La última esperanza

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En el claro, los hijos del bosque la recibieron con una presencia que parecía trascender lo terrenal. Emergieron de entre las sombras como espectros del bosque, sus figuras pequeñas y delicadas moviéndose con una gracia sobrenatural. Sus ojos, brillando con una sabiduría ancestral, irradiaban una calma serena, reflejando una comprensión profunda de la misión que Alyssane había traído hasta ellos.

Alyssane, con el rostro marcado por el agotamiento y el peso de sus emociones, avanzó lentamente, sosteniendo a su hijo en brazos. El frío del Norte se hacía más intenso a su alrededor, como si el viento compartiera su dolor y angustia. Con la voz entrecortada y cargada de desesperación, intentó hablar, pero las palabras que había ensayado se desvanecieron en sus labios.

—Mi nombre es Alyssane, de la Casa Targaryen —dijo finalmente, con una solemnidad que resonaba en el silencio del claro. Alzó la vista hacia los penetrantes ojos de los hijos del bosque—. Vengo a rogar que aceptéis a mi primogénito. Su destino no puede hallarse en otro lugar, y el deber que me espera me llevará lejos de aquí.

Una mujer, cuyo rostro sereno y mirada profunda parecían abarcar los misterios del bosque, asintió en silencio. Su voz, cuando habló, era firme y calma, como si la decisión que estaba por pronunciar hubiera sido conocida por ella desde tiempos inmemoriales.

—Está bien, Alyssane. Nos haremos cargo del niño. Pero debes comprender que jamás volverás a verlo ni pisar estas tierras salvajes. Ni ahora, ni en los cien años que vendrán —su tono era inmutable, pero lleno de una compasión antigua.

Alyssane quiso responder, pero la mujer alzó la mano, interrumpiéndola con una voz cargada del peso del conocimiento.

—Los Targaryen no son los únicos que ven lo que está por venir, hija del fuego... Ahora, despídete de tu hijo y cumple con el destino que te espera —sentenció, con una sabiduría que dejó a Alyssane sin palabras.

Con el corazón desgarrado, Alyssane se inclinó sobre su hijo, besando su frente con una ternura infinita. Aquel beso fue su último acto de amor antes de entregarlo a los hijos del bosque. Mientras lo hacía, sus lágrimas, heladas por el gélido aire, cayeron silenciosas, testigos mudos de un dolor profundo e irrevocable.

Montó a Fantasma Gris con el alma desgarrada, rota por el dolor de la separación, mientras el viento helado del Norte se mezclaba con sus lágrimas silenciosas. A medida que el dragón se elevaba majestuosamente hacia el cielo invernal, Alyssane lanzó una última mirada al claro donde había dejado a su hijo, una mirada cargada de tristeza, pero también de esperanza. Sabía que el futuro del niño estaba en manos de los hijos del bosque, custodios de antiguos secretos que el hombre había olvidado. Aún así, el peso de la decisión apretaba su corazón, un dolor que nunca la abandonaría. Con la certeza amarga de haber cumplido con su deber, se dirigió hacia el horizonte, dejando atrás el desolado reino más allá del Muro, donde sus pasos no volverían a pisar jamás.

Con el pasar del tiempo, Alyssane se convirtió en una sombra que merodeaba los bordes de la historia, vigilante en silencio, oculta entre la penumbra del mundo. Su vida se había convertido en un eterno exilio, un viaje sin fin ni retorno. Protegía a su pequeña, una hija nacida en circunstancias tan misteriosas como los antiguos orígenes de su estirpe. La niña, sumida en un profundo sueño, reposaba en una caja hecha de escamas de dragón, una reliquia única que la mantenía en un estado de suspensión, más allá del tiempo y el espacio. Para Alyssane, aquel cofre no era solo una cuna, sino un vínculo sagrado entre madre e hija, un hilo de esperanza que la mantenía anclada en medio de la soledad.

Año tras año, Alyssane observaba cómo el caos seguía marcando la historia de su casa. Los Targaryen, una dinastía forjada en fuego y sangre, parecían estar atrapados en un ciclo implacable de tragedias. Las rebeliones de bastardos y las guerras civiles consumían los reinos, mientras la locura, esa maldición que perseguía a su linaje desde la caída de Valyria, se manifestaba con una ferocidad renovada. La familia, que en otro tiempo había dominado el mundo con dragones y poder absoluto, se desmoronaba bajo el peso de sus propios errores ancestrales.

Sangre de dragón (Aemond Targaryen fanfic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora