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Z o e.

 
 
 

Las últimas dos semanas se han ido tan rápido que casi ni lo noto, o simplemente no he querido notarlo ya que todo éste tiempo he saltado de una entrevista tras otras sin tener resultados positivos, eso me está frustrando cada vez más, el dinero que pensé podría alcanzarme para un par de meses se ha reducido de forma muy significativa luego de que la tubería de nuestro baño prácticamente estallara, tuve que llamar a alguien para que se ocupará de eso y el precio fue un golpe muy duro para mí billetera, el lado bueno es que la avería no fue a mayores, lo malo es que ahora solo tengo dinero para dos semanas más antes de quedar completamente arruinada.

Todo va de mal en peor y lo único que quiero hacer es acostarme en posición fetal en un rincón y llorar como un bebé, nada me ha ido bien y eso baja mucho mis ánimos. Pero, claro, intento disimular todo ante Dylan, a él le doy mi mejor sonrisa y me aseguro de que no note que las cosas no están yendo tan bien para nosotros.

No he podido dormir bien y las ojeras son muy notorias debajo de mis ojos, es fácil identificar en cansancio sobre mí cuando no cubro mi pálido rostro en base y corrector. Pasé de no usar mucho maquillaje a hacer de éste mi mejor amigo las últimas dos semanas, y no es sano, lo sé, pero la angustia mezclada con ansiedad me han hecho esto.

Llego justo a tiempo a mi apartamento de otra entrevista solo para cambiarme de ropa e ir por Dylan al jardín de niños, estoy que me desmayo del sueño pero solo sacudo la cabeza y me concentro en salir de aquí para ir por mi hermano. Mi sorpresa es muy grande cuando, al abrir la puerta, encuentro a Chelsea con Dylan tomando su mano, estoy un poco confundida y sacudo la cabeza en consternación.

—Hoy recogí a Dylan por ti, de nada.

Suspiro y me hago a un lado para dejarlos entrar, Dylan no pierde el tiempo y se va a cambiar en su habitación mientras yo me quedo en la pequeña estancia con Chelsea.

—Sabes que no tienes que hacer eso, no puedo pagarte.

—No digas tonterías, Zoe, somos amigas y yo amo a Dylan, no necesitas pagarme nada.

Le doy una pequeña sonrisa y me siento en el sofá más pequeño, en serio estoy agotada.

—Bueno, gracias.

Chelsea es una preciosa chica de diecinueve años de edad, baja estatura... Bueno, tal vez sea unos cuantos centímetros más alta que yo, llena de curvas en los lugares correctos, cabello rubio y expresivos ojos grises. Ha sido muy dulce con nosotros desde que nos conocimos un día por casualidad en la tienda de conveniencia a un par de cuadras de aquí, nos dimos cuenta que éramos vecinas en el mismo instante que entramos juntas al mismo edificio, nos hicimos amigas casi enseguida y mucho después me enteré que trabajaba como niñera en sus tiempos libres, así fue como decidí contrarla.

—Tú en serio necesitas dormir, no te ves bien.

—No puedo, debo cuidar a Dylan— niego, ella rueda los ojos.

—Yo lo haré, es mejor que descanses antes de que puedas desmayarte— por la mirada que me da, sé que de verdad está preocupada—. Supongo que aún no has tenido suerte.

—No, siempre es lo mismo, si no me dicen: "lo siento, señorita, está muy poco calificada para este empleo", salen con: "no podemos aceptarla aquí, está demasiado calificada"— bufo, enojada—. ¿Qué se supone que significa eso? ¿Cómo pueden rechazar a alguien que está demasiado calificado para un puesto de trabajo? Es absurdo.

—Si me lo preguntas, nada en éste mundo tiene sentido, Zoe.

Hago una mueca.

—En serio, Chels, llegados a éste punto podría hasta aceptar un trabajo de barrendera, el dinero se me está acabando y ahora resulta que debo comprar útiles escolares extras para Dylan, la maestra me lo notificó ésta mañana— me quejo, justo en ese momento mi hermano sale de su habitación y se sienta en el sofá frente a la televisión, dispuesto a ver su programa favorito.

Dulce ObsesiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora