𝑱𝒖𝒏 𝑱𝒊𝒏𝒂 es residente de Medicina en un prestigioso hospital de Seúl. Y también es asistente del apuesto doctor 𝑱𝒖𝒏𝒈 𝑯𝒐𝒔𝒆𝒐𝒌, el cual la hace suspirar.
𝑯𝒐𝒔𝒆𝒐𝒌 es el hombre que cualquier mujer quiere, guapo, amable y cariñoso...
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Jina...
Me dispongo a salir de los vestuarios de las damas, después de terminar mi turno, cuando mi teléfono suena.
Contestó con una mueca al ver quien me está llamando.
—Choi—digo, tratando de que mi tono sea amable.
—Jun, ven a mi oficina en estos momentos.
La manera autoritaria con lo que me ordena que vaya, hace que no pueda evitar enfadarme.
—Ni siquiera me has preguntado si estoy disponible, puede que esté ocupada y no pueda ir.
—Has contestado el teléfono, es obvio que estás libre.
—¿Qué quieres? —Ahora mi tono es menos amable.
—Ya te he dicho que vengas a mi oficina.
Antes de que pueda negarme cuelga, dejándome con las palabras en la boca.
La ira se extiende por mi cuerpo cuando miro mi teléfono con incredulidad. ¿Me he colgado? Me contengo de no lanzar el teléfono, en cualquier dirección.
¿Que se cree para tratarme así?
Tengo la tentación de no ir a su oficina, pero puede que se trate de algo importante y tampoco estoy para tener que aguantar a una Choi tras de mí, si no hago lo que dice.
Conteniendo mi rabia, camino hacia los ascensores.
Estoy más que agotada y a penas son las nueve de la mañana, pero el turno de anoche fue más que agotador, lo único que quiero es llegar a casa y descansar. Maldigo por mis a dentro a Choi, por arruinar mis planes.
Cuando llegó a su oficina y llamó. Tarda más de lo necesario a propósito antes de que me indique qué pasa.
Abro la puerta con un estruendo que suena por toda la oficina, y Choi me lanza una mirada de desaprobación cuando me detengo en medio de su oficina con los brazos cruzados.
—¿Qué quieres?
—Jun siéntate—dice, sin contestar a mi pregunta.
—Deja de darme órdenes, no soy tu hija, aunque te hayas casado con padre.
—No soy tu madre, ni quiero serlo—escupe con desprecio—Pero si soy tu jefa y puedo ordenarte lo que a mí se me plazca.
Es obvio que me está provocando.
—Créeme Choi, que tu poder no es para siempre, llegará el momento en el que lo tendré y tu no tendrás más remedio que volver a tu aquelarre de brujas, donde saliste.
Si esperaba alguna reacción de enojo ella, no la conseguí, en cambio está sonríe con malicia.
