Capítulo 11

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Contenido adulto. Con escenas de sexo explícito.

Frank no solía darle demasiadas vueltas cuando decidía cortar una relación. Había demasiadas mujeres en el mundo y sus relaciones no duraban más de un par de meses. Odiaba encariñarse con nadie, prefería la novedad de descubrir un nuevo cuerpo. Pero por alguna extraña razón le quedó un mal sabor de boca al dejar a Mónica. La espontaenidad y el temperamento fogoso que no parecía saber controlar le resultaban divertidos. Era tempestuosa, pero adorable. ¡Oh, sí! Más que eso. Le resultaba atractiva y eso dinamitaba su tranquilidad. No le quedaba otra alternativa que admitir que su solo recuerdo le trastornaba. Había borrado su teléfono así que no podía contactar con ella, pero en cambio conocía su coche y donde vivía. Una noche se acercó a su calle y no le resultó difícil encontrarlo y dejarle una nota en el parabrisas con su teléfono.

Mónica bajó a las siete y media para ir al trabajo. Le parecía estar flotando en una nube después de la noche que pasó junto a John. No entendía de ninguna de las maneras como su mujer podía resistirse a tal placer y no tener ese miembro bien alimentado y atendido. Ella se lo perdía.

Al llegar junto al coche vio el papel, pensó que se trataba de propaganda pero al darle la vuelta vio un teléfono terminado en treinta y cuatro. Le sonaba ese número, no podía ser otro que el de Frank. ¿Qué querría? ¿Acaso lamentaba haberla dejado?

Durante el desayuno introdujo el número en su teléfono y preguntó quién era.

—Soy Frank, ¿follas mucho? —Preguntó sin tapujos.

—Bueno no mucho. —Mintió Mónica.

—¿Ah no? Si quieres echamos un polvo.

A Mónica le molestó esa respuesta, ¿Acaso creía que podía despreciarla y volver como si nada?

—He conocido a alguien. —Contestó, pensando que así Frank se daría por vencido.

—No pasa nada, no soy celoso. Es más, me excita saber que te estás tirando a alguien más. Es morboso. Tú eres muy fogosa y necesitas estar bien atendida. ¿Quedamos?

Estaba decidida a zanjar esta conversación y dejarlo de la misma manera que él había hecho con ella.

—Él no se enterará. Puedes quedar con él y después conmigo y no lo sabrá. Soy discreto, nunca te comprometería, puedes estar tranquila.

Era tentador, podría tener sexo casi a diario si quedaba con los dos. De todas maneras John vivía con otra mujer y ella en cambio estaba sola y no tenía compromiso con nadie.

—Disfruta del sexo, porque el sexo te hace libre. Folla cuanto quieras y con quien quieras no tienes que dar explicaciones a nadie.

En eso tenía razón.

—De acuerdo, mañana. En tu casa.

Se dibujó una sonrisa de satisfacción en los labios de Frank, Mónica era increíble en la cama.

—Quiero que vengas desnuda. Solo con un abrigo largo.

¡Ufff! Esa imagen había hecho que su entrepierna se humedeciera instantáneamente.

Ocultaría su desnudez bajo aquella prenda de ropa. Nadie sabría que en realidad solo llevaba unas medias y unas botas.

Pasó el día molestamente envuelta en un extraño calor, el sexo le ardía. En ocasiones  imaginaba que en alguna vida anterior seguro que habría sido prostituta. Se imaginaba en algún burdel atendiendo a varios hombres a la vez durante toda la noche. Satisfaciendo los más oscuros deseos de sus clientes más exigentes.

Le excitaba la idea de llegar a casa de Frank tal como vino al mundo y desabrocharse el abrigo lentamente para su entera satisfacción descubriendo poco a poco sus encantos. Se sentía especialmente excitada cuando cubrió su desnudez con un abrigo largo y solo se veían unas botas de tacón y una medias negras. Cubrió su cuello con un pañuelo y salió así de su piso. En el ascensor se encontró con el vecino de abajo que la saludó sin sospechar que en realidad iba a salir desnuda a la calle. El aire era fresco y sintió la brisa colarse a través del abrigo. Se acercó con paso decidido hacia su coche y condujo hasta la casa de Frank. Dejó el coche justo delante. Sabía que Frank había dejado la puerta abierta, así que entró sin llamar.

Deseo CarnalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora