Eres muy amarga

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Con ojos cansados, Merlina se estiró bajo el montón de sábanas sobre su cuerpo, se irguió un poco para sentarse, pero unos brazos la rodearon por el torso y la volvieron a acostar sobre la cama.

La pelinegra abrió los ojos de golpe y corrió los brazos de quién sea que fuese y se levantó de donde se encontraba.

Al principio se sintió confundida y se preguntó quién era esa omega con aroma tan dulce que se frotaba el sueño de los ojos con un mohín adorable.

Luego recordó lo que había pasado la noche anterior y se sintió abrumada.

—Yo... ¿No estaba durmiendo en el suelo? —preguntó, aunque fue más para sí misma.

Enid se acomodó en la cama para sentarse con la espalda contra la pared, y le dedicó una pequeña sonrisa.

—En la madrugada no podía dormir, te pedí que vengas a la cama conmigo —dijo, y el rubor en sus mejillas hizo que el rostro de Merlina se sintiera caliente.

Sin decir nada, la mayor se frotó el rostro y salió del cuarto para ir a la cocina, para luego encender la luz antes de prepararse el desayuno.

No había terminado de hacer su café cuando Enid la estaba mirando desde el umbral con ojos hambrientos.

Merlina, al verla, lo primero que pensó fue en mandarla a la mierda y que no le prepararía el desayuno, tenía suficiente conque la chica se quedara en su casa y tenga que usar su ropa.

Pero al abrir la boca, las palabras que surgieron fueron totalmente diferentes.

—¿Qué quieres comer?

Enid intentó reprimir una sonrisa.

—¿Te molestaría que hiciera mi desayuno yo misma?

Merlina estuvo un poco sorprendida.

Tiempo atrás había estado en una relación con una omega, la cual era tan inútil y poco independiente, que la sacaba de quicio. Luego de eso creía que todos los omegas eran iguales, después de todo, su instinto era depender de un alfa.

—¿Podría? —la pregunta de Enid hizo que reaccionara, moviendo la cabeza para despejarse.

—Sí, sí —dijo—. No rompas nada.

Minutos después, cuando Merlina ya tenía su café y un paquete con algunas galletas, se sentó en la mesa para disfrutar de su típico desayuno.

Vio a Enid cocinar algo que superaba sus habilidades culinarias, pero notó que usaba huevos y algo de queso. A parte, calentó leche, rebuscó un poco en la alacena antes de preguntar:

—¿No tienes chocolatada?

Merlina rió un poco.

—Niña, gasto mi presupuesto en café, es lo único que me mantiene con vida. No gasto en chocolatada porque no me sirve.

Sinclair la miró con una mueca.

—Creo que eres muy amarga, te hace falta chocolatada.

Merlina sólo rodó los ojos.

A los pocos minutos, Enid había terminado de hacer su desayuno y se había acomodado en la mesa para comerlo, pero en cuanto se sentó, Merlina se levantó sin decir nada y volvió al cuarto.

La seriedad de la chica hizo que la rubia se preguntara si a la otra le molestaba su presencia allí.

Y entendía perfectamente que era sumamente irritante que una persona ajena se instalara en tu casa para usar todo lo que el propio dueño usa.

delta; wenclairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora