─⠀⠀11 en punto.

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⠀⠀Volvió a caer, golpeándose contra el suelo

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⠀⠀Volvió a caer, golpeándose contra el suelo. Estancado en solamente tirar rayos, como siempre. Incluso si intentaba volar y lo lograba, no eran más que cinco segundos de vuelo, y volvía a caer. Caía, una y otra vez, no podría avanzar. Decidió que quizás era hora de rendirse, y finalmente decir adiós a la idea de planear como si fuera un ave, como si fuera igual de libre que un ave. Se sentía cansado, frustrado, pero el silencio de su santuario a aquellas horas lo calmaba, el cielo en tonos cálidos lo tranquilizaban.

Cuando el cielo comenzó a eliminar los últimos rayos de sol, él supo que era su señal para irse. Su comunicador sonó a las 8 en punto, le pareció extraño. El mensaje del oso negro invitándolo a su oficina solía ser a las 11 de la noche, cuando el restaurante había oficialmente quedado vacío. Y lo sabía y recordaba de memoria porque incluso su mente se lo recordaba sin necesidad de ver un reloj. Es la hora, pensaba, y tenía razón.

Porque incluso si estuviera muerto, su cuerpo acostumbrado y sus células todavía muriendo, lo harían salir de su tumba para dirigirse a Spreenfield a las 11 en punto.

El cielo anaranjado iba oscureciéndose de a poco, los pequeños puntos blancos comenzaban a aparecer, y junto a ellos una difusa imagen de luna llena. Juan sintió el subidón de la temperatura, siendo finales de marzo. Ahí comprendió porque el mensaje había llegado más temprano de lo normal, porque lo había llamado desesperado como sólo sucedió una vez.

La época de celo del oso negro había comenzado

"Ven tú a mi santuario, no querrás que los clientes escuchen".

"Ok."

Spreen se desquitaba con él como si hace meses no lo hicieran, clavaba sus uñas en su cintura y mordía con sus fuertes colmillos su cuello

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Spreen se desquitaba con él como si hace meses no lo hicieran, clavaba sus uñas en su cintura y mordía con sus fuertes colmillos su cuello. Aún no se habían siquiera quitado toda la ropa, pero el hechicero sentía que habían sido como tres rondas de sexo común y corriente entre el híbrido y él. No era normal que el azabache cayera tanto en sus instintos, algo debía haber sucedido que liberó de tal forma sus más profundos sentidos úrsidos.

Juan intentó hablar con él, pedirle explicaciones de su desesperación, pero apenas Spreen puso un pie dentro del santuario, lo atacó. Lo tomó fácilmente y lo arrastró a su alcoba sin emitir palabra alguna. Sólo gruñidos y suspiros.

─¡S-spreen! a-ah. ¡Spreen!

─Cerrá el orto.

Juan golpeó la cabeza del oso, y en respuesta éste mordió más fuerte. ─¡Oso de mierda! ¡¿Para qué lo voy a cerrar si igual me lo vas a abrir?!

Spreen, harto de tanto griterío que no fueran sonidos obscenos, sujetó las muñecas del hechicero y se separó de la piel moreteada por sus fuertes agarres y mordidas. ─Dios, ¿qué mierda querés? ¿No podés callarte un rato?

─Hijo de puta, ¿cómo mierda quieres que me calle si entraste a mi santuario y sin siquiera decir un "hola" me empezaste a comer vivo? ¡Estoy sangrando, pendejo!

El oso bufó, alejándose completamente de Juan. Se sentó en los pies de la cama, sabiendo perfectamente que Juan tenía sus razones para detenerlo. Ya demasiado había aguantado 20 minutos sin una palabra de por medio siendo la presa del cazador. Suspiró, pasando su lengua por sus colmillos. Pequeños pedazos de piel y el sabor metálico ligeramente dulce del hechicero, quien lo observaba con cierto enfado.

De igual forma, él también sabía que era muy extraño todo. Él evitaba ser afectuoso o marcar mucho a Juan cuando tenían sus "reuniones". Ya había pasado un celo anteriormente con Juan, pero nunca se comportó así, y los osos en verdad no eran violentos en su celo. Y si hablamos de instintos, en la realidad debería ser él quien se mantenga detrás de Juan, persiguiéndolo y esperando que acepte el cortejo (que nunca hubo).

─Spreen, sé que no somos una pareja, que ni siquiera me ves como un amigo, pero necesito saber qué carajo te sucede ahora. ─Juan gateó hacia Spreen, e intentó tocar la espalda expuesta con marcas rojas de rasguños que él hizo

─No me toqués

─Spreen..

─Te dije que no me toqués, pedazo de chupapija

─Sí, la tuya chupo. ─El oso dio vuelta la cabeza ligeramente, mirándolo mal de reojo─. ¡Ok, ok! Quizás no es momento de chistes pero tampoco es momento de pelear, pollero.

─Dios, sos un pelotudo. No sé por qué carajos me fijé en vos

Juan se bajó de la cama, ignorando el ardor de las lastimaduras expuestas al frío viento nocturno. Se acercó a la única ventana de su habitación, y la cerró con traba─. Spreen, empecemos bien la visita de hoy. ─A paso lento, terminó frente al oso. Él miró para arriba viéndolo a los ojos, sin esas molestas gafas que utilizaba 24/7 oscureciendo su vista. Juan se sentó a horcajadas sobre el azabache, poniendo sus manos en sus hombros maltratados, y Spreen sostuvo su cintura lastimada

Así debía ser, así era siempre. Juan era el único que aportaría un par de palabras lindas en esos encuentros, y Spreen lo rechazaría por siempre. Juan sería el único que sentiría más allá del odio, y Spreen sería el que por el resto de sus vidas se quede estancado en la bronca.

 Juan sería el único que sentiría más allá del odio, y Spreen sería el que por el resto de sus vidas se quede estancado en la bronca

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⸸ spruan.

act fool. ─ spruan.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora