Vecinos
Al ser las nueve de la noche el turno de Sam había llegado a su fin, ese día se quedó a cubrir a Lilith, pues él salía lo más tarde a las seis de la noche los días entre semana, pero la mujer debía llevar a su hijo la práctica de futbol.
Salió despidiéndose de sus compañeros para empezar el camino a su departamento, la calle no estaba tan transita esa noche porque lo que pudo disfrutar del silencio.
Se quedo de pie esperando que el semáforo para peatones se pusiera en verde y así poder cruzar.
Movió sus dedos sobre su pierna en espera. Su turno de cruzar se dio, así lo hizo esta vez asegurándose bien de que si fuera su turno realmente.
Al estar del otro lado de la calle y en una sola pieza sonrió, siguió caminando con paso despreocupado hasta llegar a la puerta del edificio donde vive.
-Buenas noches, Bob - salud al guarda de esa noche apenas entró.
- Buenas noches, albino - el hombre le devolvió el salud dando suaves palmadas en su hombro.
Subió por las escaleras al tercer piso del edificio a paso lento mientras buscaba las llaves en su mochila - ¿Dónde están? - susurro al no sentirlas, ni verlas.
- ¿buscas esto? - se sobresaltó llevando una mano a su pecho mientras se daba la vuelta. Y allí estaba, el hombre que atendió esa misma mañana, sosteniendo las llaves en sus manos.
- Si. - respondió sintiéndose de repente avergonzado. Lo vio extenderlas hacia él y las tomó con algo de nerviosismo. - gracias - susurro.
- Con gusto - lo miro por unos segundos y luego paso a su lado parándose en la puerta 305 - deberías ser más cuidadoso al abrir el bolso en media caminata- dijo el hombre dándole una mirada rápida al bolso y luego a él antes de entrar por aquella puerta.
El menor se quedó con las llaves colgando en sus dedos aún con la mirada fija en la puerta 305, es mi vecino.
¿Desde cuándo? con la mirada perdida aun en la puerta un recuerdo llego a su mente. ¡ya recordé! Bob me había comentado sobre que lo iban a ocupar la semana pasada.
Decidió entrar a su departamento siendo bien recibido por Mandy, su pequeña gata color negro que salto a sus brazos en cuanto lo vio.
- El chico sexy de la cafetería resultó ser nuestro vecino Mandy ¿puedes creerlo? Nunca me imaginé que él iba hacer nuestro nuevo vecino- suspiro mientras se tumba en el sofá observando la televisión apagada - bendita sea la muerte del señor Lord.
A ese punto el chico no sabía si su suerte era mala o buena.
***
El albino salió de su habitación ya listo para ir a trabajar, había ordenado y limpiado su departamento por lo que se levantó más temprano ese día.
Al asegurarse de llevar lo que necesitaba se despidió de Mandy y abrió la puerta para salir.
- Mandy, regresa adentro - dejo la puerta abierta al ver a la gata salir justo detrás de él - Mandy - la volvió a llamar al ver que no le prestaba atención.
Suspiro con fuerza y se acercó a su mascota tratando de ser sigiloso para atraparla. Sin embargo, fallo.
- No puede ser cierto- susurro pasando una mano por su rostro.
- Es linda - volteo a ver el dueño de aquella voz grave y seria.
- Cuando obedece - respondió mirando al cielo y luego volviendo la vista al hombre quien lo veía con una mirada divertida apoyado en el marco de su puerta.
- No creo que se haya ido tan lejos - opino el pelinegro sin dejar de verlo. No lo iba a negar el chico albino llamaba su atención de una manera extrema.
- Espero que no - suspiro un poco desanimado el albino desviando su vista a las escaleras del pasillo - venga aquí preciosa, papá debe irse - giro por completo su cuerpo y se agacho llamando la atención de la gata la cual se acercaba con lentitud.
Cinco minutos había tardado en terna en sus brazos y dejarla dentro del departamento nuevamente.
- Hasta luego, petite étoile.
Escuchó a su vecino despedirse antes de cerrar la puerta, se quedó un instante procesando lo que escucho.
¿Petit qué? ¿eso es francés?
Por más que quisiera quedarse averiguar lo que le dijo y en que idioma, se dijo a sí mismo que debía apresurarse antes de que llegara tarde a su trabajo de nuevo.
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Mi Destino |COMPLETA|
Short StoryTeoría del hilo rojo: "Los japoneses tienen la creencia de que las personas predestinadas a conocerse se encuentran unidas por un hilo rojo atado al dedo meñique. Es invisible y permanece atado a estas dos personas a pesar del tiempo, del lugar, de...