Helvede

536 57 7
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

HELVEDE


Se acomodaron en la mesa y comenzaron a conversar, se sentía bien compartir con los de su especie. Los vampiros de Nueva York se conocían por ser huraños pero los que no tenían ese temperamento, permanecían en el otro extremo. Eran demasiado despreocupados, expresivos, extrovertidos y dados a manifestar su verdadera naturaleza con ligereza, hecho que mantenía a la guardia de Fabrizio Da Verrazzano —el comodoro y regente vampiro de la ciudad— en constante vigilancia de la isla. Lo positivo, de todo era que Nueva York es una metrópolis de excéntricos y excentricidades, así que muchas indiscreciones cometidas por los vampiros más jóvenes eran vistas como eso: excentricidades.

La música sonaba a un nivel agradable, pues los sentidos híper desarrollados de los vampiros solían ser sensibles a los ruidos muy altos.

Apenas Joseph comenzaba hacer su movida con Mya. Le tenía una mano sobre los hombros y la otra sobre la pierna derecha cuando Federico volvió a aparecer para importunar.

—¿Qué les apetece esta noche? —Se sentó junto a Mya sin ser invitado—. Tenemos todo tipo de sangre y comida muy exótica. Silvio, para ti no tengo menú disponible en este momento pero dime que deseas y lo conseguiré de inmediato.

—Estoy bien Federico, muchas gracias —miró a Olga con una sonrisa—. Pide lo que desees —le dio un pequeño beso en los labios.

—Bueno. Si quieren algo más osado les puedo ofrecer un buen viaje —sonrió como un villano al ver que Mya y Olga no comprendieron.

—Si drogas a tu presa antes de alimentarte, te puedes drogar a través de su sangre —explicó Joseph—. He de admitir que es algo muy gratificante.

Mya sonrió.

—Jamás usé drogas en mi vida mortal —miró a Joseph con cierta bribonada—. Me encantaría probarlo.

—Así será —contestó acariciándole el hombro—. Federico nos mostrará los platillos del día.

—Encantado de hacerlo. Vengan —se levantó y los demás lo siguieron.

Bajaron por unas escaleras ubicadas a la izquierda del local. El lugar era estrecho, con las paredes altas forradas en terciopelo color vino, y los escalones eran de madera negra. Al llegar a un nivel más subterráneo, fueron recibidos por un par de grandes puertas, hechas de madera negra, finamente talladas y muy ornamentadas. Un par de vampiros altos y fornidos las custodiaban. Esta vez no estaban los Dhalmohs.

Al atravesar las puertas, Mya se estremeció. Unos 20 humanos asustados caminaban dentro de un cuarto de paredes trasparentes, otros vampiros estaban allí haciendo sus órdenes de comida. La joven le tomó la mano a Joseph y se la apretó, a él no le quedó de otra que aguantar estoico, el buen apretón.

Luz Oscura© AMAZONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora