CAPÍTULO 4: Nuevo hogar.

950 78 22
                                    

        Caminaron siguiendo la dirección hasta llegar a un complejo de apartamentos color crema con alrededor de unos siete pisos, entonces el peliplata ingresó en el edificio junto con su hermano y pidió a este que se quedara sentado mientras él se encargaba de preguntar por alguno desocupado.

        El menor obedeció sin chistar y permaneció sentado en la entrada, en la que había dos columnas de asientos color negro, todos disponibles para él.
Fue entonces que Sanemi se acercó hacia la que parecía la casera del lugar y preguntó lo más amablemente que su lenguaje le permitió, si la oferta de algún apartamento aún estaba en pie. A lo que la mujer de no más de cuarenta y cinco años le respondió gustosa que había uno desocupado y amueblado en el segundo piso, subiendo el elevador.

        El chico se tomó algunos minutos para meditar luego de enterarse del precio y finalmente después de hacer algunas cuentas de manera mental, confirmó con la mayor que lo quería.

        Luego de pagar la renta de esos dos meses que ya antes había calculado, la mujer le entregó las llaves del hogar con una sonrisa y le indicó la dirección a seguir después de pasar por el elevador.

        Él asintió sin decir nada y posteriormente se dirigió hacia Genya, quien se encontraba entretenido y muy concentrado jugando con su consola de videojuegos.

        —Vámonos.

        El niño asintió sonriendo y tomó su maleta para entrar en el ascensor.

        Una vez que salieron del confinamiento que representaba aquel elevador, siguieron las instrucciones que la mujer le había dado: tercera puerta a la izquierda.

        El mayor metió la llave en el agujero dispuesto para esta, y tras emitir un pequeño "click" el objeto cumplió su función al permitir a ambos ingresar en el espacio que a partir de aquel momento se convertiría en su hogar.

        El par lo contempló: a la vista había una sala con tres sillones cuadrados colocados de manera circular y en muy buen estado color azul rey, al lado izquierdo de estos se hallaba la cocina, la cuál estaba compuesta de una estufa, un refrigerador que debían conectar a la electricidad y un lavaplatos. Y justo enfrente de la cocina pero antes de llegar a la sala había una barra de mármol blanco limpia, con tres asientos sin respaldo y de forma redonda.

        La verdad era que ninguno de los dos se podía quejar, pues el precio había sido bastante accesible y los colores, muebles y acceso a los servicios como agua y luz no estaban para nada mal. Al contrario: los hermanos al llegar fueron invadidos por un ambiente familiar que les brindaba una sensación de comodidad y en cierta forma calidez. Por lo que estaban satisfechos y decididos a quedarse allí por un muy largo tiempo.

        —Me gusta —dijo Genya aparentemente contento e ilusionado con lo que veían sus ojos.

        —Y aunque no te gustara, ya pagué dos meses por él —soltó Sanemi toscamente.
No lo había comentado con el afán de causar molestia en su hermano, pero la verdad era que pocas veces este chico decía algo lindo.

        —Comienzo a creer que mudarnos fue buena idea.

        —Desempaca tus cosas y revisa si en el baño hay agua.

        —Entendido.

        Dicho esto, el joven se retiró a realizar las labores encomendadas por su hermano.
Sanemi mientras tanto, debía buscar una nueva secundaria en la que Genya pudiese integrarse pese a que se encontraban a medio curso escolar.

        El albino no se hizo esperar e inmediatamente revisó cada uno de los servicios que debían tener a su disposición para después buscar en internet las escuelas secundarias de la zona y de paso un trabajo para él. Pues sí, tenían ya dos meses de un techo asegurado, pero si quería poder continuar pagando la renta era imprescindible tener un empleo.

        Primero se ocupó de hacer cuentas para saber si completaba para la inscripción y colegiatura del menor, y una vez que encontró la que a su parecer era la mejor opción, se decidió a iniciar la búsqueda de un trabajo. Realizó su currículum y lo envió junto con una solicitud para un puesto de maestro de matemáticas en una escuela del gobierno, pues aunque no contaba con una maestría ni mucho menos había estudiado para ello, tanto Genya como Masachika siempre le recordaban lo bueno que era con los números. Por lo que creyó que no sería tan mala oferta.

        De lo único que se había asegurado al enviar la solicitud era que esta fuese para ser un maestro de preparatoria o universidad. Ya que su paciencia no era tanta como para soportar lidiar con mocosos de menos de quince años. Puesto que a excepción de su hermano menor, no hacía siquiera el intento por entender a ningún niño pequeño.

        —Sí hay agua en el baño. También hay un calentador para cuando haga frío.

        El peliblanco asintió sin responderle nada —como acostumbraba hacer— y procedió a decir—: Ahora voy a buscar algo para almorzar —pronunció levantándose y tomando su billetera, para acto seguido meterla en su bolsillo.

        —¿Quieres que te acompañe? Así podemos conocer un poco la ciudad.

        —Si te pierdes de mi vista, cuando te encuentre te traeré de los pelos —el chico se emocionó, pues Sanemi solía contestarle de ese modo las pocas veces que le pedía algo.

        —Prometo no sacarte de quicio.

        —Ya lo veremos.

        Aunque no lo demostrase, le gustaba mucho pasar tiempo con Genya y crear recuerdos para después compartir con él. Por lo que se dio la libertad de esbozar una pequeña sonrisa en cuanto el pelinegro pasó caminando entusiasmado delante de él, pues de esa forma no lo vería.

        Media hora más tarde de haber salido de casa, se dedicaron a explorar un poco la zona y a sus vecinos de los otros apartamentos. Sanemi por su parte, intimidaba a las personas que se encontraba a su paso, esto debido a su mirada fría y a sus cicatrices, las cuáles le daban una apariencia "diferente". Aunque ciertamente, a él no le importaba esto pues se había ganado cada una durante sus entrenamientos, los cuales se veían reflejados en su cuerpo muy bien trabajado. Y se sentía firmemente orgulloso de ello.

        Genya por el contrario, a pesar de también poseer una cicatriz atravesándole la cara, su actitud más amena causaba ternura en sus vecinos y en las personas que se topaba por la calle.
Era un niño que habitualmente mostraba más amabilidad que su hermano, pero manteniendo un aura seria al caminar.

        El menor de los Shinazugawa convenció al mayor de comprar pizza para almorzar, y este para no crear una discusión innecesaria, accedió.
Volvieron al apartamento y se sentaron en la barra, abrieron la caja y cada uno arrancó dos porciones para su consumo.

        Toda la casa se encontraba sumisa en un silencio total mas no incómodo. Simplemente se sentían en paz.

        —Mocoso.

        —¿Mm? —para Genya no era extraño el ser llamado por dicho apodo si provenía de su hermano, ya que sabía (de manera sarcástica) lo cariñoso que podía llegar a ser...

        —Ya te conseguí secundaria. Hoy tienes que dormirte temprano para ir mañana a conocerla —mencionó con seriedad pero sin interés. Sanemi era de aquellas personas que al comer mantenía la guardia baja.

        —¿Cómo es?

        —Lo sabrás mañana.

        —¿Tendré útiles escolares nuevos?

        —No haré un gasto innecesario cuando apenas intento conseguir empleo: llevarás las libretas que usabas en la otra. Solo has un nuevo apartado y ya.

        El chico no le tomó importancia y asintió para proseguir con su comida y pasarse el resto del día jugando videojuegos. Esto claramente después de que el albino conectase el internet y estableciera la conexión en todos los dispositivos.
Actualmente no se puede vivir sin el wifi.

        Al caer la noche, ambos se fueron a sus cuartos ya que el apartamento contaba con dos habitaciones, una con una cama matrimonial y la otra con una individual. Lo que era más que suficiente.

Volver a amar. [SaneKana].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora