CAPITULO VII

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Anastasia Weinhooth

Quería ver a Lauren, pero no pude. Nathan se fue a buscarla, espero que la encuentre y me avise pronto. Esta ansiedad me está matando.

Tocan la puerta dos veces, para dar paso a un guardia que me indica que me están esperando en el sótano, en los calabozos para ser más específica. Solo Juliana sabe a qué pobre alma va a torturar en esta ocasión...

¿Y si es Lauren la que está ahí abajo y es quien va a ser torturada? Me preocupo más de lo que debería. Debo relajarme o caeré en locura.

—En un momento saldré. Necesito un par de minutos, espérame fuera de la habitación—informo al guardia. Asiente y se retira de mi habitación.

Me acerco al armario. En tacones y vestido no iré a ese lugar. Me cambio rápidamente por un par de botines y una ropa que no me incomode a la hora de hacer cualquier mandado. Recojo mi cabello rápidamente. Tengo que ir preparada para todo.

Salgo de la habitación, el guardia no duda a la hora de empezar a caminar, llevándome a la entrada de los calabozos. Bajo las escaleras de piedra.

—Anastasia —volteo antes de entrar al corredor al que me guían—. Espero que me hayas extrañado hermanita.

Cold sonríe, está a mitad de escaleras. Sonrió, viéndolo ahí parado. Mi hermano mayor, mi héroe. Espero a que termine de bajar para poder abrazarlo fuertemente. Cómo lo extrañé.

—Estoy muy feliz de verte, aunque nuestro encuentro sea precisamente en este lugar... —murmuro, escuchó eco en este corredor. Apenas estamos entrando a la boca del lobo del castillo.

—Entre más rápido cumplamos con la orden, más rápido saldremos —me indica que siga caminando, asiento siguiendo su orden. El guardia avanza por los corredores de piedra.

Pasamos por varios calabozos, escucho lamentos, llantos, gritos, algunos piden ayuda mientras otros piden la muerte.

Este castillo tiene cientos de años, sus murallas están manchadas de sangre. Los Weinhooth, desde sus inicios, no tuvieron piedad con los desobedientes, los ingratos, los criminales. No diferenciaron género, edad, raza, nada... No les importaba nada, solo que cumplieran con la ley, de lo contrario la pena sería grande. He aquí la mayor prueba de ello.

Juliana no sé quedó atrás, mantuvo el régimen que mi abuelo y sus antepasados tuvieron, mantiene el mismo gobierno y las mismas leyes para todos. Es su territorio, este es su ducado, nadie la va a contradecir. Menos porque la familia real, el Rey, está consciente de las mutilaciones, las torturas, las muertes y los rumores que rodea está fortificación.

—¿Cuando seas el duque de este castillo... Mantendrán este orden? ¿Seguirás estás tradiciones? —le susurro a Cold.

—Tal vez lo haga. Muchas personas tienen merecido esto, cambiaré lo que se deba cambiar, pero dejaré unas cuantas cosas en vigencia —lo veo, atemorizada. Él me sonríe de forma reconfortante—. Tranquila, la diferencia es que yo no obligare a nadie a hacer algo que no quieran. 

No sé si eso siga siendo bueno o malo. Supongo que depende del implicado.

El guardia abre una puerta tras otra, nos lleva al calabozo especial de Juliana.

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