Capítulo 3

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Ese día, cuando volví de clase, tiré la mochila encima de mi cama y, con un suspiro, me dejé caer de espaldas justo al lado. ¿Le gustaba a Wes? ¿Era eso malditamente posible? Mi corazón latía muy fuerte hasta que me replanteé algo. ¿Y si sólo estaba jugando conmigo? La sonrisa se borró de mi rostro. Tendría sentido, ¿a quién le gustaría la rarita? Así es como mi estado de ánimo cayó en picado.

Noté una especie de brisa en mi habitación, como si la temperatura hubiera disminuido algunos grados. Estábamos en diciembre y pronto nos darían las vacaciones, así que pensé que quizá tenía la ventana abierta. Me incorporé y la observé, pero estaba completamente cerrada. ¿Cómo era esto posible? Entonces, lo sentí. Sentía que no estaba sola. Mi sexto sentido se activó y dirigí mi vista hacia un rincón de la habitación desde la que notaba que me miraban. De nuevo, no había nadie.

A lo largo de mi vida, siempre había leído historias de fantasmas y me habían encantado. ¡Incluso me vicié a una serie de fenómenos paranormales! Intenté investigar por mi cuenta muchas veces, pero esta vez era diferente, era algo serio. ¿Y si realmente había un fantasma en mi habitación en ese mismo momento? Me levanté de la cama hasta quedar de pie y, preparada para correr si era necesario, hablé:

  -¿Hola?

No lo dije muy alto ya que no quería que mis padres pensaran que estaba loca. Me sentía ridícula al escuchar solamente silencio como respuesta. Sonreí. No había nadie, sólo eran imaginaciones mías. Aun así, una parte de mi cerebro seguía pensando que alguien me observaba. En mi mente, comencé a recordar lo sucedido mientras dormía o... estaba en mi "casi-sueño". Los brazos de alguien a mi alrededor, sus besos por mi frente y mi coronilla... Mis mejillas se sonrojaron y un extraño sentimiento apareció en mi pecho. Una especie de calidez y paz... ¿Amor? No, no podía serlo. Quizá era esquizofrénica y me estaba enamorando de mi propia invención. ¡Espera, espera! ¿¡Enamorando!? ¡No! Esa era una palabra demasiado fuerte que sólo utilizaba si me refería a Wes.

Y pensar de nuevo en Wes me hizo recordar algo: la fiesta. ¿Y si iba y trataba de seducirlo? O mejor dicho: enamorarlo. Podría ponerme realmente hermosa. Mi madre me llevaría encantada a comprar ropa nueva, algún vestido sexy que dejaran una buena vista de mis piernas. Con un poco de maquillaje destacaría más y si utilizaba la técnica perfecta para pintar mis labios, todo saldría perfecto. No era creída, pero tenía que admitir que mis labios eran sexys, podrían seducir a cualquiera. ¡Qué pena que mis padres no me dejaran ponerme un piercing justo debajo de ellos! Me haría parecer una chica mala.

Decidí ir a comer antes de que pudiera indagar más en mis pensamientos. Lo había decidido, iría a la fiesta. Kayla estaría muy orgullosa de mí y le daría con un canto en los dientes a Josh por su hiriente comentario del día anterior. Algo por lo que aún no se había disculpado. Ni siquiera se acercó a mí o me dirigió la palabra. Y la verdad es que me alegraba de ello. No quería volver a revivir toda la escena y volver a caer en esa depresión.

  -¡Al fin vienes a comer! Estaba pensando en dejarte sin sopa.- Me dijo mi madre en cuanto me senté.

Coloqué el pelo detrás de mis orejas mientras ella se levantaba de su asiento y me servía un plato. Mi hermana y mi padre seguían comiendo aunque nos observaban.

  -Gracias, mamá, yo también te quiero mucho.- Dije sarcásticamente sonriendo.

Dejó el plato frente a mí en la mesa y me miró con una sonrisa pícara.

  -Hoy estás más feliz de lo normal. Hmm... Algún chico, seguro.

  -¡Noo!- Grité mientras mis mejillas se teñían de rojo.

  -No queremos chicos en esta casa, eh, Christine. Recuerda que lo principal es estudiar.- Dijo mi padre fingiendo estar enfadado.

  -¡Papá!- Volví a gritar. Sólo faltaba que mi hermana se uniera a la conversación.

La rarita y el fantasma popularDonde viven las historias. Descúbrelo ahora