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— ¿Dónde estuviste todo el fin de semana? — le pregunta Auron una vez llega a su lado haciendo que se golpee la frente con su casillero y termine quejándose — mierda tío, estás sangrando. Seguro te queda una cicatriz como la de Harry Potter — le pasa un brazo por los hombros y lo guía para que camine a la enfermería — como sea, ¿no quedamos en qué irías a mi casa y pasaríamos el fin de semana jugando? — Abre la puerta que le quedaba a solo unos metros.

Lo primero que se encuentra es a Rubén recostado en la camilla, con los ojos fijos en el techo — estupendo, solo me faltaba esto — la enfermera sale del cuarto en el que guardan los medicamentos y después de saludarlos rápidamente se dirige a Rubén y le cambia la compresa de agua que tenía en la frente.

Luego regresa a ellos y le atiende la herida — No es nada muy grave — le dice cuando ha terminado de limpiar la herida — pero tienes que tener cuidado, puedes volver una vez terminen tus clases y volveré a limpiarla.

Puede ver a Auron mandar mensajes cerca de la entrada y aunque podría ir con el prefiere acercarse a Rubén — Hola — le saluda apenado de interrumpir lo que parece ser su siesta. El chico abre uno de sus ojos y le sonríe levemente.

— Hola

— ¿Que te paso? — Rubius suspira.

— Parece que haber salido ayer al cine contigo sin suéter y no cambiarme a ropa seca después de habernos mojado apenas llegar a casa hizo su efecto — suelta una risita divertida.

Juan niega con una sonrisa de lado — ¿volverás a casa?

— Después de un examen a mi segunda hora. — el de lentes asintió un par de veces.

— En ese caso iré a verte más tarde, te llevare algo de sopa ¿de acuerdo?

Rubén no pudo contestarle porque a penas terminar el chico ya se había ido pero su corazón latió con fuerza y está seguro que sus mejillas se habrían sonrojado si no estuvieran ya de tono carmesí por la fiebre que tenía.

Horas más tarde, Juan llegaba a casa del teñido después de haberle insistido a su madre para que le ayudara a preparar su sopa de pollo con la excusa de sentirse culpable por la enfermedad del chico.

Toco un par de veces hasta que fue el mismo teñido quien le abrió la puerta, con un gorro café y una manta encima, con la nariz roja y los ojos levemente hinchados — te vez horriblemente mal – le dijo con una mueca a lo que él otro rodó los ojos y lo dejó pasar.

— Hombre Juan, no esperaba algo más — suelta una risita y se sienta en el sofá palmeando el lugar a su lado, el otro lo sigue y una vez sentado saca un contenedor de su mochila — ¿Qué es eso?

— Te dije que te traería sopa — le dice con una sonrisa

— No tenías que — murmura Rubén, con el corazón latiendo fuerte una vez más. Mira el recipiente y no tarda en tomarlo, luego vuelve al de lentes que dice algo que no logra entender a pesar de escucharlo.

No entiende muy bien que es lo qué pasa pero su corazón desenfrenado no se detiene, es extraño. Se siente tan cómodo como con Samuel los primeros meses pero la sensación permanece así como lo hizo con Quackity.

Pero no puede estar enamorado otra vez ¿o si?

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