Capítulo 17- Sorpresa

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Lan SiZhui y Nie Huaisang regresaron a la secta WeiLan con el grupo de cultivadores, que se sostenían unos a otros: la mitad de ellos estaban heridos. Por suerte, ni el líder de la secta Nie ni el segundo al mando de WeiLan habían sido alcanzados por la furia del General Fantasma, que se había defendido derribando a la mitad del pequeño grupo en segundos, antes de desaparecer del lugar.

—¡¿Qué pasó?! —El alarmado grito de Lan WangJi hizo que todos los del grupo, incluidos los heridos, se esforzaran por pararse derechos.

—¡Maestro, fuimos atacados por un cadáver furioso en plena ciudad, mientras mirábamos el desfile! —exclamó uno de los cultivadores.

Yin Pei llegó corriendo, y al ver a tantas personas heridas, se asustó:

—¡Dios mío! ¡Rápido, lleven a esos hombres a la enfermería! —exclamó. Después sujetó a Lan SiZhui por los hombros y lo giró a un lado y al otro, observándolo con detenimiento—. ¡Muchacho! ¿Estás bien? ¿No estás herido?

—¡Suéltame, Yin Pei! Si estuviera herido me lastimarías aún más… —se quejó el menor. Después se dirigió a su padre, reflexivo—: Fue extraño…, ese cadáver furioso estaba entre la gente, y algunas personas me dijeron que preguntó quién era yo. No es un simple cadáver furioso… Parece tener conciencia.

Lan WangJi se quedó absorto, escuchando lo que relataba su hijo. 

—Pero igual los atacó a todos. Por la facilidad con la que hirió a tantos de nuestros cultivadores, se nota que es muy peligroso —dijo Yin Pei, preocupado.

Nie Huaisang, en silencio, escuchó la conversación y observó a Lan WangJi. La cara del líder de la secta WeiLan comenzó a cambiar:  primero fue miedo al observar a su hijo, y alivio al comprobar que no estaba herido; luego contrariedad, al enterarse de que había un nuevo cadáver furioso, y asombro al saber que éste en particular parecía tener conciencia.

—Voy a ir a la ciudad a capturar a ese cadáver furioso —dijo, mientras tomaba su espada.

—¡Padre, espera! —gritó SiZhui—. ¡No puedes ir solo! Deja que te acompañe, o por lo menos llévate a un grupo de cultivadores...

—Tú quédate y descansa, hijo. Voy a ir solo. —Sin hacer caso a las protestas de SiZhui, Lan WangJi se elevó sobre su espada y pronto se perdió de vista.

                         ***                                   

Wen Ning estaba en uno de los callejones de la ciudad, escondido dentro de un enorme canasto y temblando de miedo. Sin darse cuenta había cometido el mismo error de antes: a pesar de que Wei Wuxian le había pedido que no llamara la atención, no había tenido mejor idea que acercarse a ese chico que le pareció que pertenecía a su clan, y había terminado luchando con un montón de cultivadores y herido a unos cuantos, llamando la atención de los pobladores de la ciudad sobre él, que se horrorizaron al verlo:

—¡Un cadáver furioso! —Mientras luchaba, sintió la exclamación detrás de él, y luego los gritos de los demás, que huyeron en todas direcciones.

En la confusión, él también huyó hasta encontrar ese callejón solitario, y no se había atrevido a salir del canasto desde entonces.

—Wen Ning ¿Dónde estás? —Sintió los susurros de Wei Wuxian, que lo estaba buscando sin atreverse a gritar su nombre, después de las cosas que había escuchado en la calle acerca del ataque a un grupo de cultivadores de las sectas WeiLan y Qinghe Nie.

—Maestro… —El General Fantasma se atrevió a asomar la cabeza por encima de la tapa del canasto—. Lo siento mucho…

—¡¿Pero qué demonios hiciste?! —Furioso, Wei Wuxian lo sujetó de la ropa y lo sacudió—. ¡¿Cómo te atreviste a herir a la gente de la secta WeiLan?! ¡Si le hubieras hecho algo al hijo de Lan Zhan, ¿qué pasaría con nosotros?!

Wen Ning estaba asustado, pero su rostro cambió al asombro cuando observó algo a espaldas de Wuxian. Un aroma conocido inundó las fosas nasales del Cultivador Demoníaco: Lan WangJi, sobrevolando la ciudad sobre su espada, había reconocido al General Fantasma en el callejón, aunque no supo quién era la persona que estaba con él. Pero al descender detrás de ellos, pudo escuchar con claridad su propio nombre, «Lan Zhan», dicho por esa persona que no conocía.

—¿Quién eres? —le preguntó, después de levantar su espada y apuntar con ella a Wen Ning, que se quedó congelado.

Wei Wuxian se dio vuelta, despacio, y se enfrentó a Lan Zhan: vestido totalmente de negro, con el único detalle blanco que era Bichen, su antigua espada, que aún tenía en su mano apuntando al General Fantasma, y sin la cinta de la familia Lan en su frente, lucía igual de imponente que antes, y no menos hermoso de lo que él lo recordaba. Pero sus palabras fueron duras y frías:

—¡¿Quién eres?! ¡¿Por qué traes a Wen Ning contigo, si se supone que él debería estar muerto?!

Wei Wuxian no podía decirle su verdadero nombre, y tampoco podía responderle la pregunta sobre el General Fantasma, porque él tampoco sabía cómo seguía vivo: no tenía más remedio que seguir con su farsa:

—Mi nombre es Mo XuanYu, y a él me lo encontré por el camino…

Para su desgracia, Lan WangJi también conocía la reputación del hijo de Jin GuangShan, y al enterarse de su nombre, lo miró con desagrado.

Wei Wuxian se puso pálido: podía aceptar que después de tantos años, Lan Zhan se hubiera olvidado de él y tuviera esposa y un hijo. Pero lo que nunca iba a soportar era ver, reflejado también en su rostro, todo lo malo que generaba sobre su persona tener la apariencia del único sobreviviente de la familia Mo.

—Lo sentimos mucho, líder de la secta WeiLan… nos iremos de la ciudad lo antes posible, y no volveremos a causar problemas… —Wei Wuxian sujetó a Wen Ning de una mano y trató de pasar con él por el costado de Lan WangJi, sin atreverse a mirarlo a la cara.

Pero no tuvo oportunidad de huir: su brazo libre fue atrapado con fuerza, y el intenso aroma a sándalo lo mareó.

—Tú no eres Mo XuanYu… Nie Huaisang me contó su historia, y me dijo que se había vuelto loco después de todas las cosas que le hicieron sus familiares… —Lan WangJi se quedó repentinamente silencioso al ver la cintura de Wei Wuxian, en donde asomaba la flauta de jade que reconoció, por sus patrones labrados, como perteneciente a la secta Lan—. ¿Qué llevas ahí?

Wei Wuxian ya no tenía escapatoria ni modo de dar una explicación válida de por qué estaba con Wen Ning, ni de cómo tenía esa flauta con él. Sólo podía decir la verdad:

—No sé cómo pasó, Lan Zhan…, sólo sé que Mo XuanYu utilizó el ritual de invocación de almas sobre sí mismo, para traerme…

Lan WangJi, sorprendido, aflojó su mano y soltó al muchacho:

—¡Wei Ying…!

Negro sobre blanco (Mo Dao Zu Shi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora