7

342 30 9
                                    

Z o e.

 
 
 

Apenas y puedo recuperar el aliento, no puedo creer lo que solo un breve acercamiento con ese hombre puede llegar a provocar en mi, esto no es normal, pero hay algo en esa mirada oscurecida que logra alterar mis sentidos al máximo, estar con él enseguida activa una gran alarma de peligro en mi cabeza que, por alguna razón y a riesgo de sonar como una loca, despierta mi interés y me aterra al mismo tiempo.

La forma en la que me mira es lo que más me hace estremecer, es casi como un león al acecho, como si yo fuera una indefensa gacela a la cual cazar, y sí, sé que suena ridículo pero es así como lo siento... ¿Tal vez estoy exagerando? No lo sé, de lo único que estoy segura es que ésta situación no puede continuar así. Sé que había tomado la decisión de evitarlo a toda costa, pero cuando Anya se acercó a mí con ese jarrón de flores, no imaginé que me pediría llevarlo a la oficina de su hermano.

Negarme no era una opción, estoy aquí para trabajar y cumplir con mis deberes, todo tenía que ser sencillo: entrar, dejar las flores, salir. En ese orden en específico, sin demoras ni distracciones... Por supuesto, lo último que esperaba era que Andrei apareciera detrás de mi como si fuera un maldito ninja.

Ni siquiera hizo ruido.

Su cercanía fue lo suficiente poderosa como para robar todo mi aire al instante, manteniéndome es ese estado de "hipnosis" momentáneo. Su sonrisa cínica, sus ojos negros observando cada uno de mis movimientos con atención, su voz baja y sensual ligeramente acentuada... ¡Demonios! Todo en él es peligrosamente atrayente y ese es el motivo por cual debo huir con mucha rapidez en dirección contraria.

Y por eso tomé la oportunidad cuando entró la amiga de Anya para poder escapar, aunque admito que casi muero de la vergüenza por la posición en la que nos encontró. Estábamos demasiado cerca. Si cierro los ojos casi puedo lograr percibir ese aroma masculino, delicioso y con ligero toque a cedro que él desprende, es...

—¡Ya basta, Zoe!— espeto en un susurro.

Tras soltar un profundo suspiro me obligo a continuar trabajando, no necesito más complicaciones ahora, ni en ningún momento en mi futuro, gracias.

Me encuentro con Anya en la estancia y ella se encarga de darme más tareas, no son la gran cosa pero por supuesto que me encargo de cumplir con ellas, ésta vez voy junto a Demitra ya que debemos limpiar uno de los pasillos del segundo piso y ese si es bastante grande, así que por supuesto esa sí sería una labor para ambas. Desde el primer día pude notar que no le agrado para nada a la rusa platinada y no sé por qué, tampoco es que yo esté aquí para caerle bien a todo el mundo, pero por lo menos espero tener una relación laboral sana. En cambio, me llevo muchas malas miradas, no solo de su parte, también de parte de su madre.

—¿Demitra?— al escuchar que la llamo, me mira, pero con facilidad noto la molestía en ella—. ¿Por qué te caigo tan mal?

Es algo que me causa mucha curiosidad.

—Porque si, deja de preguntar estupideces— espeta con ese acento marcado y el ceño fruncido.

Porque si... Vaya, que respuesta tan profunda y aclaratoria.

No vuelvo a intentar hablar con ella, si tuviera que adivinar diría que tener que trabajar junto a mi le parece lo más horrible e irritante del mundo, en cambio yo solo creo que ella es demasiado gruñona para ser tan joven. Ni siquiera yo, teniendo tantas responsabilidades sobre mi cabeza, soy gruñona o amargada, ¿Tiendo a estresarme mucho? Sí, por supuesto, pero procuro nunca pagar mi frustración con las personas a mi alrededor.

Dulce ObsesiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora