CAPITULO II

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Anastasia Weinhooth

El viento toca mi piel semidesnuda como un dulce beso, frío y húmedo. Una lluvia suave cae del cielo, se cuela por la ventana hasta tocar mi piel, sonrió escuchando a Stefan tararear su música favorita.

El olor a cigarrillos y vino llega a mí, me siento en el filo de la ventana, para observarlo cantar y bailar, acercándose a mí sin camisa y con un simple mono que esconde todo lo que me ha dado placer por cinco horas.

—Oh, mi dulce Ann... —su lengua acaricia su labio, le da una calada al cigarrillo mientras bota el aire hacia arriba, abro mis piernas dejando que su cuerpo quede en medio de estas, colocó mis manos en su cintura. Sonrió mientras miro hacia sus ojos, un color café tan adictivo como aquella nicotina con la que se embriaga—. Quiero que pruebes este vino, dulzura.

Toma mi rostro con suavidad, a la vez que lleva la copa a mis labios y me da de beber. Me domina en todo sentido, con simples gestos me hace sentir excitada, sus dedos acarician mi mejilla mientras sus ojos se fijan en como el vino los pinta de rojo.

—Es delicioso... —murmuro, embobada en sus ojos. Lo prohibido siempre será mejor que lo permitido...

—Claro que lo es... Tan delicioso como tus labios —su pulgar hace contacto con mis labios, me abre la boca ligeramente, siente la tibieza de mi boca—, pero tienes labios más dulces que estos, pequeña...

Me entrega el cigarrillo, espera a que empiece a fumarlo, y cuando lo hago, sus manos recorren mi figura, la piel se me pone de gallina mientras veo sus pupilas dilatarse con mi figura, mis ojos se van a su entrepierna, tiene una erección creciendo, trago saliva... Lo quiero junto a mí otra vez.

Sus manos llegan al elástico de mis pantis, sé que estoy jodidamente húmeda, maldita sea se siente tan bien ser deseada de esta forma.

—Voy a besarte, y quiero que gimas tan alto que los vecinos quieran salir y ver lo que te estoy haciendo, quiero que escuchen y vean como satisfago a mi condesa... —su cuerpo va descendiendo entre mis piernas hasta que tengo su rostro frente a mi entrepierna.

—Stefan... —aprieto los dedos de mis pies, nunca me ha besado allá abajo...

Tengo un nudo en el estómago, me da vergüenza saber que va a ver directo... Que va a ver directamente ahí.

—Tranquila, Ann... Estoy frente al paraíso, sólo quiero atenderlo como se debe... —una sonrisa totalmente pícara, nace en su rostro. Trago saliva, y me relajó, vuelvo a darle una calada al cigarrillo, que la nicotina entre en mi cuerpo, tomo del vino que él tenía, me lo tomo todo—. Nerviosa... Nerviosa y apunto de recibir la gloria, lo que te haré en ese lienzo será algo que no creerás princesa.

Sus palabras hacen eco en mi mente, la inseguridad me está ganando, y él lo sabe. Pero puedo resistirlo. Claro que puedo aceptarlo. Volteó sobre mi hombro, las ventanas están cerradas, apenas son las siete de la mañana... Las personas deben estar preparándose para iniciar su día y yo aquí estoy preparándome para que un hombre me lama ahí.

Desliza la braga fuera de mis piernas, quedo expuesta ante él, espero alguna mala cara... Pero besa mi vientre, me canta... Me llena de besos desde el ombligo hasta mis muslos... Sube uno de ellos a su hombro, pasa la lengua sobre mi piel... Aprieto las cortinas...

Dios no existe, ¿A que mierda le rezo en este momento? Vuelvo a fumar, tengo garras en el estómago, me rasguñan y mi mente grita: ¡Cálmate, y disfruta!

Lost SoulsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora