Mi vida estaba llena de momentos impredecibles. Primero, amé a una persona que pensé que nunca se fijaría en mí, después, conocí a Connor, un fantasma que me cambió la vida y mi forma de ver las cosas. Tuve unos amigos estupendos de los que nunca me arrepentiría de haber conocido. Más tarde, mi vida se desmoronó y acabé muerta, pero nada de eso podría haber sido predecido.
Toda mi vida fue como un viaje. Momentos duros y difíciles, pero también fáciles y alegres. Todo era como una de esas carreteras viejas que se encuentran en los pueblos antiguos, esas carreteras que cuando llueven tienen un buen olor especial, como cuando el césped está recién cortado, al fin y al cabo, precioso.
Mi muerte, no fue el descanso que todo el mundo pensó que tendría. Mi espíritu aún continuaba vivo y no sólo por las calles, sino en los corazones de los que me amaron. Yo conservaba todos mis recuerdos sobre ellos. Nunca los olvidaría al igual que sabía que ellos tampoco lo harían.
Muchos años después, no sabría decir cuantos a ciencia cierta, mi espíritu seguía vivo con mi nueva familia. Daisy y James eran muy buenos amigos míos y este había decidido mudarse con nosotros. Por suerte, su habitación y la mía estaban bastante alejadas, porque no quería escuchar ruidos raros por la noche. Ellos se amaban con fiereza, se miraban al uno al otro como si fueran estrellas y nunca se cansaban de su amor.
Cathy seguía siendo nuestra sabia abuelita a la que acudíamos siempre que necesitábamos algún consejo o necesitábamos ayuda. Con las revistas que robaba Daisy de las taquillas del instituto, nos volvimos unas completas cotillas y siempre hablábamos de todo. Era una viejita muy alegre.
Está bien, puede que nunca pudiera tener hijos, pero sin duda, Jhon sería como el que nunca podría tener. A veces jugábamos al escondite por toda la casa, al pilla pilla, íbamos a nadar juntos. Encontré algunos libros en un viejo baúl y se los leía por las noches, pero cuando se acabaron, me inventaba historias y se las contaba.
En cuanto a Connor... desapareció y no le volvimos a ver.
No. Era broma.
Él seguía estando conmigo y todos los días de nuestras vidas seguían siendo como el mismo: queriéndonos de una forma en la que nadie podría separarnos. A veces salíamos a caminar bastante lejos y pasábamos el día solos, conocíamos fantasmas nuevos y nos enterábamos de cosas nuevas. Nunca nos aburríamos.
Casi siempre, solía ir al cementerio a hablar con Kayla, que cada domingo que podía, me traía rosas. Hubo un tiempo en el que apenas podía venir ya que estaba ocupada con su vida y hubo un momento en el que pensé que no vendría nunca más, pero me equivocaba. Todo en la vida le iba genial.
Ese mismo día, fui al cementerio acompañada de Connor. Estábamos muy alegres gracias a que habíamos conocido a un fantasma músico y había improvisado una canción sobre nosotros, pero la alegría aumentó cuando vi a Kayla.
Sonreí y observé al pequeño bebé que tenía en sus brazos. Supe que estaba embarazada de Josh hace mucho, pero aún no había visto al bebé y. Al hacerlo, me emocioné bastante.
-Bueno, Christine, saluda a Christine. La he traído aquí para que os conozcáis. Ya tiene un mes y... Bueno, quería sacarla a pasear.- Se rió mientras yo me sentaba frente al bebé que me observaba con sus grandes ojos.- Puede que Josh se piense que estoy un poco loca, pero por suerte, me quiere. Kate será la madrina del bebé, así que espero que no te importe. Ya sabes que nos hemos hecho buenas amigas. Y Wes será el padrino ya que sigue siendo el mejor amigo de Josh. ¡Quién diría que nuestras relaciones del instituto serían tan fuertes!
Kayla siguió hablando, pero yo estaba demasiado distraída con el bebé como para seguir hablando. Me giré hacia Connor sorprendida.
-¿Me está mirando?- Le pregunté.
Connor puso sus ojos en Christine mientras me abrazaba y sonrió.
-Sí, pero eso es algo normal. Los niños pequeños pueden vernos también hasta que crecen.- Me aclaró. Fruncí un poco el ceño.
-No me habías dicho eso.
Rió y me besó la mejilla.
-Lo sé, es que antes no tenía demasiada importancia. Pero será gracioso cuando la traiga aquí y le diga a su mamá que su mejor amiga la escucha.
-Sí.- Dije imaginándolo. Después, miré a mi novio con ternura.- ¿No crees que estaría bien tener uno de estos?
Connor sonrió.
-¿Y cómo lo harías? Sabes que los fantasmas aunque... No podemos tener...
-Lo sé.- Le interrumpí.- Pero quizá si le preguntamos a Mia, podría ayudarnos.
-En eso tienes razón.- Dijo asintiendo con la cabeza.
Seguíamos en contacto con Mia, pero como el camino hasta su casa era muy largo, íbamos muy pocas veces. Aunque estaba completamente segura de que mi prima podría ayudarnos en lo que queríamos. Se convirtió en una de las mejores investigadoras paranormales según yo. Me había contado muchas cosas acerca de sus aventuras.
Después de escuchar las novedades sobre los alrededores de Kayla, apoyé mi cabeza sobre el pecho de Connor antes se mirarle y preguntar:
-¿Quieres que vayamos a ver si viene Ava?
Connor asintió con la cabeza. Ella también venía a hacer visitas a su hermano y, gracias a lo que le contó Kate, también a mí. Los hermanos solucionaron un gran asunto que les carcomía desde hace mucho: Avalanna se sentía culpable por la muerte de Connor. Gracias a que un día Mia vino a visitarme por el día de mi muerte, pudimos comunicarnos con Ava para explicarle que ella no tenía la culpa.
* * *
Cuando volvimos a casa, todo fue como siempre. Pero lo que hicimos también fue nadar en el lago. Se había convertido en un pequeño ritual entre Connor y yo antes de ir a dormir. Allí siempre hablábamos sobre lo que pensábamos, sobre todo el día... Era como un lugar de pensar.
Esa noche, no digo que fue única y especial, como todas lo eran, pero era una manera de recordar todo. Una manera de recordar que todo esto... había sucedido y que aún no sabíamos el motivo. Pero eso no haría que dejáramos de querernos. Esa noche era una manera de ver cómo era nuestra vida ahora en la muerte y un buen punto de partida para meditar cómo sería en el futuro.
Estábamos besándonos en el lago, nuestros cuerpos enredados el uno con el otro cuando Connor se separó de mí y acarició mi mejilla.
-Rarita, te quiero desde el día en que te conocí y no puedo creer que seas mía.
En ese momento, recordé algo que quizá... debería haberle dicho mucho antes.
-Connor, recuerdo el día en que nos conocimos. Más o menos. Lo recordé segundos antes de morir. Debe de ser verdad eso de que lo más importante, tus recuerdos, llegan en ese último momento, que la vida pasa por delante de tus ojos.
Sus ojos se abrieron como platos y me sonrió.
-¡No me puedo creer que no me dijeras nada en todo este tiempo! ¡Incluso llegué a pensar en recrear la escena para que te acordaras!- Dijo abrazándome más cerca de él. Sus ojos brillaron bajo la luz de la luna. Esos ojos grises que amaba...- Creo que tendría que castigarte de una manera.
Acercó sus labios a los míos con una sonrisa típica y, ¿sabéis qué? Esperé encantada mi castigo.
-Te amo, mi fantasma popular.- Murmuré separándome un poco de sus labios.
-Te amo, mi rarita.- Dijo mientras le escuchaba sonreír antes de unir nuestros labios de nuevo.
Juntos, éramos uno y, ¿la verdad? Había encontrado mi lugar.
ESTÁS LEYENDO
La rarita y el fantasma popular
Paranormal¿Nunca has sentido que no estás sólo del todo? ¿Nunca has sentido a alguien a tu alrededor aunque no puedas verlo? Tranquilo, no estás loco, alguien está ahí de verdad. Pueden recorrerte escalofríos, puedes sentir un soplo de aire contra tu oído, pu...