Todo había llegado a su final, todo sufrimiento iba a terminar para Yuta. El iba a suicidarse ¿Que más podía hacer? Nada, no podía hacer nada. Se iba a tirar al mar para ahogarse o morir de hipotermia, tal vez.
Era un día frío de invierno, seguramente el agua está helada pensó él mirando el mar, melancólico, con lágrimas en sus ojos y un gran saco resguardando su cuerpo del frío.
Se quitó los zapatos para tirarse desde aquel puente. Las lágrimas caían por sus mejillas. Ya estaba a punto de desaparecer pero—¡No lo hagas!—Alguien le tiró del brazo.
—Vete de aquí—Ordenó el japonés sin prestarle mucha atención a aquel chico.
—¡No! No estás bien—El desconocido lo llevo lejos del puente y se sentaron en un banco que había cerca—¡¿Tú sabes lo que iba a pasar si saltabas?! ¡¿Estás loco?! ¡¿No hagas eso?!
La única reacción de Yuta fue abrazar a aquel desconocido y llorar en su hombro—Yo no sé que es lo que tanto te está lastimando... Yo pasé por lo mismo que tú—Habló el chico que también comenzó a llorar y sollozar—La persona que me salvó me dijo que morir no iba a solucionar mis problemas, que la vida era solo una y que era muy estúpido desperdiciarla muriendo. Y hoy sigo aquí, yo, Dong Sicheng me siento muy afortunado de seguir vivo. Aunque no puedo decir que mí vida es la mejor intento mantenerme positivo y no caer de nuevo en la depresión.
—Lo siento—Musitó Yuta en los brazos del chico que se hacía llamar Sicheng—Intento ser fuerte, pero no puedo.
—No te disculpes—Dijo el más alto separandose del chico—Ahora dime tu nombre.
—Soy Nakamoto Yuta—Obedeció el mayor.
Sicheng se percató que Yuta traía sus zapatillas en la mano, las agarró, se puso en cuclillas y se las puso al contrario—Yo... Yo solo espero que estés mejor y nunca más pienses en hacer una cosa así, yo no quiero que otra gente pase por lo mismo que yo—Dijo agarrando las manos de Yuta, todavía estando agachado. Yuta agachó la mirada sintiéndose querido luego de mucho tiempo.
Sicheng se levantó del suelo sonriendo—Llora si lo necesitas—Sonrió el chino, abriendo sus brazos para contener al otro.
Yuta acepto el abrazo y lloró desconsoladamente. Estuvieron así un rato y luego se separaron—Si necesitas a alguien con quién hablar aquí estoy—Habló Sicheng dejando un papel con su número en las manos del contrario y luego caminando hacía otra dirección
—Adiós, Sicheng—Dijo Yuta, sonriendo, viendo como el chico caminaba hacia una dirección desconocida para el japonés, que solo podía pensar en lo bonito que se veía Sicheng con su pelo siendo desordenado por el viento.