Volver a amar. [SaneKana].

CAPÍTULO 2: Apoyo.

        Al día siguiente, despertó en el sillón de su sala de estar, y recibió un gran susto cuando escuchó la voz de Kumeno dirigirse a él.

        —Así que ya estás despierto. ¿Me podrías explicar por qué te dormiste o desmayaste junto a la pared? —pidió su mejor amigo señalando el lugar con el dedo.

        —No... No es nada.

        —Sanemi, somos mejores amigos, me interesa tu bienestar. Y si te está pasando algo, con toda confianza puedes decírmelo que ten por seguro que no te juzgaré y te ayudaré a solucionarlo.

        —Mi novia —soltó con total seriedad, el ceño fruncido y la mirada baja.

        —¿Qué pasa con ella?

        —Me engañó.

        —¿Q-qué? Pero, si ella te amaba mucho.

        —Eso me hizo creer.

        —¿Cómo te enteraste?

        —Ayer, cuando llegué del trabajo escuché... —la cara de su amigo se tornó roja de vergüenza al entender a lo que Sanemi quería llegar y prefirió asentir con la cabeza repetidas veces para que continuara— Y fui a mi cuarto, de donde "eso" se escuchaba.
Llegué y la vi, en la cama, en ropa interior, con otro —articuló con la mirada fija hacia la nada y los dientes apretados. Aún con ira.

        —... Lo siento mucho.

        —No necesito compasión.

        —Sanemi, por una vez en tu vida deja de hacerte el duro y acepta un abrazo o una palmada de apoyo.
Aunque no lo digas, sé que lo necesitas. Lo de ayer no debió ser nada fácil, y no imagino lo que vino después.

        —Yo realmente la amaba. Trabajaba para darle la mejor vida que pudiera. ¿Y ella cómo me agradeció? Acostándose con otro idiota.

        —Bueno, al menos ya te diste cuenta de que no era quien tú creías.

        —Solo quiero estar solo.

        —¿Estás seguro? Porque si quieres, puedo quedarme a escuchar todo lo que tengas o quieras decir. Desahógate, te hará bien.

        —...

        Luego de diez minutos en los que el peliblanco por fin tuvo el valor de romper la coraza emocional que tanto había mantenido, explotó en llanto y gritos de desesperación.
Su amigo únicamente se dedicó a escuchar atentamente cada palabra que salía de su boca, para al final darle un abrazo reconfortante.

        Al final, Masachika le dejó preparado el desayuno antes de irse puesto que Sanemi no tenía ánimos de hacer nada. Solo deseaba dormir hasta olvidarse de todo lo que había pasado el día anterior.

        —Kumeno —le dijo el albino antes de que el pelinegro cerrara la puerta.

        —¿Sí?

        —He tomado una decisión.

        —¿De qué se trata?