Capítulo 1

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Esta es una historia para mayores de 18.
Contiene escenas de sexo explícitas.
Si no te gusta esta temática por vafor no lo leas.

HACÍA UNOS MESES QUE MÓNICA vivía sola en su nuevo apartamento. El divorcio había sido algo traumático pero ahí estaba encarando el futuro con optimismo. Disfrutaba por primera vez en años de su libertad y de no rendir cuentas a nadie. Deseaba pasar página lo más rápidamente posible.

Era una mañana de sábado triste y gris, llovía y el viento azotaba fuertemente las ramas de aquel árbol de su patio trasero.

Le daba pereza salir de la cama con el frío que hacía.

Miró a su alrededor y la habitación se le antojó grande para ella sola. Hasta hacía poco había compartido la cama con su marido y a esas horas habrían estado disfrutando de un buen polvo matinal, pero ahí está ella sola mirando al otro lado de la almohada vacía.

Una vez su propio marido abusó de ella. Fue al principio del matrimonio. Habían discutido. La convivencia se les hizo difícil, no se conocían lo suficiente.

—Te digo que al menos podrías recoger tu ropa en vez de dejarla tirada por toda la habitación.

—Y después la recojo no?, no sé por qué te tienes que poner así. —Refunfuñó Dex  mientras iba recogiendo prendas del suelo y llevándolas a la lavadora.

Mónica doblaba ropa que llevaba dos días tendida en el tendedero.

Dex la observaba con una sonrisa en la boca.

—¿Sabes que te pones muy guapa cuando te enfadas?

—Pues yo de ti no me hablaría porque de verdad que estoy de mal humor.

—Dame un beso, tonta.

—Déjame en paz -dijo Mónica apartándole la mano.

Pero Dex no se dio por vencido. Se acercó más para besarla mientras la rodeaba con los brazos.

—Que pares te digo. Que hay mucho por hacer. Podrías ayudar al menos...

No acabó la frase porque Dex la silenció con sus labios mientras introducía la lengua en la boca de Mónica. Ella forcejeó para librarse de él. Pero Dex había conseguido introducir una de las manos bajo la blusa y se había apoderado de uno de sus pechos que apretó fuertemente.

—¡Me haces daño! ¡Suéltame!

Dex hizo caso omiso de las quejas de su mujer. Le excitaba verla tan airada. Cuanto más se revolvía ella más crecía su deseo. La zarandeó hasta llevarla a la habitación y tirarla sobre la cama.

—¿Pero qué haces? ¿Estás loco?

De un tirón le abrió la blusa y casi le arrancó los pantalones. Dex se bajó la cremallera para liberar su verga que ardía de deseo. Se abalanzó sobre ella sin darle tiempo a incorporarse. La agarró de las manos para que no le pudiera arañar y la penetró con fiereza mientras acallaba sus gritos con su boca llenándola de saliva.

Dex gruñía cada vez que la ensartaba hasta el fondo mientras Mónica luchaba por librarse de su peso que la aplastaba.

—Estás tan húmeda... mmm... me vuelves loco de deseo.

Sin darse a penas cuenta le dio la vuelta y subió su trasero. La penetró y empujó su cuerpo hacia él a la vez que la penetraba. Gemía, mientras Mónica gritaba al borde del histerismo. ¿Cómo se atrevía? La estaba violando su propio marido.

La mano izquierda de Dex se asió a sus caderas y aceleró el ritmo.

—Oh, Dios... —gritó

Aceleró,  follándola como un animal durante minutos. Dentro. Fuera. Dentro. Fuera. Con fuerza. Cada vez más hondo. Cada vez más fuerte.

La penetraba por detrás sin delicadeza, con brutalidad. Gritó. Empujó dentro y fuera otra vez y se corrió mientras entraba y salía de ella, dejando parte del semen entre las nalgas y el resto en el interior. La soltó jadeando. Agarró su polla y la paseó entre las nalgas. La penetró una vez más y después... se dejó caer sobre ella.

—Me pones tan caliente. Tu culo pide a gritos que lo folle.

Mónica se rindió sollozando. Lo odió.

—Te quiero —la besó en el cuello. Pero ella no le devolvió el beso.

Se tumbó a su lado y le cogió la cara entre las manos.

Esa fue la primera vez, le seguirían muchas otras. Siempre afirmaba que Mónica dormía con una sonrisa después de que él la follara a lo bestia sin ningún miramiento.

Después de años de matrimonio, aprendió a disfrutar del sexo duro con él, aunque solían recurrir a juguetes para que ella alcanzara el orgasmo. Pero la convivencia se volvió insoportable así que se terminó.

Sin darse cuenta su mano se introdujo en el interior de sus braguitas y un par de dedos empezaron a  jugar con su clítoris. Estaba húmeda y el interior de su sexo ardía.

Era sábado por la mañana y no tenía nada que hacer. Estaba sola en el apartamento así que sacó su satistycer y después de lubricarlo con su saliva, lo introdujo en su vagina que ansiaba ser follada con violencia. Se lo introdujo hasta el fondo.

—Ah, joder..., joder. —Mientras se acariciaba el clítoris. Sentía que se deshacía y que iba a correrse. Necesitaba correrse con el consolador clavado en ella. Mónica se movía y arqueaba abriendo más las piernas para llegar más al fondo. Un orgasmo explotó llenándola de placer y dejándola exhausta sobre la cama jadeando, con el corazón a mil.

Dejó el consolador dentro hasta que recuperó el aliento. Lo sacó con cuidado. Estaba impregnado con sus flujos, el orgasmo había sido muy intenso, lástima que tuviera que gozarlo sola.

Si le está gustando esta historia no olviden darle mucho amor y comentar

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