Vive tu vida

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—Si... No se ha levantado, no sé cuánto tiempo ha estado en el nido. No sé exactamente cuándo lo hizo.

Ajax abrió un poco la puerta para mirar hacia la cama, al cuerpo hecho un ovillo bajo las sábanas.

—Está dormida ahora, estuvo llorando un buen rato hasta que durmió.

Habían pasado las horas, era casi la media tarde, Pugsley no había regresado y tampoco contestaba ninguna de las mínimo diez llamadas que le había dejado, ni había leído los mensajes.

Escuchó al médico suspirar.

—¿Todavía no la marcaste, Petropolus?

—No —dijo, bastante bajo.

—¿Qué esperas?

Ajax no quería hablar, no quería hacerlo.

—No quiero marcarla sin que ella quiera —dijo la primera excusa que se le pasó por la mente.

—Si te refieres al tema del amor, Petropolus, eso puede esperar, pero la vida es algo más importante, chico. Ya tendrán tiempo para enamorarse, pero para eso Enid tiene que sobrevivir, debes hacer el lazo.

Ajax negó, por más que el doctor no lo viera.

Sin querer decir nada, el joven alfa colgó, se giró a la puerta y la miró un momento antes de entrar al cuarto.

Se acercó a la cama, viendo el tranquilo vaivén de la respiración de la omega.

Apoyó una mano en el hombro de la menor.

—Enid... Despierta, tengo algo importante para decirte... —movió un poco su cuerpo, pero la chica no reaccionó—. Enid... ¿Enid?

Corrió las sábanas que la cubrían, viendo lo tranquilo del rostro de la rubia al dormir, y como sus labios se movían un poco con su lenta respiración.

Ajax apoyó el dorso de su mano sobre la mejilla de la omega, estaba muy fría.

Enid ya no tenía rubor en el rostro, al contrario, su piel casi parecía papel, con oscuras y moradas ojeras bajo sus ojos, además de sus labios tenían un tono azulado.

El corazón de Ajax se aceleró por la preocupación, la chica se veía mucho peor que antes.

Subió a la cama, olvidándose en romper el nido, y como si Enid hubiera sentido eso, comenzó a negar con la cabeza, y su expresión tranquila cambió a una desesperada, aunque no tenía fuerza para abrir los ojos, sus pestañas se aleteaban, apretaba los ojos y apenas abría una rendija para ver, aunque no pudo mirar bien al castaño.

—Tranquila, Enid —Ajax la tomó por los lados, apretándola contra sí en un abrazo firme, aunque la omega se agitó para intentar liberarse.

—N-No... —murmuró.

La mirada de Ajax fue hacia su cuello, viendo su lechosa piel, imaginando una marca en su lugar correcto.

Sin su total consentimiento, sus manos fueron hacia el cuello de Sinclair, quien se sobresaltó, como si supiera lo que Petropolus estaba pensando.

—No, no, no... —pidió, apenas con un hilo de voz, sintió las lágrimas caer—. No serás mi alfa, mi lazo no es contigo, no...

Ajax se alejó para mirarla.

—Yo tampoco quiero, Enid —murmuró.

—¿Entonces por qué mierda lo haces? —soltó, con sus ojos apenas abiertos.

Ajax se detuvo, y por un segundo admiró a aquella omega con todo su ser, aún estando tan débil y enferma, Enid mantenía su postura, y estaba dispuesta a pelear incluso sin poder moverse.

—¿Sabes que estás muriendo, Enid? —dijo, casi en un susurro.

Enid se congeló un momento, su labio inferior comenzó a temblar, negó suavemente.

—No voy a morir —murmuró—, mi alfa no va a dejarme...

—¿Tu alfa?

Enid asintió, las lágrimas caían, aún así, sonrió.

Ajax recordó las conversaciones con Pugsley.

—Tu alfa... ¿Merlina Addams?

Enid volvió a asentir.

—Estuviste con ella cuando te creíamos perdida, ¿verdad?

Enid asintió de nuevo.

—Ella me cuidó —murmuró—. Y me prometió que estaríamos juntas, así que vete.

Ajax suspiró.

—Enid, tú... ¿Ves a Merlina Addams por aquí?

—Ella vendrá...

—Estás muriendo, Enid, y yo puedo salvarte.

— No me estás salvando —Enid hablaba con seguridad, a pesar de sonar débil—. Me estás condenando a vivir.

Ajax no pudo decir nada.

—Te estás condenando a vivir también —agregó—. ¿No puedes vivir por ti mismo? ¿Al menos en una vida? Por qué no pruebas vivir tu vida, Petropolus...

El castaño no tenía palabras.

Los ojos de Enid se cerraron, dejó de forcejear y Ajax recargó su liviano cuerpo sobre él.

La respiración de la ojiazul estaba agitada, casi como si hubiera corrido varios kilómetros, se había agotado en esa discusión.

—Déjame dormir —murmuró Enid, en su pecho—. Y no hagas nada.

Ajax tardó un segundo en hacerle caso, la
dejó en la cama, cubriéndola con las sábanas y volviendo a acomodar torpemente el nido, salió del cuarto sintiéndose un poco mal.

Caminó por el pasillo, intentando borrar la idea de que Enid Sinclair moriría por su culpa.

Escuchó la puerta de la entrada abrirse, y frunció el ceño.

Escuchó pasos apresurados y al llegar a la escaleras vio a tres personas en su sala.

—¿Xavier? —murmuró, sintiendo su corazón agitarse al verlo.

Los tres alzaron la vista hacia él, pero un llanto los hizo mirar más allá.

Un sollozo como el de un animal, viniendo desde detrás de la última puerta del pasillo.

—¿Enid?

Un intenso olor a café lo hizo voltear de nuevo, viendo a la única de los tres que no conocía, una chica pelinegra y pálido, subiendo las escaleras rápidamente.

Su fuerte olor y el bajo gruñido de la tipa lo hizo apartarse del camino, pegando su espalda a la pared.

Al pasar a su lado, ahora captando el olor a pino, pareció golpearlo por su intensidad.

Vio a aquella alfa pelinegra entrar al cuarto de Enid, cerrando la puerta rápidamente.

delta; wenclairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora