Capítulo 9

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  -¡Rarita, despierta que vas a llegar tarde!- Gritó Connor en mi oído despertándome.

Solté un chillido y me levanté poniendo una mano en mi pobre oreja derecha. ¿¡Qué le pasaba a este loco!? Recordé el momento en el que nos conocimos. Él dijo que casi le dejaba sordo, pero ahora ha sido él el que casi me deja en ese estado.

En ese momento, me di cuenta de lo que me dijo y miré mi despertador. ¡Mierda! ¡Las ocho! ¡Sólo tenía un cuarto de hora! No llegaría ni de coña. ¿Por qué mierda no me habían despertado mis padres? Ni mi hermana. ¡Ni el idiota de Connor! Se supone que los fantasmas no duermen, ¿no podría haber estado un poquito atento?

Cuando fui a desayunar, descubrí que no había nadie en casa salvo yo... y Connor. Mis padres debían de haberse ido a trabajar y mi hermana ya estaría en clase. Otra vez, repito: ¿por qué mierda Connor no me despertó cuando vio que mi hermana se había levantado? Podría haber tenido más tiempo.

Después, fui a ponerme la ropa y encontré al fantasma popular tumbado en mi cama mirándome sonriente. Le señalé con un dedo.

  -Tú. Vete.- Le dije con el ceño fruncido. No se movió y sonrió.

  -¿Recuerdas la conversación que dijiste que tendríamos?- No sabía a qué se refería, pero continuó.- Pues creo que ya ha llegado el momento.- Se encogió de hombros y sonrió.- Ya te he visto desnuda, así que por mí no te preocupes. Por cierto, buen cuerpo.

Me guiñó un ojo coquetamente y grité. No sabía si estaba enfadada, furiosa, asustada o sorprendida. Aunque las dos primeras eran lo mismo. Me abalancé sobre él con mi puño al aire mientras le pegaba. Él se encogió para protegerse de mi ataque mientras se reía y yo seguía encima de él intentando pegarle. ¿Por qué mierda se encogía? ¡Si lo estaba traspasando! Un poco difícilmente, pero lo traspasaba.

  -Vas... vas a llegar tarde.- Me dijo tartamudeando por la risa.

  -Eres un idiota, Connor, ¿dónde está tu respeto?- Le dije aún golpeándole.

  -Lo perdí cuando te vi por primera vez.- Me detuve confusa. ¿A qué se refería? Me fijé en él, Connor tenía el pelo revuelto, algunos mechones caían sobre su frente y sus ojos brillaban por la diversión. Entonces, estropeó todo lo romántico.- Sí, porque la primera vez que te vi estabas desnuda.

Volvió a explotar en carcajadas y yo volví a pegarle. Despeiné su pelo y me pareció extraño que no se preocupara. ¿No se supone que es un pijo? Unos minutos después, sujetó mi brazo para intentar calmarme. No lo consiguió del todo, pero al emplear la fuerza adecuada, pudo agarrarme. Le sentí más fuerte que nunca, pero de nuevo mi mano volvió a cosquillear y la fuerza desapareció. Dejé de golpearle.

  -No lo decía en serio. La primera vez que te vi estabas estudiando. Eras muy buena estudiante. No entiendo por qué has dejado de serlo.- Me miró seriamente y apartó un mechón de pelo de mi cara.

Suspiré y miré hacia otro lado que no fueran sus ojos grises desconcentrándome. Había acabado a horcajadas sobre él. Mierda. No sabía qué me estaba pasando.

  -Simplemente fue la presión de todo. El miedo a quedar mal. Todo se me complicó y pensé que no me servía para nada.- Confesé sin mirarle.

De nuevo, apartó un mechón de mi cara. Y le miré. Podía notar la preocupación y la tristeza en sus ojos. ¿Por qué se preocupaba tanto por mí? No era necesario.

  -Lo sé. Te conozco desde los catorce años. Cuando vine aquí por primera vez tras morir.

Fruncí el entrecejo. Eso no tenía sentido. ¿Connor había estado aquí desde hace dos años?

La rarita y el fantasma popularDonde viven las historias. Descúbrelo ahora