Emus maximus

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—¿Escuchaste de la última hija de los Sinclair? ¿Enid?

—Jacob, obviamente que lo escuché.
¿Crees que vivo en una cueva?

—Ohhh, Howard, siempre tan mala onda. Pero enserio, esa Enid me trae fascinado.

—No eres el único.

—Digo, una bonita y adorable omega, que además, es un cambiaformas. ¿No es la cosa más linda y especial que has escuchado?

—A ver si mueves tu culo de la máquina, pelirrojo estúpido.

Ambos jóvenes miraron a la muchacha detrás suyo, de piel pálida y pelo negro.

Los dos chicos hicieron una mueca de confusión, no habían sentido un mínimo olor de la presencia de aquella chica.

Jacob rodó los ojos, separándose de la máquina expendedora donde estaba apoyado, tomando la mano de Howard, los dos betas se fueron, caminando apresuradamente por el pasillo del edificio de la universidad.

Merlina por fin pudo pedir su gaseosa a la máquina, disfrutando el silencio que había provocado la ausencia de los otros dos.

En verdad, ella había escuchado acerca de ese caso tan especial llamado Enid Sinclair; siendo una joven omega, ya era bastante especial, pero no fue conocida hasta hacia unos días, cuando el mundo se enteró que la chica de diecisiete años era una cambiaformas; pasando de ser una muchacha a un lobo blanco.

Por muchos años, se creían a los cambiaformas como un mito, algo propio de las películas de Hollywood.

Claro que Merlina tenía tanto interés en ese tema como lo que le importaba hablarle bien al estúpido de Jacob.

Un menos diez porciento, para ser más exactos.

Con su refresco en la mano, volvió a la biblioteca, lugar donde se dedicaba a hacer las únicas dos cosas que hacía en la universidad: estudiar o dormir. Aunque siempre tuvo la costumbre de terminar haciendo la segunda cosa.

Dejando a sus pies la lata media vacía, se acostó en el sillón del fondo de la biblioteca.

La bibliotecaria era una joven alfa de poco más de dieciocho años que sabía de las siestas de Merlina, pero no le molestaba en lo absoluto, por otro lado, la despertaba sólo cuando un profesor o el mismo director entraba para corroborar el buen uso de la biblioteca; por esa razón, la pelinegra dormía con un libro entre las manos, así cuando se despertara, sólo fingirá leer.

—Buenas tardes —saludó a la alfa tras el largo escritorio.

Merlina podía considerar a la joven como la persona que más apreciaba de toda su universidad, y la única que elegiría como amiga si tuviera algún interés en hacer uno.

—Hola, Addams.

A pesar de que la bibliotecaria sabía su nombre, Merlina nunca se había molestado en fijarse en su nombre, ni en la placa en su pecho o en la que descansaba sobre el escritorio.

En su cómodo trono, echó la cabeza hacia atrás para cerrar los ojos y dormir.

Rápidamente, la oscuridad de sus párpados se transformó en la de una calle, las luces públicas apagadas, las casas en total oscuridad e incluso los semáforos sin sus colores le dijeron del corte de luz.

Se vio caminando por las calles, rumbo hacia su casa, cuando una sensación muy fuerte la inundó.

Tenía que encontrar algo, urgentemente.

Algo que era suyo.

Su algo estaba en peligro.

El rumbo a casa quedó olvidado y comenzó a caminar rápido hacia el lado contrario; corriendo cada tanto.

delta; wenclairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora