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Amy Baker.

¿Acaso éste es el cielo? Porque se siente como si estuviera en el.

Los labios de Ross encajan perfectamente con los míos, como las piezas de un rompecabezas. El beso no es brusco y fuerte, es más suave y lindo. Es adictivo.

Subo mis manos a su cuello acercandolo más a mí, aunque ya no queda más espacio. Mis dedos viajan hacia su cabello medio largo enredandose en el. Ross apriera mi cintura, mientras que con la mano que estaba en mi mejilla viaja a mi trasero donde lo apriera sacandome un jadeo y él aprovecha para meter su lengua en mi cavidad bucal.

Nuestras lenguas danzan entre si, aunque yo soy un poco torpe por ser nueva en esto, Ross muerde mi labio inferior suavemente haciendo que sienta mi parte baja húmeda. Nos separamos por falta de aire, ya que somos humanos y necesitamos de el, pero si no lo necesitáramos estaría besandolo siempre sin siquiera separarme del él.

Ross besa mi mandíbula dejando húmedos besos hasta bajar a mi cuello donde lame, succiona y muerde, sacandome varios jadeos y suspiros.

Se separa de mi cuello hasta llegar nuevamente a mis labios donde me da un suave beso para después juntar nuestras frentes y ambos cerrar los ojos y quedándonos en silencio donde solo podemos escuchar nuestras respiraciones agitadas.

—Solo para mí, Amy —habla después de minutos en silencio.

—Solo para ti —abro mis ojos y puedo observar como sonríe. Mis manos viajan a sus mejillas donde las acaricio para después darle un pico en los labios.

Ross abre sus ojos y me observa detenidamente hasta parar en mis ojos, arregla un mechón de cabello pasándolo por atrás de mi oreja y me sonríe. Su cabeza viaja a mi cuello y lo recorre con su nariz dandome escalofríos, me toma de la cintura y repentinamente me carga sorprendiendome haciendo que lo sujete del cuello para no caerme.

Me lleva a la cama y me acuesta en ella para después el recostarse arriba de mi pecho.

—¿Me acaricias el cabello? —pregunta con voz ronca mientras acaricia mi cintura por arriba de mi ropa.

—Eso no se pregunta —y yo, como toda una niña a la que le dan un dulce, le acaricio el cabello.

—Me gusta cuando haces eso —suelta repentinamente—. Es tan... tan... tan placentero —dice.

—A mi también me gusta acariciarte el cabello, es como un antiestrés —le hago saber.

—Entonces siempre que estés estresada vendré para que hagas esto, así también puedo disfrutar de tus caricias. Son dos pájaros de un tiro —hace como si estuviera disparando para después volver a acariciar mi cintura.

—Si que lo es.

—¿Puedo quedarme hoy contigo? —pregunta subiendo su mirada para que lo mire y eso hago.

—Si es lo que quieres, esta bien —digo para volver a acariciar su cabello hasta que me acuerdo de algo.

—¿Por qué paras? —pregunta frunciendo el ceño.

—Es que se me olvidó mi compañera de habitación, no sé si le agradará la idea de que un chico duerma en la misma habitación que ella.

—¿Y por qué no?

—Somos chicas, Ross. Nosotras necesitamos privacidad.

—Crees que porque soy hombre las voy a ver desnudas —afirma para si mismo.

—No, no es eso...

Ross levanta una ceja incrédulo—. ¿No?

—Bien... quizás si pensé eso —admito.

—¿Por quién me tomas? —pregunta indignado.

—Por un chico al que tiene una mente retorcida, que le encanta fastiadiar y al que puede vernos desnudas —digo simple y el bufa molesto.

—Eres mala.

—Gracias.

—No era un cumplido.

—Lo sé, solo me gusta molestarte.

Junto a ti [Jack Ross]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora