CAPÍTULO 11: El pasado de Sanemi.

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        Los días habían transcurrido con normalidad y la relación entre Sanemi y Kanae iba de bien a mejor.

        El peliblanco continuaba haciendo sus reflexiones por las noches, que ahora iban acompañadas de un fuerte deseo por tenerla junto a él y unos cuántos suspiros que eran seguidos por una sonrisa boba y tierna.

        Aún no sentía que declararse fuera lo mejor, por lo que creyó que debía pasar más tiempo. Su mente continuaba cultivando ese miedo constante a perderla o a lastimarla de algún modo. Puesto que no saber qué es lo que quieres —sentimentalmente hablando— puede terminar hiriendo las emociones de la otra persona.

        Hoy finalizaba otro día más en la Academia, en el que los dos culminaban su relajante hora de juegos.
Sanemi alistaba sus cosas y guardaba la consola junto a los controles para posteriormente despedirse.
Cuando...

        —Oh, entiendo —escuchó decir a su compañera.

        —¿Pasa algo? —preguntó volteándola a ver.

        —Shinobu hoy no irá con nosotras, y tampoco Aoi y Kanao. Lo olvidé.

        —¿Qué harán que no pueden venir? —inquirió curioso.

        —Estarán toda la tarde ocupadas con sus novios.

        —No sabía que tus hermanas tenían pareja.

        —Sí. Es irónico, ¿no? Ellas siendo menores ya tienen a alguien, y yo...

        —¿Nunca has tenido nada con nadie?

        —Ahh... Tal vez, pero fue hace mucho. Jamás llegamos a tener nada.

        —Entiendo. Pero según sé, tienes más hermanas, ¿cierto?

        —Sí, supongo que tendré que cuidar a Sumi, Kiyo y Naho sola —pronunció colocando su bolso al hombro.

        —Si quieres puedo ayudarte con eso.

        —No quiero molestarte. Después de todo, no es la primera vez que nos quedamos solas.

        —No me molesta —y así, sin su permiso, tomó ambas mochilas para luego comenzó a caminar hacia la puerta.

        —Oh. Gracias, entonces.

        La fémina se dispuso a alcanzarlo y ya estando los dos afuera, se percataron de que el cielo adquiría un color gris y el sol poco a poco comenzaba a ocultarse; lo que significaba lluvia.

        —Creo que tengo una sombrilla (paraguas) por aquí.

        Como si el clima la hubiese escuchado, las gotas cayeron sin control sobre la ropa y piel del par. Mojando todo a su paso.

        Kanae por suerte portaba una blusa oscura, así que no tenía que preocuparse por que se fuese a transparentar.
Sanemi por otro lado, la camisa blanca que traía puesta se adhería a su piel mostrando sus músculos bien definidos y las cicatrices de su pecho y abdomen. Lo que sonrojó a su contraria.

        Esto, sumado a su siempre mirada profunda y su expresión tensa, formaba una combinación capaz de volver loca a cualquier chica. Dado esto, la pelinegra desviaba la vista y prefería mantenerse así a tener que enfrentarlo.

        El albino notó la pequeña incomodidad de Kocho y se cubrió con su chaqueta —también mojada—.

        Prosiguieron caminando a pesar de haber lluvia, puesto que ya ambos estaban mojados, únicamente aceleraron el paso hasta llegar donde las trillizas.

Volver a amar. [SaneKana].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora