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—Te pido que seas lo más rápida posible, por favor. Quiero estar completamente solo.—digo asomándome a la habitación de invitados donde moví las cosas que no recogió la primera vez que vino a por sus pertenencias.
—Eh... sí.—Me voy al salón y finjo estar bien.
Algo de maquillaje, un bote de perfume, cosméticos, pijamas, sudaderas mías que ya no quiero tener porque ella las utilizaba... Todo se acaba hoy de verdad.
Perderla a ella es como perder a mi mejor amigo, pero la vida es así. No puedo darle lugar en mi vida a alguien que tan solo me ha engañado. Lo bonito fue especial, lo malo fue doloroso. Al principio sentí que no era real, no entendía cómo algo que empezó siendo tan único, acabó de la peor manera.
—Estas sudaderas son tuyas. —aparece en el salón con tres sudaderas dobladas.
—Lo sé—digo amargamente levantándome para ponerme frente a ella—Pero no quiero tenerlas yo.
—Bueno, no es muy normal quedarse con las sudaderas de tu ex...—hago un gesto de que me da igual.
—Haz con ellas lo que quieras, como si quieres usarlas para limpiar los cristales. Acaba ya, es la última vez que te lo digo.