I: Las enemigas se descubren

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Las dos llevaban años odiandose, desde que a los 6 años entraron en el primer curso en ese colegio. Se habían peleado quinientas veces llegando incluso a las manos. Tanto ellas como sus grupos de amigas. Eran demasiado opuestas.

Amelia era rubia, de cuerpo perfectamente compensado, inocente, caritativa. Mientras que Alex era pelirroja, parecida a la sirenita pero nada inocente en su forma de actuar.
Fisicamente tambien era muy diferente a Amelia. Tenia muy buen cuerpo, pero sus pechos eran más grandes y redondos de los que muchas de más de 20 quisieran tener.

Años de peleas que jamás habian tenido consecuencias hasta ese momento.
Era increible hasta donde había llegado su situación. Las habían encerrado juntas durante tres días en un cuarto aislado con la esperanza de que arreglaran sus diferencias. Y solo podían salir de ahí de dos maneras. Una era siendo las mejores amigas del mundo, cosa que era practicamente imposible, y otra era matándose la una a la otra. Esa opción era más realista.
Pero jamás ninguna de las dos habían esperado verse en ese preciso momento, jamás habían pensado estar justo en esa situación.
Cinco minutos después de que la jefa de estudios hubiese echado la llave de la habitación, la pelirroja, malhumorada, había procedido a sacar su pijama de la mochila que le habían dejado preparar y se dispuso a cambiarse de ropa sin ningún pudor delante de su mayor enemiga en ese colegio.
La rubia no podía creer lo que estaba viendo. Ella siempre había sido muy pudorosa, incluso infantil cuando de sexo se trataba. Pero jamás había visto unas tetas tan perfectas como las de la pelirroja que tenía delante. Eran perfectamente redondas, nada separadas y los pezones canelas parecían estar apuntandola directamentamente a ella. Inmediatamente sintió un cosquilleo en su entrepierna y su reacción fue mirar a otro lado.
Su compañera río cuando se dió cuenta del pudor de la rubia, por lo que lo aprovechó para atacarla.
-No me digas que te da vergüenza? Tu tambien las tienes por si no te has dado cuenta. O es que nunca has visto unas que no sean las tuyas?
-Eres una ordinaria. No puedes cambiarte de espaldas?

La pelirroja volvió a reir, pero su risa se apagó cuando se dió cuenta de otra cosa. Los pezones de la de los cabellos dorados parecían luchar por romper la tela de la camisa del uniforme. Y solo podía signifircar dos cosas, y una de las opciones la descarto al recordar que el verano estaba llegando y lo que menos hacía era frío. Y su instinto se despertó en ese momento.
-Imagino que si nunca has visto unas tetas ajenas...mucho menos las habrás tocado.
-Que? Obviamente no voy tocando las tetas a las chicas. Pero con lo camionero que eres es evidente que tu si.
-Ni para comparar?
-No!
-Tocamelas
-Que?
-Si. Es algo normal. Todas las chicas hemos tocado las tetas de alguna amiga para comparar con las nuestras. No pasa nada. Y así te quitas un poco lo monjita. -La rubia giró la cabeza y se encontro a su contrincante acercandose a ella despacio, con los pechos aun descubiertos, siendo cada vez más deliciosos.
Con delicadeza cogió la pequeña mano de su inocente compañera y la dirigió a una de sus tetas, que la esperaba con el pezón erguido a causa de la excitación que le estaba produciendo la situacion que jamás se le habría pasado por la cabeza que pudiera ocurrir.
En cuanto sus pieles hicieron contacto a ambas se les puso la piel de gallina. La pelirroja dirigia los movimientos de la rubia estrujando su pecho izquierdo y por como se le estaba secando la boca a la más inocente, sabía que se estaba excitando cada vez más.

Dos segundos después era Amelia quien sin ayuda ninguna exploraba las tetas de la que tenía delante. Los apretaba, masajeaba y acariciaba a su antojo, descubriendo que esas dos mamas eran más que perfectas. Cayó en la cuenta de lo que estaba pasando y después de ponerse como un tomate retiró las manos y volvió a girar la cara.

-Sigue
-Que? Ya te las he tocado.
-Sigue haciendolo
-No quiero
-Yo creo que si. Te ha encantado, además puedes hacer más cosas con ellas.

La odiaba. Y su inseguridad le decia que utilizaría lo que estaba ocurriendo para maltratarla de alguna forma. Pero esas tetas la llamaban a gritos.
Pero lo que vino después terminó de dejarla a cuadros.

•𝑫𝒆𝒔𝒑𝒆𝒓𝒕𝒂𝒓•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora