Capítulo 48- Pasado oculto

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—¡Ya se puede ver una parte del cofre! —Ante el grito de uno de los monjes que estaban en el fondo del templo, Jin GuangYao, con un gesto de alegría, corrió hacia allí junto con Su She.

Pero de pronto todos empezaron a gritar, y los dos volvieron presurosos a la parte delantera del templo: Jin GuangYao estaba herido, con una enorme y profunda quemadura que se extendía por una de sus manos y parte de su brazo.

—¡Veneno! —exclamó Lan XiChen, mientras se levantaba de su estera. WangJi también se levantó, y los dos fueron a ver: mientras el líder de la secta Jin, tirado en el suelo y sostenido por su cómplice, trataba de tragar unas píldoras para aminorar el dolor, en el fondo del templo, detrás de la estatua de la diosa GuanYin, había una excavación en donde se podían ver un cofre y un ataúd abiertos y vacíos. Varios monjes, que habían estado cavando, yacían muertos, con enormes quemaduras como la de Jin GuangYao, pero en sus cabezas.

—¿Qué había aquí? —le preguntó XiChen al líder de la secta Jin, que cuando escuchó el comentario de que el ataúd estaba vacío se levantó a pesar del dolor, y corrió a verlo.

—Qué extraño… —comentó Wei Wuxian, que llegó pavoneándose desde el frente del templo, dirigiéndose al líder de la secta Jin con una fingida actitud reflexiva—. Esas cosas que tenías en el ataúd y en el cofre, y que eran tan importantes para ti, ¿por qué ya no están?  ¿Y quién puso el veneno? ¿Acaso hay alguien que te persigue, LianFang Zun?

—Hace unos días vinieron dos mujeres a mi secta —dijo Jiang Chen, casi como hablando para sí mismo—, y me contaron varias cosas:

BiCao, antigua criada de la esposa de Jin GuangYao, y SiSi, prostituta amiga de su madre, habían aparecido un día ante el líder de Jummeng Jiang para hacerle una serie de revelaciones: en realidad, la esposa del líder de la secta Jin había resultado ser su media hermana, y aunque él lo sabía, igual se casó con ella para mantener las apariencias. SiSi había revelado cómo Jin GuangYao había ideado la muerte de su padre, contratando a varias prostitutas para que tuvieran sexo con él hasta matarlo.

Lan XiChen observaba a Jin GuangYao, mudo ante las revelaciones de Jiang Cheng: no entendía cómo podía haber sido engañado de esa manera.

—Es muy extraño que esas dos mujeres hayan aparecido precisamente ahora, para confesar esas cosas —comentó Wei Wuxian, mientras Lan WangJi le daba la razón con un ligero gesto de asentimiento. Jin GuangYao había escuchado toda la historia asombrado, sin moverse mientras sostenía su brazo herido—. Eso confirma lo que creo: alguien mandó a esas mujeres a revelar tus secretos. Esa persona es más inteligente que tú, y te está persiguiendo, LianFang Zun…

—¡Debo irme…! —El líder de la secta Jin trató de levantarse, ayudado por Su She, que tenía la ropa un poco rota por el ataque del perro espiritual.

—¿Qué es lo que tienes ahí? ¡Date vuelta! —le gritó Lan WangJi al líder de Moling Su. Su pecho, descubierto en parte por la rotura de su hanfu, mostraba varias heridas en su piel—. ¡La maldición de los cien agujeros!

—¡Fuiste tú! —exclamó Wei Wuxian, furioso.

                         ***

13 años atrás:

Wei Wuxian estaba feliz: a pesar de que permanecía escondido en los Túmulos Funerarios con los últimos Wen, a los que todos querían atrapar para exterminarlos, su hermana había logrado una tregua momentánea para él, y lo había llamado para que fuera a conocer a su pequeño sobrino Jin Rulan, Jin Lin, que cumplía un mes de vida. Iba caminando por un sendero solitario, acompañado por Wen Ning, cuando un grupo de cultivadores de la secta Jin les salieron al paso, apuntando hacia ellos con arcos y flechas.

El que iba al mando de ese grupo era Jin ZiXun, primo del esposo de su hermana, un muchacho bastante pagado de sí mismo y de muy mal carácter, con el que Wuxian había tenido algunas rencillas en el pasado:

—¡Wei Wuxian! ¡Eres un malnacido! —le gritó Jin ZiXun, furioso—. ¡Por culpa de tus hechizos demoníacos tengo la maldición de los cien agujeros! ¡Debes quitarla de inmediato!

Wuxian nunca le había hecho una maldición, pero tampoco podía probarlo: era el Patriarca de Yiling, el hombre al que se le achacaban todos los males del mundo de la cultivación, y a pesar de que su hermana lo quería a su lado, el resto de la secta Jin aún lo consideraba su enemigo número uno:

—¡Yo no te hice nada, Jin ZiXun! —trató de hacerlo razonar—. La maldición de los cien agujeros daña al que la realiza, ¡y yo no tengo marcas!

—¡Tal vez obligaste a uno de los Wen a que la hiciera por ti! 

Jin ZiXuan, el joven padre de Jin Lin, apareció para apaciguar los ánimos, pero no pudo: a una orden de su primo, todos los arqueros comenzaron a disparar, y Wen Ning desató su poder para defender a Wei Wuxian, que intentó en vano controlarlo con su flauta: después de matar a todos los cultivadores, Wen Ning se fue sobre los dos primos, y también los asesinó.

                           ***

—Una vez Wen Ning me dijo que no estaba seguro, pero que le había parecido oír el sonido de dos flautas cuando perdió el control y mató a Jin ZiXuan —susurró Wei Wuxian, mientras Lan WangJi lo escuchaba, apenado—. Y ahora tú apareces con la maldición de los cien agujeros… ¿Por qué lo hiciste? ¡¿Por qué los asesinaste y después me echaste la culpa?!

Su She se quedó en silencio, pero el que le respondió fue Jin GuangYao:

—¿No lo entiendes, Patriarca de Yiling? Ocurriera lo que ocurriera en el mundo de la cultivación, tú siempre ibas a ser el culpable… 

—Te deshiciste de tu hermano y de tu primo para ser el líder después de que mataras a tu padre, ¡y me usaste para que todos me culparan por lo que tú habías hecho…! —Wei Wuxian gritaba su impotencia, ante la tristeza de su alma gemela.

—¡¿Y qué?! —exclamó Jin GuangYao, con soberbia—. ¡Personas como tú siempre van a cometer errores! ¡Aunque no te hubieran acusado de las muertes de Jin ZiXuan y Jin ZiXun, habrían encontrado otra cosa para culparte, y tu fin habría sido el mismo!

—¡Eres un maldito intrigante, Jin GuangYao! ¡Al final no mereces el puesto que tienes, porque solo eres el hijo de una prostituta! —Las crueles palabras de Jiang Cheng descontrolaron a Jin GuangYao.

Wuxian se recompuso un poco; recordó que al entrar al templo GuanYin había visto un montón de talismanes supresores en la estatua de la diosa, y con un hábil movimiento de sus manos, los destruyó.  Después comenzó a silbar. Multitud de fantasmas comenzaron a emerger del suelo: hombres y mujeres desnudos, algunos haciendo actos obscenos y otros rodeados de fuego y chillando de un modo aterrador. 

—¡Maldito Cultivador Demoníaco! —Su She, espada en mano, se fue contra Wei Wuxian, pero no llegó muy lejos: Lan WangJi había logrado recuperar sus poderes, y con un solo golpe de Bichen partió su espada al medio y rompió su brazo.

Lan XiChen también había recuperado sus poderes, pero su prioridad era otra: algo escandalizado y observando a Jin Lin, que se cubría los ojos ante el obsceno espectáculo, le pidió a Wei Wuxian que hiciera desaparecer a los fantasmas. Pero él aún debía hacer algo: entrar en Empatía con uno de ellos. Así se enteró de que ese templo originalmente había sido el prostíbulo en donde se había criado Meng Yao, y que él mismo se había encargado de prenderlo fuego luego de que murió su madre, porque odiaba a toda esa gente que se había burlado de él durante su infancia. Tiempo después, y ya transformado en el líder de la secta Jin, compró el terreno e hizo erigir allí un templo en honor a su madre.

—¿Cómo fuiste capaz…? —Lan XiChen, desolado, encaró a su hermano jurado—.  ¿Cómo pudiste hacer esas cosas tan horribles…?

—¡Por favor, hermano! ¡Déjame explicarte! —exclamó Jin GuangYao, al borde de las lágrimas. Wuxian temió  que ese hombre inteligente e intrigante volviera a enredar al líder de GusuLan en su trama de mentiras.

Negro sobre blanco (Mo Dao Zu Shi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora