CAPITULO XIV

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Anastasia Weinhooth

—Nada de esto me da buena espina... —le susurro a Cold, he pasado toda la noche sin dormir presintiendo que algo malo sucederá.

—Deja de pensar en lo negativo. Tendrás lo que quieres —me responde muy tranquilo, ya hice mis maletas y ya se las están llevando.

No entiendo porque tanta tranquilidad, no entiendo porque tanto... No entiendo porque parece que solo me voy de viaje.

—Esto no es normal. ¿Qué hiciste? Esto se supone que era a escondidas.

—Ya no lo es...

—Juliana...

—Lo sabe.

—¿Y...?

—No debes pensar en ello, solo cuida del mini mostrico que tienes dentro. Ese bebé no ha nacido y ya alboroto el avispero, no quiero saber que hará cuando vea el sol.

Sonrió, extrañada, pero lo hago. No pensé escuchar eso de Cold. Él mismo me ayuda a colocarle el abrigo y a sacarme de mis aposentos.

Veo todo, de arriba a bajo. La mayoría de los recuerdos aquí son tan... Malos, tan negativos, pero aún así, hay risas en los salones, hay susurros y travesuras en los corredores. Hay juegos en las habitaciones, y secretos bajo las sabanas, no fue tan malo, hay algo de amabilidad y bondad entre tanta miseria.

Bajamos las escaleras principales, me giro a terminar de ver lo que se suponía era un hogar, al inicio de las escaleras está Juliana.

Me da un escalofrío de solo verla, me quedo tiesa, sin caminar. Cold gira a ver lo que yo veo.

Ella me ve a los ojos, puedo distinguir el resentimiento, tal vez odio, decepción, y probablemente, tristeza... ¿Tristeza? Creo que es eso. O es lo más parecido.

—Vamonos... —Cold me arrastra a la salida, me monta en una camioneta, parpadeo dentro de está.

—¡Hola hermanita! —el grito de Lauren me asusta—. Me voy a Francia también.

—¿Qué? —la veo confundida.

—No te emociones mucho —me dice Cold, quien se ha montado de copiloto.

—Ire a dónde papá y mamá, tú no sé a donde vayas,  aún retiro espiritual me dijieron.

—¿Y Nathan? —veo a Cold, y luego al castillo.

—Se quedará, yo regresaré después de dejarlas...

El estómago se me remueve, y me siento triste. Mi Nath... Él debe de estar aquí.

—Al menos estoy yo —me dice Lauren—. Soy más divertida, más carismática, canto bonito... —empieza a hablar, casi que le salen bocas en los codos y habla por ahí también. Me hace reír y olvidar un poco de la tristeza, pero no saco de mi mente a mi Nath...

Aprecio a la intención que mi hermana tiene con todo esto, pero... No es a quienes esperaba ver.

Sesenta y seis día después

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