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Nota: contenido sexual.

Ashton estaba tocando la batería en la sala de la casa. Se veía demasiado concentrado y me encantaba verlo así, incluso llegaba a excitarme.

Yo lo observaba recargada en el umbral de la puerta, viéndolo girar sus baquetas para después golpear los tambores.

Lo necesitaba, pero probablemente no me prestará atención hasta que termine con su batería.

Alta envidia le tengo a ese instrumento.

Mis ideas no son las mejores pero llegan a funcionar, así que no lo pensé dos veces para bajar mi mano lentamente desde mis pechos hasta meterla dentro de mi short y mi ropa interior acariciando mi centro con mis dedos mientras que la otra mano estaba ocupada masajeando ambos pechos por encima de mi blusa.

Él me miró y, a su vez, continuaba con la batería.

Ya tenía su atención.

Introduje dos dedos y solté un pequeño gemido que logró escucharse gracias a que Ashton se había detenido.

-¿Qué estás haciendo?- Preguntó con voz agitada.

-Me encanta verte tocando la batería-. Respondí sin dejar de mover mis dedos dentro de mi.

Él soltó una risita y continuó con su labor.

Me mordí el labio mientras lo veía girar las baquetas una y otra vez, él sabía lo que provocaba eso en mi.

Comencé a mover mis dedos más rápido y cerré mis ojos ya que estaba por llegar a mi orgasmo.

Ni siquiera noté en qué momento el ruido se detuvo, sólo sentí como Ashton retiraba mis dedos de una forma brusca para introducir los suyos y con la otra mano me tomaba del cuello apretándolo sin llegar a lastimarme.

-¿Quién demonios te ha dado permiso de correrte?- Dijo en mi oído y con su voz completamente ronca.

-Na-nadie-. Dije soltando jadeos sin abrir mis ojos, estaba disfrutándolo demasiado.

-Estabas a punto de hacerlo, sin mi.

-Lo siento, Ash-. Ésta vez abrí los ojos para verlo, sus pupilas dilatadas indicaban lo excitado que se encontraba.

-Sabes que mereces un castigo, ¿verdad?- Dijo al momento de retirar sus dedos a lo que yo me quejé.

-No me parece justo-. Me atreví a decir pero me arrepentí en ese mismo instante.

Ashton soltó una risa con ironía y me miró.

-No debiste decir nada, cariño-. Tomó mi mano y me jaló con él en dirección a su batería.

Oh Dios.

-Date la vuelta-. Ordenó mientras se sentaba en el banquillo donde hace unos minutos tocaba su instrumento.

Me giré quedando justo frente a él, recargándome en los tambores de su batería.

-Vas a contar hasta diez, a ver si así aprendes a comportarte-. Asentí y de reojo sólo ví cómo giraba sus baquetas nuevamente.

O n e  S h o t s | A. F. I Donde viven las historias. Descúbrelo ahora