CAMINO REAL PARTE 2

Capítulo 213 - Las cuatro batallas

De pie en el bosque, Zhang He levantó algo en su mano y miró hacia la ciudad de Jingling en la distancia. Era imposible ver nada con claridad desde aquí, que estaba al menos a siete u ocho millas de distancia, pero en el tubo de bronce que sostenía podía ver las caras de los soldados en la cima de la ciudad, por no hablar de la ciudad.

Este es un objeto que la Casa Liang acaba de desarrollar, llamado "Espejo de las mil millas". La lente es de cristal pulido y puede ver al enemigo a diez millas de distancia. Sin embargo, el coste era demasiado elevado y el cristal era difícil de encontrar, por lo que sólo se fabricaron tres, y uno de ellos se quedó con él.

Naturalmente, Zhang He no desperdiciaría un arma tan poderosa. Después de observar durante un cuarto de hora, abrió el tubo de gamuza que colgaba de su cintura, volvió a colocar cuidadosamente la lente en el tubo acolchado y dijo a sus hombres: "Jingling no tiene intención de enviar tropas, y el número de soldados en la ciudad tampoco ha aumentado, por lo que parece que la ciudad está realmente vacía.

Jingling, Zhongdu y Wuxian se encontraban al suroeste de Qixian, cada una a sólo una docena de millas de distancia, por lo que estaban cerca unas de otras. Tras la reconquista del condado de Qi, las tres ciudades también se pusieron en alerta. No se sabía en cuál de las tres ciudades se habían reunido finalmente los soldados que huían del condado de Qi. Tras llegar a los alrededores de Jingling, Zhang He no se apresuró a atacar la ciudad, sino que buscó cuidadosamente los movimientos en las tres ciudades.

A primera hora de la mañana, el condado de Wu había enviado tropas para ayudar a los defensores de Lishi. Había poco movimiento en Jingling y Zhongdu. Si no hay demasiados soldados en la ciudad, se demuestra lo que pensábamos antes. La ciudad estaba vacía y preparada para un ataque.

"¡Informa a los defensores del Condado de Qi que ataquen la ciudad esta noche!" Sin dudarlo, Zhang He dio la orden.

No se sabía si el frente estaba ahora en guerra, pero su objetivo, de no aumentar su ejército a atacar a Li Shi, caía frente a ellos. Estas tres ciudades, ¡no podía faltar ninguna!

El cielo pasó de claro a oscuro, y luego a claro de nuevo. Los defensores de la ciudad de Jingling estaban más o menos cansados después de una larga noche. La larga noche había terminado y, antes de que saliera el sol, el cielo estaba a punto de amanecer. En la cima de la ciudad, ¡hubo un cambio repentino!

En algún momento, los soldados vestidos de negro que estaban emboscados bajo la ciudad lanzaron ganchos y cuerdas y subieron a la cima. Las ballestas dispararon en rápida sucesión y las dagas fueron como el viento, acabando al instante con la vida de los desprevenidos guardias. Inmediatamente después, las puertas firmemente cerradas de la ciudad se abrieron de par en par desde dentro y dos mil soldados y caballos se precipitaron a la ciudad como una ola de furia.

¡Matar, matar, matar!

Los defensores xiongnu, que ni siquiera habían sido capaces de organizar una batalla callejera y no habían despertado realmente, se encontraron con un ataque inimaginablemente terrible. En un instante, la sangre se derramó, como si las decenas de miles de almas también hubieran salido del fondo de la ciudad, haciéndolas pedazos. De los fuertes gritos, a los gritos y a los llantos, y luego al silencio. Una hora más tarde, un grupo de soldados de caballería salió corriendo de las puertas de la ciudad y se dirigió a toda velocidad hacia el condado de Wu.

El líder del grupo corrió hacia la ciudad y gritó: "¡Abran las puertas! Jingling ha sido roto y Zhongdu ha sido emboscado, ¡abre la ciudad rápidamente y déjanos entrar!"

Su voz estaba llena de miedo y su rostro estaba cubierto de sangre. Los soldados de la cima de la ciudad se apresuraron a informar del incidente, y en poco tiempo, el general del condado de Wu subió a la cima de la ciudad. De un vistazo, vio a quinientos o seiscientos hunos sobre sus caballos, ensangrentados y magullados, evidentemente agotados por una feroz batalla, sin siquiera guardar sus espadas. El general que encabezaba el grupo parecía ser una cara conocida, y dijo: "¿Son estos los hermanos Una?".