Capítulo 21- Marcas

405 62 0
                                    

La noche había caído sobre WeiLan. Todos dormían, pero Wei Wuxian, a pesar de la paz y el silencio del lugar, no había podido conciliar el sueño: recordaba su charla con Lan SiZhui, en la cual le había contado toda la vida de su padre en la secta GusuLan. Llevado por su indiscreción, no se le ocurrió pensar en que debía respetar el deseo de Lan Zhan de que su hijo no supiera nada. Seguramente el líder de WeiLan tenía sus razones, y ahora él había vuelto a cometer un error:

«Soy un tonto... ¿Por qué siempre termino hablando de más?», pensó, abatido.

A pesar de la hora impropia, necesitaba hablar con el líder de WeiLan y aclarar ese tema que le estaba carcomiendo los nervios. Se levantó y se vistió con prisa, y luego se fue a la habitación de Lan Zhan. Cuando le dio unos suaves golpes a su puerta, con un poco de temor, no sintió ruido alguno.

«Debe estar dormido», pensó. «Mejor dejo la conversación para mañana». Pero estaba en la obligación de hablar con Lan Zhan. Sumergido en sus dudas, volvió a darle un golpe un poquito más fuerte a la puerta, y escuchó la voz del líder de WeiLan:

-Pasa...

Wei Wuxian abrió la puerta de la habitación, y ya desde la entrada comenzó a tratar de justificarse:

-Lan Zhan, necesito hablar contigo de... -pero se quedó mudo, con un solo pie dentro de la habitación y su mano todavía sujetando la puerta entreabierta: el líder de la secta WeiLan estaba en su cama, cubierto por unas bastante traslúcidas túnicas interiores que ocultaban a medias su torso. Su largo cabello caía desordenado por la almohada, y el edredón que lo cubría se había deslizado hasta su cintura. Aún tenía los ojos cerrados:

-Es tarde, Yin Pei -murmuró-. Vete a dormir...

La visión de esa piel blanca y de aspecto suave expuesta ante sus ojos, y los bien definidos músculos que la tela de la túnica interior apenas cubría, era tan sensual, que Wei Wuxian no pudo irse por más que su sentido común le indicó que huyera. Se acercó a la cama con todo el sigilo del que era capaz, y vio algo que lo desconcentró del hermoso espectáculo: una cicatriz fina pero bastante notoria comenzaba sobre la clavícula de Lan Zhan y se perdía debajo de su túnica. Tal vez Wei Wuxian, impresionado, hizo un sonido del cual no se dio cuenta, porque los ojos del líder de la secta WeiLan se abrieron. Sorprendido, el menor comenzó a balbucear:

-¡Lan Zhan! Yo... ¡Perdón! Ya me iba...

Pero no pudo llegar muy lejos: Lan WangJi sujetó una de sus muñecas, tiró de él y lo obligó a sentarse al borde de su cama:

-¿Qué haces aquí, Wei Ying...?

Tratando de vencer su nerviosismo, el menor intentó explicarse, pero lo único que le salió fue una serie de tartamudeos:

-¡Yo...! Yo, yo... -Los profundos ojos de Lan Zhan, fijos en los suyos, tampoco lo ayudaron-, que... quería...

-¿Querías hablar conmigo, Wei Ying?

-Ss... si... Yo..., Si...Zhui... -volvió a balbucear Wuxian. Sin soltar su mano, Lan WangJi se sentó en la cama, y para su tranquilidad se cubrió un poco con el edredón:

-¿Qué pasó con SiZhui?

-Yo..., bueno..., fui a pasear al río hoy en la tarde..., y me encontré con él... -La cara de WangJi fue cambiando a medida que Wuxian le contaba la charla con su hijo-. Yo solo hablé y hablé sin darme cuenta, Lan Zhan... ¡No te enojes!

El mayor no podía enojarse con él a pesar de su error, y también sabía que algún día iba a tener que enfrentar a Lan SiZhui con la verdad. Su hijo tenía que enterarse de la historia de los Wen, pero también de la de los Lan. Wei Ying seguía tratando de justificarse, y WangJi lo interrumpió con un ademán:

-No estoy enojado contigo.

-Pero, Lan Zhan... -quiso saber Wuxian-, ¿por qué nunca le hablaste a SiZhui de tu pasado?

-Porque yo no quiero saber nada con GusuLan, Wei Ying...

-Pero, tu hermano...

La mirada del mayor se volvió fría, y un gesto de amargura torció su boca:

-Mi hermano... Él no hizo nada por ayudarte, y terminaste muerto...

-Y tú fuiste castigado... -Con tristeza, Wei Wuxian llevó su mano hacia la marca de la clavícula de WangJi, que saltó ante el tibio contacto de sus dedos, e intentó apartarse-. No -dijo el menor, decidido-, quiero ver...

El corazón de Wei Wuxian se hundió cuando, con lentitud, Lan Zhan deslizó su túnica para descubrir uno de sus hombros, y giró su torso mostrando, avergonzado, su espalda surcada de cicatrices.

Sin decir una palabra, el menor trazó con sus dedos aquellas infames marcas que recorrían la espalda y los hombros de Lan Zhan, y se perdían en su cintura.

«Ésto también es culpa mía...», pensó. Sus errores habían arrastrado a los que quisieron protegerlo: su hermana, Wen Ning, Wen Qin, y Lan Zhan. Tomó con delicadeza la fina tela de la túnica interior, para volver a cubrir el hombro de WangJi, y sin pensar llevó sus labios al borde de la cicatriz de su clavícula.

La reacción del mayor fue inmediata y un poco brusca: con sus manos atrapó las dos muñecas del chico y las llevó hacia su pecho.

-Lan... ¡Lan Zhan...! -Con el rostro enfrentado a los ojos color ámbar que parecían escrutar hasta el fondo de su alma, Wuxian sintió en sus manos el calor del cuerpo de WangJi, y luego el fuego de su boca, que buscó la suya para besarlo.

Negro sobre blanco (Mo Dao Zu Shi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora