𝒊. 𝐒𝐔𝐌𝐌𝐄𝐑𝐓𝐈𝐌𝐄 𝐒𝐀𝐃𝐍𝐄𝐒𝐒 . . .
DO WE GET WHAT WE DESERVE?
taylor y florence crecieron sabiendo
que entre ambas había diferencias
abismales, pero fue en este verano
cruel en donde la bomba terminará
por explotar; los sentimi...
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Pogues y kooks. Las dos tribus de la isla. Desde el día de tu nacimiento se te asigna alguna de las dos, o eso dice la mayoría; Taylor siempre había sido parte de ambos mundos, a medias, claro. Por un lado, la familia de su padre pertenecía a los ricos, y a pesar de eso, ella siempre había vivido con su madre en el arrabal, o el lado podrido de Outer Banks, como a sus abuelos les gustaba llamarle.
En Figure Eight, el hogar de los kooks, la perfección era esencial. Debías ser buena hija, educada, evitar los líos para así no dar entrada a los chismes que dañaran la reputación de tu familia. Si no cumplías con ello se te miraba por encima del hombro, eras juzgado, y desde luego, se te relacionaba con basura, lo que en este caso, para ellos, eran los pogues.
Taylor no era perfecta ni por asomo.
Cassie, su madre, solía decir que las caídas son parte del crecimiento; después de todo siempre puedes levantarte e intentarlo de nuevo, las veces que sean necesarias. Lo más importante es no rendirte. Al final de cuentas, tus errores te ayudan a mejorar. Y si mejoras, entonces tienes la oportunidad de volverte un experto en lo que sea que aspires.
Cualquiera estaría de acuerdo, pero su abuela no era cualquier persona.
Taylor sabía muy perfectamente, que del otro lado de la isla, aquello no era válido para Elena Laurence. Los kooks aparentaban un montón de cosas, y ella estaba muy lejos de serlo. Lo que ponía la poca paciencia de la mujer a prueba.
Su abuela había querido llevar las riendas de su vida inevitablemente indomable desde que tenía memoria, sólo para asegurarse de que no se fuera por el carril equivocado, pero era evidente que aquello era un caso perdido para Elena la mayoría de las veces. Como justo ahora.
—Taylor. Debes levantarte ahora. —Su cabello cubría su rostro, sus ojos estaban cerrados y su respiración era entrecortada. Quería un respiro—. Arriba, rápido. No voy a repetirlo otra vez.
—Necesito un descanso —dijo entre dientes.
Elena claramente no tenía paciencia infinita, y su nieta, quien se había dejado caer al suelo luego de fallar repetidamente en sus lecciones de ballet, estaba a nada de rebasar los límites establecidos por la mujer.
—No hay tiempo para descansar. Tus fouettés son cada vez peores. —Taylor alzó la mirada, sólo para enfrentar los ojos juzgones de su abuela. Casi podía escuchar sus pensamientos sobre ella-. Ahora que ha llegado el verano espero que dejes de holgazanear. Necesitas práctica, y necesitas disciplina.
La chica maldijo internamente. Tampoco era una sorpresa que Elena estuviera planeando robarle sus vacaciones para someterla a esas clases de tortura, lo hacía cada que podía. Su abuela no tenía malas intenciones, pero la asfixiaba a un grado que ahora comenzaba a cansarla.
