Capítulo 18- Calma

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Lan WangJi y Wei Wuxian se quedaron mirando, con varias emociones que surcaban sus rostros: alegría, asombro, alivio…, pero pronto uno de los temores de Wei Wuxian se hizo patente: Lan Zhan volvió a retraerse, y a pesar de que su intensa mirada no se despegaba de él, se quedó en silencio y manteniendo su distancia.

—Lan Zhan, yo…

—Espera. Vamos a WeiLan. Hablaremos allí.

                      ***

Lan SiZhui estaba copiando algunos escritos en la biblioteca de WeiLan, cuando sintió unos extraños ruidos provenientes del exterior. Salió a ver qué pasaba, y se encontró con un grupo de gente que entraba por la puerta: su padre, acompañado del hombre con el que se había chocado cuando, a punto de vomitar, había tenido que abandonar la posada de la ciudad, y detrás de ellos el extraño cadáver que parecía tener conciencia y que había provocado un caos al acercarse a él en el desfile. Si todo eso no alcanzaba para asombrarlo, detrás de toda esa formación venía uno de sus subordinados, arrastrando con todas sus fuerzas a un burro que chillaba y se negaba a caminar.

—Padre, ¿qué es esto…?

—No te preocupes, SiZhui. Ve a seguir con tus cosas…

—¡Pero, padre…! Estas personas…

—Sizhui… —La voz de Lan WangJi, calmada pero llena de autoridad, no admitía más preguntas.

—Sí, padre… —Tratando de disimular su desconcierto, el chico le hizo una reverencia al líder de la secta y a su invitado, que lo observó con atención:

—Ya nos conocemos, ¿verdad? 

Por un segundo, Lan WangJi vio pasar una expresión de pánico por la cara de su hijo.

—¿De dónde lo conoces, Wei Ying?

—De la posada. Estaba comiendo con Nie Huaisang… —Wei Wuxian sonrió al ver los suplicantes ojos del muchacho—. Parece que los dos son muy aficionados a la sopa de cordero y al té de flor de pera que sirven en ese lugar…

—Sí, es el mejor lugar de la ciudad para comer… —Aliviado, el muchacho esbozó una tímida sonrisa en respuesta al pícaro gesto de ese hombre que se había transformado en su cómplice.

                              ***                                  

Wei Wuxian recorrió con la vista, admirado, el salón principal de la secta WeiLan: se parecía muy poco al de GusuLan, así como todo lo que había podido ver desde su llegada. El lugar estaba sumergido en la disciplina y el esfuerzo de los discípulos por practicar con sus espadas y cultivarse, pero se oían risas y conversaciones, y hasta vio algunas cultivadoras, y niños pequeños. El lugar le recordó también a Jummeng Jiang.

—¿Por qué te fuiste de tu secta, Lan Zhan…?

—Es una larga historia, Wei Ying…, y aún no es tiempo de que la sepas. Quiero que me cuentes lo que pasó desde que renaciste en el cuerpo de Mo XuanYu…

Sin decirle que XiChen ya le había contado parte de su historia, Wei Wuxian, un poco dolido por su falta de confianza, le contó a WangJi todo lo que sabía.

—¿Y la gente de la secta Lan fue a plantar la formación de banderas a la residencia de los Mo? —preguntó el líder de WeiLan, extrañado—. Qué coincidencia…

—¿Por qué dices eso, Lan Zhan?

—A veces siento que todo lo que he hecho está orquestado por otra persona, y también es muy extraño que Mo XuanYu te haya elegido precisamente a ti para ejecutar su venganza.

—Sí, sí lo es. Si estaba tan loco como decían, nunca pudo planear ésto él solo…

Los dos se quedaron en silencio, y la extraña incomodidad volvió a interponerse entre ellos, hasta que Wei Wuxian se atrevió a hablar de nuevo:

—Por cierto, te felicito…

WangJi lo miró sin entender:

—¿Por qué?

—Por tu hijo. 

El líder de la secta WeiLan casi llegó a sonreír:

—Wei Ying, tú desapareciste hace trece años, y SiZhui tiene diecisiete. Claramente no es mi hijo.

—Pero…

—Sus padres murieron cuando era pequeño, y yo me hice cargo de él desde entonces. Lo considero mi hijo, y él me considera como su padre. 

—Así que…, ¿no tienes esposa?

Lan WangJi lo miró con una expresión que Wei Wuxian no pudo descifrar, pero que no era para nada agradable:

—¡Por supuesto que no tengo esposa!

—Bueno, ¡yo no tenía modo de saberlo, Lan Zhan! No te enojes conmigo, es que yo…

A pesar de no tener su cara ni su voz, los gestos y la pícara forma de hablar de ese chico, casi haciendo un puchero mientras se le ocurrían excusas, eran las mismas de su querido Wei Ying. Por un momento WangJi se llenó de felicidad, y sus ojos se suavizaron, escuchándolo. Hubiera querido abrazarlo y decirle todo lo que tenía oculto en su corazón desde hacía años, pero sabía que no debía hacerlo. Solo podía hacer dos cosas: ayudarlo a encontrar a esa cuarta persona por la cual tenía la maldición del corte en su brazo, y protegerlo como no había podido hacerlo la primera vez.

Negro sobre blanco (Mo Dao Zu Shi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora