de la habitación de hotel dónde se quedaba, con la misma suavidad con que su madre lo hacía. Se maquilló con un poco del bálsamo labial que casi nunca usaba y revisó las agujas que llevaría esa noche. Se miró de nuevo en el espejo, en sus ojos ya no estaba ese negro vacío que fue calando en él con el tiempo, cuando sus padres decidieron a los cuatro años que debían romper cualquier rastro de humanidad que hubiera en él, dejando solamente lo que pensaban conveniente.

Lo que les serviría mejor.

En cambio, tenía una mirada atribulada, una tormenta se librara en sus ojos negros. Illumi se observó una última vez, pasando su mano por la suave tela de la ropa que llevaba puesta. Por primera vez se veía como lo que era, un omega. Y no sabía como sentirse al respecto. Afiló sus uñas y rompió el espejo, su imagen ahora lucía destrozada. Y francamente, así se sentía.

Se subió en el taxi que había llamado y observó las luces de la ciudad que pasaban en su vista como flashes. El viaje no duró 30 minutos, y cuando se bajó del taxi miró el nombre del lugar, las palabras Bristo Bar brillando en luces fluorescentes.

Illumi respiró profundo, y con pasos firmes, entró sin mirar atrás.

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Hisoka observó las múltiples botellas que brillaban en la pared del bar. Le pidió al barista un vaso de whisky y se miró en el pequeño espejo de mano que siempre llevaba, su cabello caía sobre su frente, no llevaba su maquillaje de siempre ni ropa extravagente. No había tenido ganas de nada de eso.

Solo quería olvidar.

Al menos por una noche.

Bebió un trago de whisky y notó de reojo a una mujer que le sonreía. Él le devolvió la sonrisa, su dulce e intenso olor a omega llenando sus fosas nasales. Tal vez, pasar un buen rato con ella lo ayudaría en su cometido. Aquella omega debía agradecer a los cielos que pasaría una noche con una alfa como él. La mujer se sentó a su lado, pasando una mano por su hombro y luego por su espalda, preguntando su nombre con una sonrisa seductora. Hisoka dio otro trago a su bebida, y cuando se disponía a hacer algún avance con ella, algo lo detuvo.

Un aroma que conocía bien.

A cítricos, a naranja.

Volteó la mirada hacia la presencia que se había acercado hasta él. Sintió que su estómago se revolvía al notar la ropa que llevaba puesta, aquella que le había regalado, la rosa dorada en su pecho parecía brillar más que cualquier luz del bar. Sin embargo, no lo demostró, simplemente lo miró de arriba a abajo y sonrió, percatándose de sus puños apretados y la guerra que se llevaba a cabo en sus ojos negros.

— Illumi, que agradable sorpresa.


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En la multimedia pueden ver la ropa que usa Illumi en este capítulo.

En La Oscuridad (HisoIllu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora