IV. I never said anything about it

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1865

—El Sr. Laurence se encuentra fuera de la ciudad —le explicó, amablemente, la señora de mediana edad que estaba en el mostrador de la entrada del Hotel donde Laurie le había dicho que se hospedaba.

—No, no puede ser, el me dijo que no planeaba dejar Londres y...

—Oh, no me mal entienda, el volverá, en unos días me parece, pero no sabría decirle exactamente cuántos.

—¿Lo dice enserio? Lo que me faltaba, yo solo...

—¡Hope! —escuchó una exclamación detrás suyo que le arrancó un grito de sorpresa. Era Theodore Laurnce. Lo tenía delante de ella, en carne y hueso. Se giró de inmediato hacia la señora con los ojos entrecerrados, entendió todo cuando vio su pequeña sonrisa.

Teddy se abalanzó hacia ella, cogiéndola entre brazos y dando vueltas con ella, ganándose también sus risas.

—¡Me diste un susto de muerte! —riñó ella, dándole un suave golpe en el pecho. Él respondió con una sonrisa y volvió a abrazarla, pero esta vez fue un abrazo tranquilo, de añoranza.

—Te eche de menos Lady Bird —suspiro contra su cuello sintiendo ese olor a vainilla que siempre llevaba, sintiéndose por primera vez reconfortado en meses, todos los que no la había visto cada día.

—Te eche de menos Lady Bird —suspiro contra su cuello sintiendo ese olor a vainilla que siempre llevaba, sintiéndose por primera vez reconfortado en meses, todos los que no la había visto cada día

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—Debo contarte demasiadas cosas —habló Hope, frenética, en cuanto entro a la habitación de su amigo—. Cosas demasiado importantes como para escribirlas en cartas.

—¿Debería asustarme? —sonrió él.

—¡No! Es algo bueno, o eso creo, necesito la opinión de un amigo.

—Aquí me tienes.

—Creo que estoy comprometida —Laurie se quedó en blanco—. Bueno, no lo estoy, pero, hay una persona y... creo que se declarará, y estoy pensando en decirle que si —al ver que Teddy no abría la boca continuó— ¿Recuerdas al chico que te menciones en las cartas? El que siempre me ayudaba a hacerme paso entre esos hombres pretenciosos.

—¿Rupert?

—Robert —corrigió de inmediato—, si, él y... —presionó los labios y sonrió un poco—, creo que le diré que si. Necesitaba decírselo a alguien. No podría a Jo, porque ya sabes lo que me diría, que por nada del mundo me casé. Meg y Amy me habrían dicho sin pensarlo que aceptara, mi madre ya estaría comprando flores y Beth tan solo respondería que hiciera lo que me haga feliz, por lo tanto, eres mi última opción.

Teddy parecía aún procesarlo todo. Tenía la mirada fija en la ventana que daba a un gran parque.

—Yo... —inspiró hondo, no tenía ni la más mínima idea de que decir— ¿Realemnete te hace feliz? —su voz sonó en un hilo de voz, lo cual detesto.

—Si, bueno, ya sabes, me siento bien con él.

—¿Estas enamorada de él?

—Yo, bueno... —balbuceó —, si, lo quiero, es muy bueno.

—Eso no es amar —apuntó.

—Si, lo se Teddy, pero realmente creo que si pasamos más tiempo juntos puedo...

—¿Enamorarte? ¿Vas a obligarte a enamorarte?

De acuerdo, Hope comenzaba a sentirse entre una pared y una espada.

—Yo...

—Tienes que pensar bien las cosas.

—Lo se, por eso te lo estoy...

—¿Es por dinero? Porque nunca te habría imaginado...

—¡No es por dinero! —exclamó ella, enfadada. Cogió el bolso y que había dejado en el perchero y salió por la puerta de la habitación—. Confiaba en decírtelo, Theodore.

Y azoto la puerta sin más. Pero Laurie no se quedó atrás. Corrió de inmediato detrás de ella, y debía admitir que tenía un paso rápido y ágil. La encontró en la salida del hotel, no había podido salir ya que la lluvia había aparecido en el momento justo. Con cuidado se colocó a su lado, observando al parque y a las gotas violentas caer.

—Lo siento —susurró Laurie—, yo... solo, solo estoy sorprendido, pensaba... que tenías los mismos pensamientos que Jo.

—No soy Jo, Theodore —murmuró ella, cansada—, y si no logras verlo no se de quién has sido amiga todo este tiempo. La idea del matrimonio nunca me ha disgustado, claro que no es ni será mi prioridad, pero parece ser que no lo sabes todo de mi ¿no? —ella con la mirada hacia delante, incapaz de mirarle a los ojos.

—Lo siento —repitió, bajando la mirada —. Y... si aún quieres mi consejo, solo puedo decirte que si cuando lo ves sientes ese sentimiento hogareño, ese amor abrazador, entonces, solo entonces, si lo sientes, te cases con él.

Ella le miró.

—¿Eso sentías por Jo?

¿Eso sentía por Jo? Se cuestionó a sí mismo. En realidad, hace unos meses la respuesta habría sido un si ciego, pero ahora, en ese mismo momento, solo podía pensar en una melena castaña, esa que tenía a su lado.

—Si, eso creo.

LADY BIRD- Laurie  LaurenceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora