el detector de mentiras II

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Luego de que rubius y lolito se separaran de sus caminos, el hibrido pensó que lo mejor seria ir a minar un poco, después de todo, si necesitarían mas materiales, el quería darlos. 

 quackity se había convertido en su mayor inversión. o al menos eso le había dicho a Luzu, para hacerlo enojar. era verdad que había invertido en la campaña de quackity ya que el se convertiría en la primera dama pero también sentía que quackity, siendo como era de alegre y con mente creativa e inquieta como el, hubiera hecho un karmaland mas interesante, mas prospero. 

aunque también pensaba que era un desastre y que lo poco que rubius hubiese llegado a construir como primera dama, algo hubiera hecho quackity con su descuidada suerte. 

pensaba todo ello mientras seguía picando en las cuevas en el meter, encontrando distintos materiales. luego de varias horas cantando y picando, encontrando un montón de netherita en el proceso, se regreso contento. sentía que los dioses estaban sonriéndole, pues nunca había encontrado semejante cantidad de netherita. 

ya quería ver la cara contenta y emocionada de quackity. poco a poco estaba comenzando a entender como se se sentía dar cosas. 

-espero que esto le alegre -suspiro mirando un poco de aquella piedra especial.

el rostro de quackity no se le había quitado de la cabeza. tampoco el rostro de Luzu ni de vegetta. una parte de el quería ver a vegetta, la parte que lo quería. y la parte que le temía no. y la parte que estaba empezando a odiarle por haber aprobado aquella tortura, menos quería verlo.  pero para rubius, ese odio no era similar al que sentía por Luzu, era un odio combinado con miedo y desconcierto. Luzu no era tan agresivo,  o al menos no lo recordaba así.

 sabia que si algo no era bueno, era ganarse el odio de Luzu ni de vegetta. y ahora que aparentemente el azabache estaba a favor del alcalde, las cosas irían peor.  no podía dejar que nadie de la revolucion fuera atrapado pues terminarían muertos o peor aun, torturados en agonía. prefería buscar una manera de detener al supuesto alcalde, mantenerlo en prisión para que pagara todo y esperaba que vegetta accediera.

cuando comenzaba a pensar en el miedo que le daban, intentaba pensar en quackity. quackity era el sol en sus pensamientos. salió del nether notando como el atardecer estaba ya por asomarse. 

-mierda- se toco el vientre bajo sintiendo una punzada dolorosa-no ahora...- suspiro y miro su casa. se toco la cabeza dándose en cuenta que ya tenia mas de 24 horas sin dormir.  

quackity llevaba todo el día buscando a rubius. lo había buscado en su casa, en la aldea, en la prisión. suerte que tenia la bufanda de invisibilidad y nadie de los ejércitos de Luzu le miraba.  

-¿donde estas cabron? -murmuro nervioso, mordiéndose el dedo gordo, sentía que si era necesario entraría gritando y pateando a la alcaldía para buscarlo. 

camino de regreso y vio la casa del oso nuevamente. hacia  unas horas lo había buscado ahí pero no le había visto. entro nuevamente y con cuidado camino. el cuadro de vegetta seguía ahí, el de Roku, la televisión. luego, escucho un suspiro.

aquello le hizo dar un susto al pato. luego, miro hacia las escaleras de la parte alta. comenzó a subir lentamente y al estar arriba, miro al oso en la cama. este estaba sucio, lleno de polvo y se veía adolorido y cansado. 

-¡hey! ¡rubia tetona! -hablo alarmado, agitándole el hombro. rubius emitió y leve quejido- ¡pinche rubius! ¿Qué te hicieron, cabron? ¡¡hey!! -lo sacudió con fuerza. rubius entreabrió sus ojos y luego, se alarmo, gritando.

-¡¿Quién esta ahí?!¡¿quien esta ahí?! -saco su espada del inventario y comenzó a apuntar. quackity dio unos pasos atrás

-soy yo cabron!

Como Una Maldicion...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora