Capítulo 2

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Historia clasificada para adultos. Lenguaje obsceno y escenas con sexo explícito. Si no te gusta este tipo de temas no lo leas, por favor.

A LA MAÑANA SIGUIENTE se despertó temprano le apetecía salir a caminar a primera hora de la mañana. Los rayos del sol se filtraban por la ventana de la cocina mientras se preparaba un café. Miró los mensajes del teléfono mientras tomaba el primer sorbo de café. El grupo de compañeras de trabajo siempre estaban igual el domingo. Algunas estaban solteras otras casada y otras más como ella divorciadas o separadas. Cada cual contaba su última experiencia sexual del fin de semana.

Debía ser la única que no tenía nada que contar. No le gustaba que nadie supiera que satisfacía sus necesidades sexuales con un satisfycer.

A Marta su último ligue le había comido el coño hasta correrse en la boca de un chico de veinte años, Andrea había follado como una posesa en la caravana de un hippy. Lourdes estaba casada pero había hecho su primer trío con otra chica, todo para tener feliz a su maridito.

Se le ocurrió preguntar cómo hacían para conocer a tanta gente diferente cada semana. La contestación no tardó en llegar. Una web de citas.

No confiaba mucho en ese tipo de páginas, pero le picaba la curiosidad.

Encendió el ordenador y buscó la mencionada web. No tardó ni dos minutos en registrarse y ya la estaban saludando cuatro hombres. Vaya, no pensaba que fuera tan efectivo.

Cómo ha cambiado el mundo. En sus tiempos, la gente salía e interactuaba, tal vez con suerte se conocía a alguien en la discoteca o en algún bar, pero ¿en una pantalla de ordenador?. Apagó el ordenador y salió a caminar con los auriculares puestos.
Llevaba quince años casada. No había conocido a ningún otro hombre. Así que su experiencia con el sexo contrario se reducía a Dex. Después del divorcio había necesitado un tiempo sola para cerrar esa etapa de su vida. Aunque últimamente sí que estaba dispuesta y abierta a lo que la vida le deparara.

Dio un largo paseo cerca del mar y regresó a casa. Se disponía a sentarse en el sofá para leer un libro cuando pensó otra vez en esa página de citas. Encendió el ordenador de nuevo solo para echarle una ojeada. Tenía setenta mensajes.

—¿Pero qué es esto? —se preguntó atónita.

Setenta hombres que le mandaban un saludo. Desde luego no podría contestarles a todos, se pasaría la mañana delante del ordenador si lo hacía. Debía seleccionar. ¿Quién parecía más interesante?

Se decidió por uno que le preguntaba si había salido de fiesta. Su nombre Frank, taxista unos cuarenta y tantos años, metro ochenta, ojos marrones, complexión atlética. Pelo canoso.

No tenía muy claro si contestar o no. Pero al final lo hizo y estuvo hablando con ese hombre durante un par de horas. Era domingo y Frank la invitó a comer para conocerse, sin ningún compromiso. Quedaron en un restaurante del barrio. Mónica pensó en que no estaría mal conocer a gente nueva.

Decidieron tomarse el café en casa de Frank. No le daba muy buena espina ir a casa de un hombre al que no conocía pero suponía que era mejor dejarse llevar.

En cuanto cerró la puerta del piso la besó mientras le iba arrancando las prendas de vestir. Él se libró de la ropa de camino a la habitación. Se quitó del slip para dejar al descubierto su dura y gruesa polla. Desde luego estaba bien dotado. Nunca había visto el miembro de un hombre de ese tamaño. Se tendieron en la cama, Mónica se abrió de piernas dejando su sexo bien abierto y Frank la penetró, abriéndose camino más y más profundamente hasta que ella empezó a gemir y jadear.

—Me pones muy caliente—dijo bajando la cabeza hasta uno de sus pecho pasándole la lengua sobre el duro pezón sin dejar de entrar y salir de ella.

Mónica arqueó la espalda cuando Frank empezó a succionar el pezón y a recorrerlo en círculos, apretándolo con los dientes.

Ella jadeaba y se retorcía bajo su peso, llevaba tiempo sin compañía masculina. Y era increíble como follaba, como un verdadero macho. Estaba casi al borde de la locura y le arañó la espalda en varias ocasiones lo que no hacía otra cosa que intensificar la fuerza de las envestidas. Frank gruñó.

—¿Te gusta?

Ella era incapaz de pronunciar una palabra, asintió con la cabeza cuando un intenso orgasmo estalló en su interior pero Frank no bajó el ritmo sino que lo intensificó y siguió follándola sin contemplaciones.

Se abandonó al placer pero al cabo de un momento sintió que se iba a correr de nuevo.

—Más... —pidió Mónica.

—Todo —contestó.

Las piernas de Mónica se entrelazaron en la parte baja de su espalda y él la cogió de las muñecas y la sujetó sobre el colchón.

Mónica se corrió sujetándose a él, aspirando su olor mezcla de perfume y sexo. Frank se dejó llevar embistiendo una y otra vez.

—Joder... puta —gritó.

Se quedó quieto dentro, muy dentro de ella y su cuerpo se tensó por completo. Sus labios se pegaron jadeando. Su corazón sonaba a mil y su cuerpo sudoroso se fue relajando poco a poco mientras sacaba la polla de su interior. Acababa de correrse llenándola por completo de su leche espesa y caliente. Se desplomó a su lado. Los dos quedaron inmóviles recuperando el aliento.

—Jamás me había corrido más de una vez con un hombre.

—¿No? —le preguntó él sonriendo satisfecho. —Pues ya tocaba un poco de alegría. Eres un auténtica fiera.

Las paredes vaginales habían aprisionado su miembro succionándolo como unos labios, rozandolas como si estuviera follando un culito.

No hablaron mucho más pero intercambiaron los teléfonos y quedaron en mensajearse.
Frank la besó justo antes de salir por la puerta y Mónica pasó el día como en una nube. A parte de su marido no había conocido a ningún otro hombre así que no tenía con quien comparar pero Frank era un amante excelente. La había ensartado y embestido como un auténtico semental. Le hubiera gustado chupársela antes pero pensó que tendría tiempo de hacer otras cosas en la cama con ese hombre. Suponiendo que la llamara claro.

Frank se duchó en su casa prefirió dejarla ahí en la cama recién follada y bien corrida. No le gustaba intimar demasiado con sus amantes. Tampoco repetía demasiado con la misma mujer. Porque sino ellas se enamoraban y le pedían una relación y él no deseaba atarse a nadie. Era un mujeriego empedernido. Le gustaban demasiado las mujeres como para limitarse a una sola.

Pero esa, tenía algo diferente a las demás. Follaba como una diosa. Cuando la había penetrado los músculos de su sexo se contrajeron para abrazar su polla completamente lo que contribuyó a aumentar su deseo. Cada vez que embestía sentía una oleada de placer que le hizo muy difícil contenerse y no correrse en ese mismo momento. Y oírla gemir y jadear le había vuelto loco por completo. En cuanto ella se corrió por segunda vez no pudo aguantar más y dejó de controlarse. Se corrió a gusto en su interior. Notando como le iba llenando el coño con su semen.

En ocasiones su polla se había puesto flácida porque sus amantes no despertaban el suficiente deseo sexual pero Mónica era una bomba explosiva y además tenía unos pechos perfectos, daba gusto chuparlos. Tenía unos pezones que invitaban a morderlos suavemente. Había podido comprobar que a ella le gustaba que lo hiciera. Había pocas mujeres que lo hubieran hecho gozar tanto como lo había hecho ella esa tarde.

Gracias por leer mi libro. No olviden darle mucho amor y comenten. Eso me anima mucho.

Deseo CarnalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora