Capítulo 7: Un juego de ollas

148 17 3
                                    

Sofía Madrid.

—¿Qué es todo eso? —Valeria miró todo lo que había sobre el mesón y yo solo me encogí de hombros.

—Haremos pizza.

—¿Haremos? —Valeria soltó una risa. —¿Desde cuándo cocinas?

—He vivido seis años sola en el extranjero. —Me crucé de brazos algo indignada. —Aprendes a cocinar a las malas. Ya tengo la masa lista, tardaste mucho.

—Ya veo, ¿compraste toda la tienda para una pizza?

—¡No sabía de cuál hacer! Así que compré para hacer varias. —Volví a encogerme de hombros escuchando la risita de Valeria.

—Está bien, ¿cuánto te debo? —Una parte de mi cerebro me dijo que le diera el valor de lo que me debía, pero mi boca fue más rápida.

—No te preocupes, yo invito. —Giré prestándole atención al pollo que se estaba cocinando y duramos en silencio unos minutos hasta que llegó Cristina.

—¿Qué andan haciendo? —Preguntó dejando su bolso en una silla.

—¡Haremos pizza! —Valeria hizo un bailecito algo raro y yo no pude evitar reír.

—¿Enserio? Y yo que pensaba pedirles un favor.

—¿Qué necesitas? —Dije metiendo mi dedo en una salsa que estaba haciendo.

—Hacer las compras del mes, pero estoy demasiado cansada para ir yo. —Miré a Valeria quien también me estaba mirando y se encogió de hombros.

—Podemos ir, solo es venir a armar la pizza y ya está. —Me dispuse a buscar mi billetera para sacar mi tarjeta de crédito. Discutí un rato con Cristina acerca de mi colaboración con los víveres de la casa y cuando logré ganar, me fui con Valeria hacia el supermercado en mi auto. Lastimosamente no vivíamos cerca a un super.

—No tienes que pagar todo el mercado, lo sabes. —Comentó Valeria doblando una de las bolsas que llevábamos para guardar las cosas.

—En el trabajo me dan una cuota para comprar comida, si no la gasto se pierde. —Me encogí de hombros. —No es problema.

—Tu trabajo es como una fantasía, te dan auto, casa y comida. ¿A quién le vendiste tu alma? —Valeria intentó levantar una ceja pero nunca se le dio bien, así que levantó ambas mientras yo solo reía.

—Solo es un buen trabajo que conseguí gracias a que soy la mejor en lo que hago.

—¡Vaya! Pero si eres la reina de las humildes. —Soltó con sarcasmo y yo rodé los ojos. —Sigo creyendo que le vendiste tu alma al diablo.

—¡Oh si! Y como garantía di la tuya. —Estacioné mi auto y me giré para mirarla.

—¡Que grosera! —Exclamó indignada. —Vas a cargar las bolsas sola, por atrevida.

Valeria salió del auto dejándome riendo por unos segundos.

—No harías eso. —Aseguré mi auto y caminé algo rápido para lograr alcanzarla.

—Es hora de que pongas a prueba esos brazos. —La chica me sacó la lengua y yo no pude evitar levantar una ceja.

—¿O sea qué has estado mirándolos? —Solté una risa cuando vi su rostro sonrojarse. —Cálmate, tomatito.

—Cállate, idiota. —Mi ex empezó a caminar más rápido mientras que yo solo podía reír.

—No te enojes. —Dije tomando un carrito. —¿Por dónde empezamos?

Salto de Fe Donde viven las historias. Descúbrelo ahora