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— Pobre Lili, ¿o se llamaba Lea? — Hisoka miraba el cádaver sangrante la omega. Illumi no sabía que era, pero tuvo una desagradable sensación visceral cuando vio al alfa junto a la mujer, dándole su atención.

Sí, sí lo sabía. Pero el solo hecho de pensar en la razón le revolvía el estómago.

Su celo estaba cerca, eso hacía que un calor naciera en su vientre y se extendiera por todo su cuerpo, haciendo que sus emociones bulleran como agua hirviendo. El calor era soportable aún, pero la ira no tanto.

— No traigas a mi familia este asunto. Eso es entre tú y yo.

— ¿O qué? ¿Me llevarás de nuevo a aquella mazmorra, así repetiremos los últimos 4 meses y te tendré arrastrándote hacia mi de nuevo? Desesperado por una pizca de atención que nadie está dispuesto a darte.

— Yo no estoy desesperado. — Illumi apretó los puños, su entrecejo arrugándose. Sabía que demostrar tantas emociones era impropio de él, pero el acercamiento de su celo hacía que fuera inevitable. — No te des a ti mismo más importancia de la que realmente tienes para mí.

— ¿En serio? — Hisoka preguntó, su mirada dorada clavada en Illumi y calandole hasta los huesos. A este punto, ambos sabían que eso era una mentira que aplicaba para los dos. Comenzó un conteo con los dedos de las cosas que Illumi había hecho que revelaba la verdad de su actuar.

— Acosándome como un cachorro perdido por toda una semana, bombardeando mi teléfono con mensajes pasivo agresivos y llamadas... Viniendo hasta aquí. — Hisoka arrugó el entrecejó, apuntando a Illumi con su índice, la uña larga y puntiaguda parecía capaz de perforar su corazón. — Las acciones hablan más alto que las palabras Illu. Y la cacofonía de tus acciones está ahogando los patéticos gemidos de esas frías líneas que te aprendiste de memoria.

La boca de Illumi se torció en una mueca de molestia, sin embargo, en un amago de compostura recompuso su expresión y pronunció las palabras que sabía, no debía decir. Pero que más daba ya, Hisoka también había dicho cosas que no debió decir. Ambos estaban cruzando demasiados límites, derribando a la fuerza los muros del otro. Empujándose al abismo sin pensar.

— Piensa lo que quieras. No me importa la opinión de un pátetico niño asustado que nunca superó su miedo a la oscuridad.

Illumi extendió su brazo en automático, cubriendo su rostro. Una carta endurecida con nen se clavó en su muñeca. La observó detenidamente, la sangre salía con fluidez de la incisión hecha por el tres de espadas.

— Pudiste haber esquivado eso. — comentó Hisoka, sus ojos dorados carentes de brillo, su expresión sin una pizca de burla. No sonreía. Su sed de sangre filtrandose por cada uno de sus poros.

Estaba enojado.

Ambos lo estaban.

— Sí. Esquivaré la próxima.

Se miraron a los ojos, negro y dorado chocaron en una explosión de ira y emociones hirviendo, listas para surgir a punta de golpes.

— Bien, porque siento que ya no quiero seguir hablando.

— Yo tampoco.


En La Oscuridad (HisoIllu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora