CAPÍTULO UNO.

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No sabe qué día es, sólo sabe que el cielo en Suiza está despejado por la mañana y que la temperatura es tan agradable como fresca. Sale a correr a las cinco, porque aún después de seis meses es difícil abandonar todo los hábitos. Ha entrenado desde que tiene memoria, forzando su cuerpo al límite y ejercitándose sin parar y aunque sabe que ya no hay motivo para hacerlo de manera estricta, es la única forma que tiene de controlar la ansiedad, sobre todo si la noche anterior ha tenido uno de esos episodios de pánico que tanto la atormentan.

Por supuesto, pudo volver a casa, reencontrarse con sus padres y retomar la vida que dejó atrás. Pero la vida que dejó atrás tiene una relación demasiado directa con la OCS, así que, cuando reflexionó acerca de cuál debería de ser su primer destino, supo que Suiza sería el lugar correcto, o al menos el más apropiado; alejado, silencioso, un páramo en mitad de los alpes, donde nadie la conocía del todo, donde había sido feliz aunque brevemente.

No le costó retomar su puesto como gerente en el Bar La Vasseur, y para su sorpresa, Hans la ayudó incluso a conseguir un pequeño ático cerca donde poder vivir. No quería volver al apartamento que compartió meses atrás. No deseaba volver a respirar entre esas cuatro paredes, volver a la cama única, a los muebles destartalados, al rincón donde Ava pintaba durante horas en el ocaso. 

Así que, al día siguiente de su llegada, Hans la lleva a recorrer el barrio y le indica los lugares que formarán parte de su nueva vida, y aunque ella misma hizo un reconocimiento del lugar en el pasado, piensa que quizás es una buena idea conocer Suiza simplemente como Beatrice. Hans le enseña la farmacia, la panadería donde comprar la mejor baguette, la oficina de correos de la vuelta de la esquina, el estanco donde venden los cigarrillos más baratos, la tienda de vinos, la tintorería, la piscina pública, el restaurante suizo en la misma calle...Le enseña las paradas de autobús cercanas aunque ella tiene coche, le muestra la tienda francesa de comestibles barata y la cara, donde venden las marcas americanas. Al final, toman un copa en La Vasseur, sentados en la barra. Hans, por supuesto, le pregunta por su vuelta. Ella simplemente responde que está intentando descubrir qué rumbo ha de tomar su vida a partir de ahí y que Suiza es el mejor lugar para empezar de cero. Él asiente con una sonrisa tímida, luego caminan en silencio hacía el que será su nuevo apartamento, un ático en un viejo edificio, mucho más grande de lo que esperaba; salón amplio, ventanales por todas partes desde donde ver los alpes, una acomodada habitación y una cocina bien iluminada.

Nunca antes ha tenido algo tan suyo como ese ático de Suiza. Y aunque fría, se siente casi como en casa.

Tarda unos días en acostumbrarse a su nueva rutina, así que emplea su tiempo en hacer compras necesarias; alimentos, bienes de primera necesidad, ropa de cama, algunas plantas...También un teléfono móvil y un portátil nuevo. Sólo porque Camila ha insistido en mantener el contacto de alguna manera, aunque ella intenta por todos los medios evitar responder mensajes o correos electrónicos muy a menudo.

Se encuentra con Lyah días después, en un concierto de música de cámara en una de las iglesias más cercanas a su nuevo apartamento. Es un viernes a principios de octubre, no demasiado frío pero tampoco cálido, la típica tarde otoñal nublada que presagia unos días más cortos y unas noches más largas. Muchos entre el público ya están sentados dentro de la iglesia. No es que haya abandonado del todo sus creencias y de todos modos, encuentra algo acogedor en el ambiente, mientras la gente se dirige a sus asientos entre los bancos con la expectación de la música.

Es la primera vez tras su marcha de la OCS que entra en una iglesia y elige un asiento al fondo, por si la interpretación no es de su agrado y prefiere irse sin molestar a nadie, o por si al contrario, siente demasiada ansiedad.

Lyah ocupa el asiento más próximo a ella. No la reconoce de inmediato aunque es el tipo de persona que nunca olvida un rostro.

—¿Otra vez tú?—pregunta la recién llegada con un acento suave.

SALMOS 121:1 (PRIMERA PARTE/COMPLETO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora