Capítulo 50- Planes macabros

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Su She estaba muerto: había intentado, a último momento, defender a Jin GuangYao, pero Nie MingJue lo había atravesado con Baxia, tirándolo a un lado como a un muñeco de trapo, donde quedó con los ojos abiertos, aún con el asombro de la muerte, mientras se desangraba de a poco. Con él se había ido la última defensa del líder de la secta Jin, que ahora solo dependía de esos dos hombres que tanto lo odiaban: Lan WangJi, a quien había perseguido hasta casi acabar con su secta, y Wei Wuxian, a quien le había arruinado la vida.

Pero ninguno de los dos le prestó atención: concentrados en ejecutar esa música que formaban la flauta y el guqin, que a pesar de provenir uno del cultivo recto y la otra del demoníaco, se complementaban a la perfección, lograron llevar a Nie MingJue de nuevo al ataúd desenterrado por los monjes, y sellarlo con un hechizo hecho con la sangre de Wuxian.

Ya no deseaban ocultar lo que sentían: cuando Wei Wuxian, parado sobre el ataúd, culminó el hechizo, recibió una cortés mano de Lan WangJi para que se bajara. Pero él se sujetó de sus hombros y se lanzó a sus brazos. 

—Había extrañado esto, Lan Zhan… —le susurró al oído, lanzando su cálido aliento sobre la piel de jade del cultivador, que lo abrazó más fuerte en respuesta, aunque igual le advirtió:

—No empieces, Wei Ying…

—¡Lan XiChen! ¡Estoy herido! ¡Me estoy muriendo! —volvió a gritar Nie Huaisang.

—Tranquilízate… Tu herida es superficial. En unos días estarás bien —le aseguró el líder de GusuLan, con paciencia ante ese joven frágil y miedoso. De entre sus ropas sacó un frasco con unas pequeñas píldoras para el dolor, y se lo pasó—. Toma una, Huaisang, y descansa un poco. —Después se dio vuelta para ver a Jin GuangYao.

Ya sin fuerzas y sin ninguna capacidad para defenderse, el líder de la secta Jin yacía en el suelo, recostado contra una columna. Había perdido mucha sangre: sus labios estaban blancos, y temblaba por la fiebre.

Lan WangJi lo miró sin sentir la más mínima compasión por él: a pesar de ser el hermano jurado de XiChen, solo por haberle hecho daño a Wei Ying se merecía lo que le estaba ocurriendo. Pero le dio un poco de pena ver los esfuerzos de su hermano por ayudarlo.

—¡Huaisang, dame las píldoras para el dolor! —exclamó XiChen, mientras intentaba parar con sus manos la sangre que brotaba de la herida de GuangYao.

—No las encuentro —respondió el líder de Qinghe Nie, mientras revisaba sus ropas, en las que había escondido convenientemente el pequeño frasco.

—Pero, ¿dónde están? —El líder de GusuLan se dio vuelta hacia él, después de advertirle a Jin GuangYao que no hiciera ningún movimiento extraño.

Nie Huaisang le hizo un gesto indicando que no sabía, pero de pronto miró sobre su hombro, y gritó:

—¡Cuidado! ¡Atrás de tí!

Por instinto, Lan XiChen sujetó su espada, se dio media vuelta y atravesó con ella el pecho de Jin GuangYao, que nunca se había movido, y que lo miró con los ojos agrandados por la sorpresa:

—¿Por qué, hermano, por qué justo tú…? 

—¡Te moviste! —exclamó XiChen—. ¡Y yo te había dicho que no intentaras nada!

—¡Y no lo hice! ¿Acaso alguna vez te hice daño? ¿En serio pensaste que iba a hacerte algo? ¡Siempre te ayudé, hasta para reconstruir GusuLan cuando los Wen la destruyeron! ¡Te mantuve escondido cuando escapaste con los libros de tu secta y necesitabas refugio! —Pero la verdad se iluminó en la mente del malherido líder, y se volvió hacia el líder de Qinghe Nie—.  ¡Huaisang…! —exclamó. Lo había entendido todo, pero demasiado tarde.

—¡Yo no sé! ¡Me pareció que se movió! —El hermano jurado de Lan WangJi puso cara de inocente y escondió su cara tras el abanico.

—Qué tonto fui… —susurró Jin GuangYao—. Todos estos años te mostraste como un bueno para nada, y solo estabas esperando la oportunidad para vengarte…

                        ***

Nie Huaisang era un chico alegre y despreocupado, que al haber perdido a sus padres a muy temprana edad, fue criado por su hermano mayor, que lo quería mucho pero a la vez era muy estricto en lo que se refería a su cultivación. A medida que pasaron los años y el nivel de cultivo de Huaisang no mejoró, Nie MingJue se dio cuenta de que nunca iba a ser fuerte ni iba a estar capacitado para ocupar su lugar. 

Por desgracia, el mayor de los hermanos había muerto en circunstancias trágicas, y el desolado Huaisang se encontró en un mismo día solo, en duelo por la muerte de su único familiar y su querido protector, y al frente de una secta de la cual no sabía nada. 

Siempre había sospechado de Jin GuangYao: MingJue había visto la saña con la que él había asesinado a uno de sus generales, y al propio Wen RuoHan, solo por venganza, y le había inculcado la desconfianza hacia ese hombre. Huaisang nunca había podido entender cómo, escudado tras el ingenuo Lan XiChen, GuangYao había logrado formar una hermandad con ellos. Nie MingJue sabía de lo que era capaz ese chico aparentemente humilde y sin carácter, pero su otro hermano jurado no le había creído cuando le dijo que no era digno de confianza.

Jin GuangYao, por temor a ser descubierto, ideó un plan macabro para deshacerse del líder de la secta Nie: usó a Lan XiChen para que le enseñara la Canción de Claridad, que tocaba para calmar el agitado carácter de su otro hermano jurado, y también consiguió el Compendio de Agitación, un antiguo manuscrito que estaba escondido entre los libros prohibidos de la secta Lan, y al cual había accedido gracias a que poseía una llave que lo dejaba entrar a cualquier lugar de Descanso en las Nubes, que le había dado el confiado primer jade. 

Con partes de Canción de Claridad y de la música del Compendio de Agitación, había ideado una melodía nueva, que comenzó a tocar para Nie MingJue, haciendo que perdiera el control hasta prácticamente convertirse en una marioneta. 

Ya sin reconocer a nadie, colapsó delante de su aterrado hermano menor: de sus oídos, boca y ojos manaba sangre mientras gritaba como un loco y golpeaba el aire con su espada. Después salió corriendo, y desapareció. 

Todo lo que pasó después, Nie Huaisang lo recordaba con tristeza: cuando Lan XiChen por fin encontró el cadáver incompleto de su hermano, había decidido esconderlo en la tumba de su familia. Estaba seguro de que Jin GuangYao lo había asesinado cortándole la cabeza, pero no tenía forma de probarlo. 

Pero ese había sido el menor de sus problemas: la energía resentida del cadáver de su hermano era tan grande, que no había encontrado forma de contenerla, y al final había desmembrado el cuerpo para esparcirlo en diferentes lugares del mundo de la cultivación.

Sabía que solo una persona era capaz de suprimirlo: El Patriarca de Yiling, Wei Wuxian. Pero él ya había muerto, y no había forma de revivirlo, salvo con un método al que nadie deseaba someterse: el ritual de sacrificio. Pero él conocía a la persona perfecta, que iba a hacerlo con gusto: Mo XuanYu, hijo ilegítimo de Jin GuangShan, al que había visto en algunas visitas que hizo a la residencia del clan Jin, pero que después supo que había sido echado como un perro del lugar y finalmente, se había vuelto loco.

Cuando lo fue a ver en secreto a la residencia Mo, se dio cuenta de que ese pobre diablo era demasiado fácil de manipular: vivía preso, tratado de forma miserable por la familia de su madre, denigrado y maltratado por ellos, y con un profundo odio hacia su familia paterna.

—Puedes vengarte de ellos, Mo XuanYu…

—¿Cómo…? ¿Cómo puedo hacerlo…?

Nie Huaisang le enseñó el modo de hacer el ritual, y también le dijo de qué personas debía vengarse: la familia Mo no le importaba en absoluto, pero Jin GuangYao sí.

—Tus dos tíos, tu primo, y tu hermano GuangYao. Él es el único culpable de que te echaran de la residencia de tu padre.

—Sí… —respondió Mo XuanYu, con los ojos extraviados.

Pero Nie Huaisang jamás iba a confesar esas cosas, ni que gracias a su red de espías había podido localizar la cabeza de su hermano y unirla a su cuerpo, para que su cadáver, cargado de energía oscura, por fin quedara completo, y también se vengara por su asesinato. Ante la azorada mirada de Jin GuangYao y la incredulidad de Lan XiChen, solo gritó:

—¡Yo no sé…! ¡En serio, yo no sé…!

Negro sobre blanco (Mo Dao Zu Shi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora