Se encontraba esperando el tren luego de un largo día en la universidad. Lo único que Yuta necesitaba era descansar, pero estaba claro que no podría. No le estaba yendo precisamente bien y sus notas estaban bajando, necesitaba mejorar. Con todo eso en la cabeza casi pierde el tren, pero llegó a entrar justo a tiempo. Estaba casi todo lleno solo había un par de asientos libres, se sentó allí, con la esperanza de que nadie se sentara a su lado o que, si lo hacía, al menos no fuera nadie molesto.
El tren se detuvo en la siguiente parada. Subió un solo chico en el vagón donde se encontraba el japonés y se sentó a su lado al ver que no había más asientos disponibles. El chico se pusó los auriculares y se dispuso a mirar por la ventana. Yuta giró su cabeza hacía el otro lado para mirar nada en específico, el dolor de cabeza lo abrumó nuevamente al pensar en todas las cosas que tenía que hacer antes de poder descansar. Pero un flash en su rostro lo sacó de sus pensamientos, giró desconcertado, vio al chico a su lado con el celular en la mano y las mejillas encendidas con un color carmesí. El japonés se pudo dar cuenta de lo lindo que era aquel chico, cosa que no se había fijado antes.
—¡Lo-lo siento! Te juro que la borraré ya—El chico parecía totalmente avergonzado y en su voz se oía un deje de miedo.
—¿Me puedes mostrar la foto? —Preguntó Yuta.
—¿Eh? ¡Ah! Claro, claro—Músito aquel chico tendiendole el celular al otro.
—Realmente salgo bien—Sonrió divertido el japonés viendo la foto en donde se lo veía a él de perfil, mirando algo sin ningún punto fijo—¿Te puedo dar mi número? Necesito esta foto en mi galería.
—Si, claro, no hay problema—El chico aún tenía las orejas rojas cuando le dio el celular a Yuta, quien anotó su número y envió la foto.
—Por cierto ¿Para que la querías? —Interrogó Yuta devolviendo el celular a su dueño.
—Se la iba a mandar a un amigo porque me pareciste atractivo—El chico se volció a sonrojar al darse cuenta que lo había arruinado de nuevo.
—Que lindo—Rio el japonés enternecido—¿Cómo te llamas?
—Dong Sicheng, aunque también me dicen Winwin—Murmuró Sicheng con una pequeña sonrisa.
—Así que eres chino ¿No, Winko? —Yuta quedó encantado con la sonrisa del chino.
—Así es—Asintió Sicheng—¿Tú cómo te llamas?
—Nakamoto Yuta—Replicó el japonés, en ese momento el tren paró.
—¡Ah! Aquí me bajo—Sicheng se levantó y el otro hizo lo mismo.
—Yo también—Sonrió Yuta—¿Dónde vives?
—A tan solo tres cuadras de aquí—Dijo el chino señalando a la izquierda.
—Yo vivo a cuatro cuadras de aquí—Anunció el más bajo con un tono de sorpresa—Casi somos vecinos.
—Tienes razón—Sicheng sonrió amplio.
—¿Te acompaño? —Ofreció el japonés—Ya es tarde y es peligroso andar solo.
—Está bien—Aceptó el más alto con una sonrisa.
Yuta acompañó a Sicheng a su casa, allí se despidieron y Sicheng prometió que le escribiría al mayor en la mañana. El japonés volvió a su casa con una sonrisa plasmada en el rostro, ese pequeño encuentro había mejorado su día. Pero sintió que nada podría ir mejor cuando al llegar a su casa se encontró con un mensaje del chino preguntandole si había llegado bien. Respondió sin poder quitar la sonrisa de su rostro y luego comenzó a hacer todos los trabajos que tenía, pero sorprendentemente, no se le hizo para nada tedioso.
Sicheng y su ternura habían mejorado su ánimo.