11

16 0 0
                                    

Entonces regresará mi conciencia al cerro: mis piernas no se pueden mover, tengo espuma en la boca, mis ojos miran a todo y la nada. Estoy tirado de bruces. Estoy inmóvil. Estoy muriendo.  Es ensoñación todo lo que vi: Carmina y su olor a rosas podridas, el conejo que levitaba, la casa colonial, el tocador de madera casi putrefacta, todo es una ensoñación. Todo es un vistazo a un futuro que no existirá.

Todo se mueve lento y veo sus ojos verdes mirándome sin piedad: aun desea venganza, aun desea mis labios, aun desea todo lo que tenga. 

Serás mío para siempre

Serás mío para siempre

serás mío para siempre

Ella ríe y susurra como si estuviera loca. 

Ella ríe mientras sigo con la espuma que poco a poco me ahoga, mis lagrimas corren por mis mejillas y ella, sigue mirándome con deseo. 

-¡Me perteneces, justo como el conejo que has matado! ¡Ese conejo era mío!

Mi último suspiro sale de mi cuerpo ante la frase mencionada... ¿ese conejo era suyo? ¡¿Ese conejo era suyo?!

Dejo de sufrir inmediatamente, siento ligereza en todos los aspectos y soy capaz de verme a mí mismo desde arriba: la imagen es deplorable, grotesca, aterradora.  Estoy tirado, con los ojos abiertos cual platos, la espuma parece saliva que se escurre, mi playera y chamarra están sucias, mi gorra roja está tirada en la hierba y la espesa bruma adorna el tétrico conjunto. 

¡Estoy muerto! ¡No puede ser! ¡Mis padres! ¿Dónde están mis padres? ¡Mi madre! El ser que más amé en la tierra aun con su indiferencia y el poco afecto que mostraba. Mi padre, que a pesar de tener mil y una aventuras, me alejó desesperadamente de ese camino. Ellos que me dieron la vida... estudios. Buscaron que las cosas fuesen distintas para mí.

-¿A qué te ves horrible? ¿No es así?- Carmina está parada junto a mí,  con los brazos cruzados y riéndose

-¿Por qué te da tanta risa verme así? ¿O sea que siempre fuiste un fantasma?

-Pues...- Carmina saca la lengua como en forma de burla.

De repente, no veo nada, solo una luz blanca literalmente al final del túnel, a través de un vacío lleno de oscuridad. 

-¿Carmina? Carmina?

-¿Caleb? ¿Dónde estás?

-Es lo mismo que yo me pregunto, ¿Dónde estamos? ¿Tú tampoco ves nada? 

-N-no

De repente, Carmina me ve a mí y yo la veo a ella. 

-Caleb, yo ya había pasado por esto y créeme que no lo quiero volver a intentar

-¿Cómo?

-Me morí hace muchísimos años, en 1604, y yo ya venía por este camino pero tenía ganas de vengarme. No sé si ahora si esté lista para irme. 

-De quién te quieres vengar, no entiendo

-De mi familia y me quería vengar de ti por comerte a mi conejo

-Carmina... ¿en qué cabeza cabe que haya un conejo que viva durante siglos? ¡No me comí a tu conejo! ¡Seguro me comí otro! Además, eso fue una visión mía en la que, no sé como rayos te metiste. 

-Por alguna extraña razón entré, tampoco sé como lo hice

-Bueno, aun así quiero disculparme, el ente de tu conejo verdadero me dijo que pasaste por cosas muy feas... seguro el era tu confesor. Carmina, tu conejo dijo demasiado, me lo dijo telepáticamente mientras me perseguías, me contó que tu familia era pobre, que creía que estabas maldita por qué naciste una noche de luna llena y apareció un conejo durante el parto, y que para sus creencias familiares eso era mal augurio, me dijo, que siempre fuiste la apestada de tu casa, y que hasta que creciste, empezaste a ser tan hermosa que, un día, un viejo ofreció dinero por ti, y entonces te usaron como sustento de la casa. Te compraron ese vestido rosa para que pudieras pasearte con los sujetos y hacer el resto. Ellos pudieron salir por momentos, de su estrato social... de hecho, algo muy raro para la época en que vivías, sinceramente.

Las tres noches del conejoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora