XXIII

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Agarra fuerte mi ropa interior, y tira de ella hasta arrancarla. Noto como sus uñas desgarran cada centímetro de mí; como su mirada busca hasta la última gota de mi sangre. Me pone de rodillas mientras se relame y mete la mano en los cajones, dando así con ese antifaz al que tanto miedo le tengo, pues, una vez aparece, el dolor se intensifica.
Lo desliza por mis ojos y yo ya tengo erizada la piel.
"Me va a matar" Pienso, intentando que no note mis miedos.

Y como cada noche, ata cada centímetro de mi piel con bridas y cuerdas que abren las cicatrices que días atrás dejó.
Me penetra con su doloroso miembro, siento su aliento en mi nuca y su perso no me deja respirar.
Gimo para saciar su sed y caen lágrimas de mis ojos hasta empapar la almohada que recoge mi delicado y trenzado pelo.

Me siento perdida, no sé porqué permito esto, pero no me importa, ya no importa nada.
Duele; duele todo; duele pensar en él; duele lo físico; duelen mis pensamientos, pero ¿qué importa el dolor?

Aquel monstruo me estuvo torturando, hasta perder el conocimiento; hasta que salió el Sol.

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