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Llegará el día en que tendré que irme del pueblo. Tomaré un autobús con destino a la Ciudad de Oaxaca y pronto iniciaré una nueva vida. Buscaré un empleo de medio tiempo para acomodar los gastos que haré y entonces, estudiaré mi anhelada carrera. Estudiaré tanto que mi madre no se preocupará por que no sea nadie en la vida, aunque, muy honestamente, ya soy alguien.. pero tal vez seré mejor, si es que lo queremos llamar así. 

-Hasta luegooooo-gritarán mis padres

-Hasta luegooooo-gritaré yo 

Y el viaje iniciará en una sinuosa carretera durante la noche , rodaré, rodaré, rodaré....

Y el camión se parará en seco, dará un frenón que hará que se descontrole un poco el camión, pero no lo suficiente para sufrir un accidente.

Entre el humo, la polvadera, y el rechinar de las llantas, el conductor se bajará a ver que ha pasado. Intentaré mirar desde la ventana de mi asiento que hace el hombre y si podemos continuar el camino. Las luces del camión iluminarán un bulto.

-Bah, atropellé a un conejo...- espetará  en un tono agridulce

Y yo, sentiré un escalofrío tan helado recorriendo la columna vertebral que saldré del trance  y veré en la ventana, clavados fijamente en mi dirección, un par de ojos rojos viéndome desde un matorral iluminado por la luna llena,  al lado de la carretera. Será un conejo, igualito al del cerro. 

Moverá sus orejas, sus bigotes, me dará a entender que me tiene en la mira. Y entonces, correrá hacia su difunto compañero  para olerlo e intentar buscarme con la mirada otra vez. Esos penetrantes ojos rojos seguirán "escaneándome" hasta que yo, conseguiré ponerme nervioso, débil , me sentiré tan pusilánime, que no tendré más remedio que apartar la mirada, mientras el señor que se sentará a mi lado, me mirará de reojo con cierta incomodidad. 

-Vaya frenón que se ha dado, ¿eh?- diré intentando salir de esa espiral. 

-S-si. Hijo... estás muy pálido, ¿te sientes bien? ¡No me digas que este frenón te ha puesto mal! ¡Ay! ¡Los jóvenes de ahora...! De verdad que no aguantan nada, en mis tiempos....

Oiré que el viejo hablará mientras mi respiración se agitará por que los ojos del conejo se podrán salir de mi retina, de mi memoria...

-Ah que cosas, vivir en la sierra es una friega...-el viejo continuará su discurso. Y parece que continuará hasta que lleguemos a Oaxaca... tal vez.

Las horas pasarán y llegarán los primeros de luz a la ventana. El viejo estará tan plácidamente dormido que no habrá más discursos.

Llegaré a Oaxaca, a una terminal de autobuses que me dejará impresionado de lo grande que es, caminaré cargando mis cosas, y seguiré la dirección que me anotarán en un papel. Demonios, no conoceré nada en la ciudad...

-D-disculpe...- una señora me empujará con su morral cargado y su bebé envuelto en un rebozo- b-buen día...-otro señor me empujará con sus cajas de huevo amarradas con rafia a manera de veliz. 

Tendré que acercarme a un policía y le preguntaré por la dirección dada.

-Eso está un poco lejos, hijo. Podrías tomar tal camión, o puedes pedirte un taxi. Mira, ahí están...- me señalará una hilera de camiones que recogen filas interminables de personas y luego, señalará unos carros amarillos dispuestos de la misma forma. 

-Iré a ese camión, si me pierdo, alguien de todos ellos me podrá ayudar- le diré al policía agradeciendo.

Me subiré e iré mirando el paisaje de la ciudad. Tantos carros, colores, formas...

-Mira niño, cuando lleguemos a ese letrero azul, te bajas, ya solo tendrás que buscar la casa de tu hojita...- me dirá una mujer que tuvo la amabilidad de guiarme. 

Bajaré respirando el aire de ciudad, satisfecho, triunfante. 

Caminaré por las calles buscando aquella casona colonial que según entendí tenía ciertas características...  

Me pararé frente a ella al llegar y miraré de arriba a abajo. Tiene que ser una broma. ¡Está a punto de caerse! Las parede de adobe añejo, la madera de las ventanas casi putrefactas, los vidrios endebles y los rayones de aerosol para terminar el decorado. 

Me quedaré absorto mientras buscaré ver la hora. Cielos, faltarán 10 minutos para que esos familiares lleguen y me den instrucciones para lo que me tocará hacer como cuidador de esa casa. 

-¿Tú eres Caleb?- preguntarán un señor y una señora con unas carpetas bajo el brazo. 

-S-si- contestaré nervioso- Caleb Suárez Pablo.

-Mujum- rumiará la señora de cabello teñido de rubios y castaños, pero que mantendrá ese aire de la gente de nuestro pueblo, recatado y serio- bueno, pues vamos a entrar para que te explique bien. 

Abrirá el señor la puerta pesada de madera podrida y me harán pasar a una especie de pasillo de paredes blanquecinas, enmohecidas, con partes desgajadas que dejarán ver el adobe que las compone, un largo y alto arco que parecerá ajarse cada vez más, rejas de herrería que se mantendrán firmes y coloreadas apenas, pudriéndose y picándose por el paso del tiempo.  Luego,  un patio, con una vieja fuente en medio, y varias puertas alrededor. 

 -Como verás Caleb...- hablará el señor, que no pareciera ser de mi pueblo, por su acento y su forma de hablar- es una casa muy antigua, pero no te apures, que funciona bien por dentro. Estamos remodelándola, pero unos viejitos hace poco armaron un desmadre para quitárnosla, dicen que es suya. Ni es cierto, tch- hará un ademán con la mano- saben que pueden sacar beneficios de esto. Por eso necesitamos que te quedes, Caleb, para que ellos vean que estamos haciendo cosas enserio, que no dejaremos esta casa sola. Acá te ahorrarás una buena plata de la renta. ¿No te agrada la idea? Tú, cuidarás de esto. 

-S-si.- contestaré mareado de tanto discurso. 

-Vamos, te voy a mostrar el baño, dónde dormirás y la cocina, aparte, tenemos unos lavaderos geniales... ¡ya lo verás!

Me darán un recorrido por las varias puertas, y en efecto, las paredes no se caen, todo parecerá menos viejo...

-Gracias por dejarme quedarme

-Al contrario, gracias a ti- dicen ambos señores

Nunca en mi vida los habré visto, pero confiaré en ellos y en mi madre. 










Las tres noches del conejoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora