—Madre Superiora, tiene que venir, ahora mismo.
No es la primera vez que Yasmine irrumpe en su despacho. Pero sí es la primera vez que lo hace con una tensión difícil de describir en el rostro, alertándola a ella y al padre Vicente casi de inmediato.
Sin mediar palabra atraviesan el piso superior del convento, bajan las escaleras que lindan con el hall y toman una de las salidas laterales para llegar al patio central. Allí encuentran a Camila en una postura tensa y a la hermana Dora sosteniendo muy cerca el arma reglamentaria.
El primer vistazo alrededor no los alerta. La fuente que se erige en el centro, entornando una sombra directa hacía las columnas que abren el pasillo hasta el ala de descanso ocultan algo. O más bien a alguien. Es un momento de silencio absoluto, de desconcierto, de debatir en sí dar una orden directa o avanzar unos cuantos pasos más. Nadie dice nada. Nadie respira. Nadie parpadea. Hasta que esa persona oculta sale de la sombra con aire despreocupado, casi natural. Se acaricia los dedos de las manos y sonríe a todas las personas que rodean el patio y que se quedan estupefactas porque por mucho que supiesen que Lilith había vuelto a aparecer, verla delante de sus narices es algo muy distinto.
—Hola, Madre—saluda en primer lugar.
—Lilith—musita entornando casi una pregunta que no logra salir de sus labios.
Camila da un paso al frente, tan llena de rabia por lo que ocurrió con Adriel que tiene que ser detenida por Dora.
No es momento de iniciar una pelea que sabe que perderá.
No hasta que la recién llegada diga cuáles son sus intenciones.
—Vengo con bandera blanca—asegura Lilith, mirando directamente hacía Camila, quien la espera con una mandíbula muy apretada que resalta aún más sus facciones afiladas.
Suzanne, que recupera el control sobre sí misma sonríe, no por la aparición de la que una vez fue su protegida, su recluta y casi como su hija. Si no por el truco de doble filo que sabe que esconde bajo las mangas. Y tras haberla entendido, Lilith se la devuelve, casi haciéndose burla a sí misma, con la sensación de que si da algún indicio con el que ella pudiera descifrar su trampa, entonces estaría confesando su culpabilidad.
Pero eso es algo que jamás hará. Todas las que conocen o conocieron a Lilith lo saben.
Lilith por su parte se echa las manos a la espalda y revisa el patio con detenimiento, disfrutando del aroma floral, los arbustos, las columnas helenísticas y los decorados en oro. Casi como si pudiese sentir ese lugar sagrado y ahora vetado para ella como suyo propio.
—Admito que habéis subido de categoría desde que me fui—pronuncia.
—No gracias a ti—escupe Camila, que recibe una mirada de desaprobación por parte de Vicente.
Le pide precaución porque aunque no saben qué tipo de ser es Lilith después de haber estado "en el otro lado", tienen muy claro que el alcance de su poder es ilimitado.
Lilith decide ignorar el comentario y añade:
—Supongo que la hermana Be...—sonríe y se corrige— . La ex-hermana Beatrice os habrá informado de mis últimas apariciones.
—Supones bien—admite Suzanne, porque no hay motivo para mentir.
Y aunque Lilith parece encontrar algo de nuevo por lo que sonreír, quizás el placer astuto de saber que tiene el control de cualquier situación que genere, hay un gesto entristecido que le cruza la cara y que intenta ocultar al resto. Es la culpa que experimenta al descubrir una multitud de afinidades imperceptibles con las personas que están allí reunidas y que son las mismas personas que una vez confiaron en ella y en sus habilidades lo suficiente como para tomarla como recluta y como una posible opción para portar el halo. Claro que nada de eso existe ya.
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SALMOS 121:1 (PRIMERA PARTE/COMPLETO)
Fiksi PenggemarQuerida Beatrice, así empieza. Supone que casi todas las cartas que avecinan una despedida empiezan del mismo modo, aunque si es totalmente sincera consigo misma, nunca esperó tener las últimas palabras de Ava entre sus manos. Quizás es esa la raz...